La terraza del café estaba tranquila, con solo unos pocos clientes disfrutando de la tarde. Emerzon y Lorenzo se sentaron en una mesa con vista a la plaza, el aire fresco de Milán llenando el espacio entre ellos.
Emerzon, con el ceño fruncido y una expresión de inquietud, revolvía su café sin realmente beberlo.
—Lorenzo, no puedo dejar de pensar en ella. —dijo Emerzon, su voz cargada de preocupación—. Ida es todo lo que he estado buscando, pero tengo miedo de que no confíe en mí lo suficiente.
Lorenzo, siempre el amigo paciente y sabio, asintió, dejando que Emerzon hablara.
—Lo entiendo, Emerzon. Sé cuánto te importa. Pero tienes que ser paciente. No puedes apresurar sus sentimientos.
Emerzon suspiró, su mirada perdida en la espuma de su café.
—Lo sé, pero la espera es difícil. Cada momento con ella es una mezcla de alegría y temor. Quiero protegerla, hacerla feliz, pero no sé si eso será suficiente para que ella me elija.
Lorenzo sonrió con comprensión, apoyando una mano en el hombro de su amigo.
—Emerzon, no puedes controlar lo que ella siente. Lo único que puedes hacer es mostrarle quién eres realmente y cuidarla. El amor no se gana con control, sino con actos de cariño y paciencia.
Emerzon levantó la vista, sus ojos llenos de determinación, pero también de vulnerabilidad, la cual no siempre mostraba.
—¿Y si no es suficiente? ¿Y si Mauricio logra ponerla en mi contra? Estoy seguro de que está detrás de ella. La idea de perderla me asfixia, Lorenzo.
Lorenzo apretó suavemente el hombro de Emerzon.
—Tienes que confiar en ella también. Si Ida es la mujer que crees que es, verá la verdad por sí misma. Y mientras tanto, concéntrate en enamorarla cuidándola. No con grandes gestos, sino con los pequeños detalles que demuestran cuánto te importa.
Emerzon se quedó en silencio por un momento, asimilando las palabras de su amigo. Sabía que Lorenzo tenía razón. La paciencia y el cuidado eran claves, y debía dejar de lado sus impulsos posesivos si realmente quería ganarse el corazón de Ida.
Emerzon soltó una risa nerviosa, tratando de aliviar la tensión.
—Lorenzo, ¿y si el problema es por mi edad? ¿Qué pasa si piensa que soy demasiado mayor para ella?
Lorenzo levantó una ceja, con una sonrisa juguetona.
—Emerzon, solamente son unos años, no siglos para que seas un fósil. Además, ¿cuántas veces hemos visto a mujeres jóvenes y brillantes enamorarse de hombres mayores así como tú?
Emerzon rio, sintiéndose un poco más relajado.
—Supongo que tienes razón. Solo debo asegurarme de no empezar a quejarme del dolor de espalda en medio de nuestras citas, ¿no?
Lorenzo se echó a reír, golpeando la mesa suavemente.
—Exacto, amigo. Y recuerda, la edad es solo un número. Lo que realmente importa es cómo la haces sentir. Así que deja de preocuparte tanto y concéntrate en disfrutar cada momento con ella.
Emerzon asintió, sintiendo que la conversación había aliviado parte de su inquietud. Él estaba dispuesto a recorrerlo, paso a paso, para demostrarle a Ida que sus sentimientos eran reales y profundos.
Lorenzo, aun sonriendo, decidió seguir burlándose de su amigo.
—Además, nunca pensé que vería el día en que Emerzon Bennett, el implacable CEO de la gran empresa tecnológica, necesitaría consejos de paciencia para el amor. ¿Qué sigue, amigo? ¿Clases de yoga para el manejo del estrés?
Emerzon se rio de buena gana, sintiendo cómo la tensión que lo envolvía se desvanecía un poco más.
—Quizás, Lorenzo. Quizás. Pero, por ahora, me conformo con tus consejos.
Lorenzo levantó su taza de café en un gesto de brindis.
—Por el amor, la paciencia y un futuro lleno de momentos inolvidables con Ida.
Emerzon levantó su taza también, sintiéndose más esperanzado.
—Por el amor y la paciencia.
Mientras brindaban, Emerzon pensaba que no dejaría que se les escape de sus manos la mujer que le había devuelto la alegría de vivir.
—Bueno, amigo, he hablado bastante sobre mí. ¿Y tú? ¿Cómo te ha ido?
—He estado bien, bastante ocupado con el trabajo y algunos proyectos personales. Pero, en general, no me puedo quejar, al menos no ando con la cabeza patas arriba.
Emerzon arqueó una ceja, intrigado.
—¿Proyectos personales? Cuéntame más sobre eso, ¿qué es?
Lorenzo sonrió, con cierta complicidad.
—De hecho, conocí a una mujer muy bella. Aún no tenemos nada serio, pero creo que hay potencial.
Emerzon lo miro asombrado.
—¿En serio?
Lorenzo se recostó en su silla, disfrutando de la curiosidad de su amigo.
—La conocí en un evento de arte. Tiene una pasión por la vida que es simplemente contagiosa. Lo que me impresiona es cómo, con su sola presencia, puede hacer que olvide todas mis preocupaciones.
Emerzon sonrió, comprendiendo exactamente a qué se refería su amigo.
—Es impresionante cómo las mujeres tienen esa habilidad de hacernos perder la cabeza, ¿verdad? Con una simple sonrisa o un gesto, pueden transformar nuestro día entero.
Lorenzo asintió, riendo suavemente.
—Exactamente. Es como si tuvieran una especie de magia. Estoy disfrutando el momento, y aunque no sé a dónde nos llevará, estoy agradecido por haberla conocido.
Emerzon, sintiendo una conexión con la situación de su amigo, asintió.
—Me alegra escucharlo, Lorenzo. Esas son las cosas que realmente valen la pena en la vida.
Lorenzo levantó su taza una vez más.
—Por las mujeres que nos hacen perder la cabeza y los momentos que hacen que todo valga la pena.
Emerzon rio y levantó su taza también.
—Por eso mismo.
De repente, el teléfono de Emerzon comenzó a sonar. Al ver el nombre de su padre en la pantalla, su expresión se oscureció, y una sombra cruzó sus ojos. Lorenzo notó el cambio inmediato en su amigo.
—¿Todo bien? —preguntó Lorenzo, preocupado.
Emerzon miró el teléfono durante un segundo antes de responder.