Mia ¡por siempre!

Mi mejor medicina.

Emerzon, aún temblando de furia, salió del club, con el eco de las risas y la música zumbándole en los oídos. Lorenzo, sin decir nada, lo miraba de reojo, preocupado por la intensidad en los ojos de su amigo.

Emerzon respiraba pesadamente, sus pensamientos completamente consumidos por la imagen de Ida, su rostro inocente, y Mauricio, con esa sonrisa provocadora. Su pecho se contraía de odio y desesperación.

—No permitiré que ese desgraciado se acerque a ella —musitó, sus palabras apenas audibles por el rugido de la calle.

Lorenzo puso una mano en su hombro, intentando calmarlo.

—Hermano, no puedes resolver esto con violencia. Tenemos que encontrar otra manera.

Pero Emerzon no escuchaba, su mente atrapada en una espiral de rabia y protección.

—Voy a hacer lo que sea necesario —dijo, su voz firme y determinada—. Ida es mía. Nadie, especialmente ese estúpido, no se interpondrá entre nosotros.

La noche continuaba, fría y silenciosa, ambos caminaron sin pronunciar palabra, cada uno sumido en sus pensamientos.

Las calles estaban desiertas, y la fría brisa nocturna, pero no lograban enfriar la ira que bullía dentro de Emerzon. Llegaron al apartamento de Lorenzo, quien abrió la puerta con un suspiro.

—Tienes que calmarte, Emerzon. Esto se saldrá de control si haces algo semejante —dijo Lorenzo, señalando una silla para que se sentara.

Pero Emerzon no se sentó. En lugar de eso, se apoyó contra la pared, cerrando los ojos con fuerza, intentando en vano calmar la tormenta que rugía en su pecho.

—No puedo, Lorenzo. Cada vez que cierro los ojos, veo a Ida con Mauricio. No puedo soportarlo, la quiero para mí.

Lorenzo se pasó una mano por el cabello, frustrado.

—Entonces, ¿qué piensas hacer? ¿Vas a seguir peleando hasta que uno de ustedes acabe en el hospital o algo peor?

Emerzon abrió los ojos, su mirada más decidida que nunca.

—Voy a proteger a Ida, cueste lo que cueste. Pero tienes razón, necesito una estrategia. Tengo que ser más inteligente que Mauricio, no más violento.

Lorenzo asintió, aliviado por la sensatez que comenzaba a emerger en su amigo.

—Eso suena mejor. Tal vez podemos averiguar qué es lo que Mauricio quiere realmente y usarlo a nuestro favor, porque si llega a ser cierto lo que dice esa carta, él no está enamorado de ella.

—Mañana te encargas del carro, por favor.

Lorenzo asintió.

La noche se alargó mientras los dos amigos trazaban un plan, cada paso cuidadosamente pensado para asegurar que Ida estuviera a salvo y fuera del alcance de Mauricio.

Emerzon sabía que no sería fácil, pero por Ida, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. La batalla recién comenzaba, pero ahora, estaba armado con algo más poderoso que la furia: determinación y estrategia.

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Ida estaba sentada en el sofá de su apartamento, revisando algunos de los diseños que había creado para el proyecto de caridad. La cena con Mauricio había dejado un extraño sabor de boca, una mezcla de intriga y desconfianza. No podía negar que había algo encantador en él, pero la advertencia de su subconsciente seguía resonando en su mente.

Lo que hacía que estuviera más decidida a ser cuidadosa y mantener la guardia alta en todo momento.

Mientras tanto, Emerzon seguía luchando con sus propios demonios. La pelea con Mauricio había dejado claro que no permitiría que nadie se interpusiera entre él e Ida. Su determinación de protegerla se había fortalecido, pero también sabía que debía ganar su confianza de manera genuina.

Emerzon decidió llamar a Ida para hablar sobre el proyecto y asegurarse de que estaba bien después de la cena con Mauricio. Sabía que esto también le daría la oportunidad de pasar más tiempo con ella y mostrarle que realmente se preocupaba por su bienestar.

—Hola, Ida. ¿Cómo estás? —preguntó Emerzon, su voz cálida al otro lado de la línea.

—Hola, Emerzon. Estoy bien, gracias. ¿Y tú? —respondió Ida, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo.

—He estado pensando mucho en el proyecto y tengo algunas ideas que me gustaría discutir contigo. ¿Te gustaría reunirte más tarde? —sugirió Emerzon, tratando de mantener el tono ligero y profesional, y olvidando por completo los golpes que tenía en el rostro.

—Claro, me parece bien. Nos vemos en el estudio a las cinco. —respondió Ida, sonriendo ante la perspectiva de trabajar juntos.

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A las cinco en punto, Emerzon llegó al estudio de Ida. Respiró profundo, para mantener la compostura, para parecer que nada había pasado la noche anterior. Pero su rostro decía otra cosa, era evidente que había estado en una pelea.

La puerta estaba abierta, y él entró, admirando el espacio lleno de creatividad y pasión. Ida estaba de pie junto a una mesa, revisando unos bocetos, y levantó la vista cuando lo vio entrar, dejando caer lo que tenía en las manos y corrió hacia él, su rostro lleno de preocupación.

—¡Emerzon! ¿Qué te ha pasado? —exclamó, extendiendo una mano temblorosa para tocar suavemente su mejilla magullada.

Emerzon intentó sonreír, pero el dolor era evidente, algo que había olvidado también.

—No es nada, Ida. Solo… un pequeño malentendido.

Ida frunció el ceño, sus ojos llenos de ansiedad.

—Esto no parece un pequeño malentendido. Tienes que decirme la verdad, Emerzon. ¿Quién te hizo esto?

Emerzon suspiró, pero decidió no revelarle la verdad.

—De verdad, Ida, no te preocupes. Solo fue una situación que se salió de control. Lo importante es que estoy aquí contigo.

Ida insistió, sus ojos brillando con una mezcla de preocupación y ternura.

—Emerzon, por favor. ¿Quién te hizo esto?

Emerzon no pudo evitar sentirse conmovido por su insistencia y la preocupación genuina que mostraba. En su corazón, agradecía ese lado tan tierno de Ida.

—De verdad, Ida, no tiene importancia. Estoy bien, lo prometo.



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En el texto hay: protector, amor posesivo, volver amar

Editado: 26.04.2025

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