Era una tarde soleada en Milán, y las calles estaban llenas de gente disfrutando del buen tiempo. Ida caminaba por una calle adoquinada, disfrutando de un breve descanso de su agitado horario. Llevaba una bolsa con algunos materiales de diseño que había comprado en una tienda cercana, su mente perdida en pensamientos sobre el proyecto de caridad.
De repente, un hombre alto y elegante salió de una cafetería, con un vaso de café en la mano. Sin darse cuenta, chocaron en la acera, y el contenido del vaso se derramó, salpicando a ambos.
—¡Oh, lo siento mucho! —dijo Mauricio, tratando de secar el café derramado con un pañuelo de bolsillo—. No vi qué venías.
Ida se sorprendió y trató de limpiar el café de su ropa.
—No, está bien. También fue mi culpa. —respondió, tratando de mantener la compostura.
Mauricio, al ver la negativa de Ida, hizo una expresión como si recordara algo.
—Espera, ¿eres Ida Moreno, la famosa diseñadora? Te vi en el evento benéfico el otro día. —dijo con una sonrisa, sus ojos brillando con reconocimiento.
Ida se detuvo, sorprendida de que la recordaran. A ella nunca le gustó ser el centro de atención, incluso prefería ser un fantasma en su mundo del diseño.
—Sí, soy yo. Estuve en el evento benéfico. —respondió, algo más relajada, pero aún cautelosa.
Mauricio extendió su mano con una sonrisa, pero la cual no le daba confianza a la mujer que tenía delante.
—Mucho gusto, soy Mauricio Neri.
Ida solo asintió, estaba por seguir su camino cuando él habló de nuevo.
Mauricio tenía que aprovechar la oportunidad, así que se volvió más persuasivo.
—Déjame compensártelo, por favor. No todos los días uno tiene la oportunidad de conocer a una diseñadora tan talentosa. ¿Qué tal si te invito a una cena como disculpa? Me encantaría saber más sobre tu trabajo.
Ida dudó, sintiendo una ligera incomodidad.
—No es necesario, de verdad. Estoy bien. —dijo, intentando rechazar la oferta con amabilidad.
Pero Mauricio no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.
—Insisto, por favor. Sería un honor conocerte mejor y hablar sobre posibles colaboraciones. —dijo, sacando una tarjeta de presentación de su bolsillo y entregándosela—. Nos podemos ver en este restaurante a las ocho de la noche. Es un lugar tranquilo y agradable.
Ida miró la tarjeta y luego a Mauricio, todavía con cierta desconfianza, pero decidió aceptar la oferta.
—De acuerdo, una cena. Pero solo como un gesto de cortesía, nada más. —dijo, con la esperanza de mantener las cosas en su lugar.
Mauricio sonrió, sabiendo que había ganado una pequeña batalla.
—Perfecto. Nos vemos esta noche a las ocho. —dijo, antes de despedirse con una leve inclinación de cabeza y continuar su camino.
Ida se quedó mirando fijamente cómo el hombre desaparecía de su vista.
«¿Por qué serán tan intensos los de su género? No entienden cuando una mujer no quiere nada de ellos», pensó ella, sintiendo una mezcla de irritación y resignación.
Suspiró profundamente, recordando las promesas y decepciones del pasado.
«Tal vez todos los hombres poderosos son iguales», reflexionó, aunque algo en su interior le decía que no todos debían ser juzgados por los errores de unos pocos.
De vuelta en su taller, Ida estaba organizando sus materiales cuando Marta entró con una expresión curiosa.
—Ida, ¿cómo te fue en las compras? —preguntó, notando que su amiga parecía un poco distraída.
Ida levantó la vista, mostrando la tarjeta que Mauricio le había dado.
—Fue… interesante. Tropecé con un hombre y derramó su café sobre mí. Insistió en invitarme a cenar como disculpa. Se presentó como Mauricio Neri, ¿te suena a alguien?
Marta frunció el ceño, tomando la tarjeta de las manos de Ida y revisándola.
—Mauricio Neri… ¿Ese nombre no me suena? Pero si estuvo en la gala benéfica, seguro debe ser alguien de la alta sociedad.
Ida asintió, aun sintiéndose algo desconcertada.
—Sí, también lo pensé. Pero al ver la tarjeta, solo tiene la dirección de un restaurante. Nada más.
Marta miró la tarjeta una vez más, intentando encontrar algún indicio adicional.
—Eso es extraño. Quizás está tratando de ser discreto. De todas formas, ten cuidado, Ida. No quiero que te encuentres en otra situación incómoda, mejor aprovecha al guapo de Emerzon.
Ida sonrió agradecida por la preocupación de su amiga.
—Lo sé, Marta. Estaré atenta. Además, es solo una cena. Si veo que algo no está bien, me iré inmediatamente.
—Eso espero. Pero, sinceramente, no puedo evitar pensar que todos estos hombres de alta sociedad son un dolor de cabeza. —dijo Marta con una sonrisa irónica.
Ida rio suavemente, sintiéndose un poco más relajada.
—Sí, estoy empezando a darme cuenta de eso. Pero bueno, veamos cómo va. Al menos, tendré una buena historia que contar.
Mientras ambas amigas continuaban conversando, Ida sentía que, a pesar de las complicaciones, su vida estaba tomando un giro interesante. Solo esperaba que este nuevo capítulo no trajera más dolor del que ya había experimentado.
Cuando la noche se hizo presente, Ida se preparó para la cena con cierta aprensión. Sabía que debía ser cautelosa, pero también sentía curiosidad por el hombre que había insistido en conocerla. Eligió un vestido elegante pero modesto, queriendo dar una impresión profesional y distante.
Al llegar al restaurante, su respiración se aceleró ligeramente al ver el lugar iluminado por luces cálidas y acogedoras. Se acercó a la recepción y dio su nombre.
El anfitrión la guio a una mesa reservada en una esquina tranquila, donde Mauricio ya la esperaba. Llevaba un traje impecable y, al verla acercarse, se levantó con una sonrisa encantadora.
—Ida, me alegra mucho que hayas venido. —dijo, inclinándose ligeramente en un gesto de cortesía.
Ida correspondió con una sonrisa tranquila, pero con una mirada alerta.