A la mañana siguiente, Ida se alistó con esmero. Eligió un conjunto profesional, pero elegante: una blusa blanca de seda, una falda lápiz negra y unos zapatos de tacón bajo que le daban un aire sofisticado y seguro. Se miró en el espejo, respiró hondo y salió hacia la empresa en la que trabajaba.
Eleganze es una de las empresas de moda más renombradas, no solo en Milán, sino a nivel internacional. Conocida por sus exquisitos y exclusivos diseños de vestidos de boda, Eleganze se ha ganado una reputación estelar en la industria de la moda.
Cada creación refleja una combinación perfecta de elegancia, innovación y artesanía impecable, haciendo que las novias de todo el mundo sueñen con caminar hacia el altar en uno de sus deslumbrantes vestidos. La dedicación a la perfección y la pasión por el diseño han convertido a Eleganze en un verdadero icono del estilo y la sofisticación.
Ida al llegar se detuvo un momento frente al imponente edificio. Sus ojos recorrieron la fachada elegante y moderna que había llegado a conocer tan bien. Recordó los innumerables días y noches que había pasado trabajando aquí, puliendo sus habilidades. Aquel lugar no solo representaba su trabajo, sino también la comunidad y el apoyo que había encontrado en Dalia y en sus colegas. Respiró hondo, dejando que la familiaridad del entorno la envolviera, antes de dar el siguiente paso hacia el interior, con una mezcla de nostalgia y determinación.
Al llegar a la oficina, saludó a sus compañeros y se dirigió directamente al despacho de Dalia, su jefa y amiga. Tocó la puerta suavemente y, al escuchar el “adelante”, entró.
—¡Ida! —exclamó Dalia, con una sonrisa radiante—. Pasa, pasa. ¿Qué te trae por aquí tan temprano? Es raro verte últimamente.
Ida cerró la puerta tras de sí y se sentó frente al escritorio de Dalia.
—Dalia, necesito hablar contigo sobre algo importante. Anoche me hicieron una oferta… una oferta realmente tentadora.
Dalia arqueó una ceja, interesada.
—¿En serio? Cuéntame más, tiene que ser muy tentadora para madrugar, ¿quieres algo para tomar?
—Sí, un café está bien.
Ida respiró hondo y explicó la propuesta de Mauricio, detallando cómo quería financiar su propia línea de moda, equipar un taller y presentarla en grandes pasarelas. Mientras hablaba, los ojos de Dalia brillaban con entusiasmo.
—Eso suena increíble, Ida. —dijo Dalia, apoyando las manos en el escritorio—. Sabes que siempre he creído en tu talento.
Ida asintió, sintiendo un nudo en la garganta.
—Lo sé, y por eso quiero agradecerte. Sin la oportunidad que me diste aquí, no estaría donde estoy ahora. Este reconocimiento es gracias a ti y a esta empresa.
Dalia se levantó y rodeó el escritorio para abrazar a Ida.
—Estoy tan feliz por ti, Ida. Sabes que tu sueño siempre ha sido crear tu propia empresa de moda. Y aunque me dolería perderte, no puedo permitir que te vayas.
Ida se echó a reír, sintiéndose un poco más ligera.
—Dalia, eres un caso.
Dalia la soltó y le dio un golpecito en el brazo.
—Escucha, siempre tendrás las puertas de esta empresa abiertas. Pero ahora, debes ir tras tus sueños, sin olvidarme obviamente. Y si necesitas algún consejo o simplemente una amiga con la que reírte, sabes dónde encontrarme.
Ida sonrió, sintiendo un inmenso agradecimiento por su amiga y jefa.
—Gracias, Dalia. No sé qué haría sin ti.
Dalia se encogió de hombros con una sonrisa traviesa.
—Probablemente, estarías perdida en un mar de telas y bocetos sin ninguna dirección. Aunque, sinceramente, ahora estoy ofendida. —dijo, fingiendo una expresión de indignación.
—¿Por qué? —preguntó Ida, un poco asustada por la reacción de su amiga.
Dalia levantó una ceja y cruzó los brazos teatralmente.
—Porque estás considerando la oferta de un tipo al que apenas conoces, pero a mí, me rechazaste. Claro, como no soy un hombre guapo, sino una simple mujer.
Ida soltó una carcajada y le dio un suave empujón.
—Oh, Dalia, sabes que te adoro. Ningún hombre guapo podría reemplazarte.
Dalia rio, su expresión fingida desvaneciéndose en una sonrisa genuina.
—Bien, porque te aseguro que puedo ser tan persuasiva como cualquier galán millonario.
Ambas amigas estallaron en risas, sintiéndose y el ambiente se relajó aún más. Después de las risas y el ánimo, Dalia se recostó en su silla, mirando a Ida con una ceja arqueada.
—¿Y se puede conocer al misterioso caballero?
—Se llama Mauricio.
Dalia, con una expresión de curiosidad insaciable, continuó.
—Ida, tengo curiosidad. Cuéntame más sobre ese tal Mauricio. ¿De dónde salió? No me puedes dejar con el chisme a media.
Ida se acomodó en su asiento, pensativa.
—Bueno, Mauricio es alguien con quien he estado saliendo un poco, y nos hemos tropezado varias veces en la calle. Tiene ese aire de encantador y parece tener un buen ojo para los negocios y la moda.
Dalia asintió, pero se veía pensativa.
—Mauricio… ¿Cuál es su apellido? Debe ser algún magnate o algo así para poder ofrecerte una propuesta de esa magnitud.
—Neri. Mauricio Neri —respondió Ida, observando la reacción de Dalia.
Dalia se quedó en silencio un momento, procesando la información. Luego, una chispa de reconocimiento apareció en sus ojos.
—Espera, ¿dijiste Mauricio Neri? El nombre me es conocido, pero el apellido no, por casualidad. ¿No trabajará él en una gran empresa tecnológica?
Ida abrió los ojos con sorpresa.
—¿En serio? No creo que sea algún magnate, tengo entendido que trabaja en HernándezTech.
Dalia sonrió, viendo la confusión en el rostro de Ida.
—Ida, el CEO de esa empresa, también se llama Mauricio, pero su apellido es Hernández. Parece que has captado la atención de alguien muy influyente.
Ida se cruzó de brazos, negando con la cabeza.
—No, Dalia, no creo que sea el mismo Mauricio. Eso sería demasiada coincidencia, ¿no?