Capítulo 18: Una vida con cimientos fuertes

La exposición fue un éxito. El proyecto recibió elogios por su innovación, sensibilidad social y visión sostenible. Pero más allá del reconocimiento público, lo que más celebraban Aydee y Dioel era la solidez que habían logrado como equipo… y como pareja.

Decidieron tomarse unos días fuera de la ciudad. No para escapar, sino para respirar. Para reencontrarse sin agendas, sin planos, sin presión.

Eligieron un pequeño pueblo costero, donde el tiempo parecía correr más lento y el aire olía a sal y calma. Pasearon por calles empedradas, comieron en fondas donde nadie los reconocía, y rieron como dos adolescentes enamorados.

Una tarde, sentados frente al mar, Dioel sacó una libreta de su mochila.

—¿Qué es eso? —preguntó Aydee, curiosa.

—Nuestros planos —dijo él, abriéndola.

En las páginas, no había estructuras ni cálculos. Había listas, dibujos, frases. Metas compartidas. Sueños.

—Quiero que construyamos algo más que edificios —dijo Dioel—. Quiero que esta relación también tenga cimientos fuertes. Que no se derrumbe ante el primer temblor.

Aydee lo miró, tocada.

—¿Y cuáles son esos cimientos?

Él sonrió.

—Respeto. Admiración. Libertad. Y sobre todo… comunicación. Decirnos las verdades, incluso cuando incomoden. Elegirnos, incluso cuando el día no sea perfecto.

Ella tomó su mano.
—Entonces ya tenemos la base.

Esa noche, mientras caminaban por la playa, Aydee recordó a la mujer que había sido antes de conocerlo. Insegura. Herida. Con miedo de amar de nuevo. Y se sintió agradecida. No por lo que él había hecho por ella, sino por lo que se había permitido sentir estando a su lado.

Al volver a casa, no hubo carta bajo la almohada. Pero Aydee escribió una, esta vez sin enviarla al futuro. Era una carta a su yo del pasado.

> “No te rindas. Lo que hoy te duele, mañana será aprendizaje. Lo que hoy temes, será tu impulso. Y lo que hoy crees perdido… aparecerá de otra forma. Con cimientos firmes. Con amor real.”