Ida estaba concentrada en su trabajo en el taller, rodeada de telas y bocetos, cuando escuchó un suave golpe en la puerta. Se giró para ver a Mauricio entrando, con una amplia sonrisa en el rostro y un ramo de flores en la mano.
—¡Mauricio! —exclamó Ida, claramente sorprendida por su visita.
Mauricio avanzó hacia ella con una sonrisa encantadora, extendiendo el ramo de flores.
—Hola, Ida. Pensé en sorprenderte con estas. Espero que te gusten.
Ida miró el ramo de flores y su expresión cambió de sorpresa a disgusto. Suspiró antes de responder.
—Mauricio, lo siento, pero no me gustan las flores.
Mauricio quedó momentáneamente desconcertado.
—¿De verdad? —dijo, intentando disimular su sorpresa con una sonrisa—. Pensé que a todas las mujeres les encantaban las flores.
Ida trató de suavizar su respuesta con una sonrisa.
—Sé que es un gesto amable, pero nunca me han gustado mucho.
Mauricio, sin perder la compostura, sonrió y buscó una solución rápida.
—Bueno, entonces, supongo que podrían servir para adornar el taller. Le darán un toque de color al lugar.
Ida rio suavemente ante la ocurrencia de Mauricio.
—Eso suena bien. Gracias por pensar en mí, Mauricio, están lindas.
Mauricio dejó las flores en una mesa cercana y se volvió hacia Ida.
—Además de la visita sorpresa, vine para hablar contigo sobre algunas ideas nuevas. Creo que tenemos mucho por delante.
Ida asintió, intrigada.
—Claro, hablemos de eso. Siempre estoy dispuesta a escuchar ideas nuevas.
Mientras se sentaban a discutir, Ida no podía evitar sentirse un poco más cómoda con Mauricio. Le había dicho simplemente que no le gustaban las flores, sin entrar en detalles, porque le recordaban ese pasado doloroso.
A pesar de la confusión inicial, él había manejado la situación con gracia y humor, algo que ella apreciaba enormemente. Mauricio, con su encanto natural y su interés en sus proyectos, lograba crear un ambiente relajado y acogedor. Poco a poco, la barrera que Ida había erigido en su corazón comenzaba a desmoronarse.
La presencia de Mauricio se convertía en un bálsamo reconfortante, haciendo que Ida se sintiera valorada y comprendida de una manera que no había imaginado posible.
Ida estaba conversando con Mauricio en su taller, cada vez más cómoda con su presencia. La conversación fluía con facilidad cuando de repente la puerta se abrió y Emerzon entró, trayendo consigo una pequeña caja de dulces. La expresión de su rostro cambió al ver a Mauricio allí.
—Buenas tardes —dijo Emerzon al entrar.
—Emerzon, no te esperaba —Ida se levantó para saludarlo.
—Ida, disculpa la interrupción, no sabía que tenías visita, pero quería traerte esto. —dijo Emerzon, sosteniendo una caja de dulces.
Ida, sorprendida y tocada por el gesto, respondió con una enorme sonrisa.
—Gracias, Emerzon. Sabes que adoro los dulces.
Mauricio, observando la escena, no mostró signos de intimidación.
—Hola, Emerzon. No esperaba verte aquí.
Emerzon entrecerró los ojos, claramente molesto.
—Lo mismo digo. No sabía que estabas tan interesado en la moda.
El aire en la habitación se tensó mientras ambos hombres se medían con la mirada. Mauricio, con su actitud relajada y confiada, no se dejaba intimidar.
—Bueno, siempre es bueno explorar nuevas áreas. ¿Verdad, Ida? —dijo Mauricio, mirando a Ida en busca de apoyo.
Antes de que la tensión pudiera escalar aún más, Ida intervino.
—Un momento, ¿ustedes dos se conocen?
Mauricio y Emerzon intercambiaron miradas antes de que Mauricio respondiera.
—Sí, nos conocemos de algunos eventos empresariales. Emerzon y yo hemos coincidido en más de una ocasión.
Emerzon asintió, sin apartar la vista de su rival.
—Así es. Aunque no siempre estamos de acuerdo en todo.
Ida, viendo cómo la situación se volvía más tensa, levantó una mano para calmar a ambos.
—¡Basta los dos! No tengo tiempo para estos jueguitos de macho alfa. —dijo, su voz firme y clara—. Escuchen, no quiero que armen una pelea aquí. Respeten mi lugar.
Mauricio, aunque molesto, mantuvo una sonrisa.
—Claro, Ida. No queremos causarte problemas, ¿cierto Emerzon?
Emerzon asintió y luego Ida se dirigió a Mauricio.
—Por favor, Mauricio, podrías retirarte por ahora. Necesito hablar con Emerzon.
Mauricio, aunque claramente irritado, asintió, no esperaba que fuera echado de esa manera.
—Por supuesto, Ida. Nos vemos luego.
Antes de irse, se inclinó y le dio un beso en la mejilla, sabiendo que esto molestaría a Emerzon. Luego, salió del taller con una sonrisa triunfante.
Una vez que Mauricio se fue, Emerzon le entregó a Ida la caja de dulces.
—Espero que estos te alegren el día, Ida. Sé que odias las flores.
Ida sonrió, apreciando el gesto.
—Gracias, Emerzon.
Mientras ambos se acomodaban para hablar, la tensión se disipaba, dejando espacio para una conversación más sincera y tranquila.
—Ida, hay algo más que quiero decirte. —dijo Emerzon, con una sonrisa sincera—. Estoy organizando la entrega de los diseños que has estado elaborando para el proyecto. Me encantaría que me acompañaras.
Los ojos de Ida se iluminaron al escuchar esto. Siempre había tenido una debilidad por ayudar a quienes lo necesitaban, y la invitación de Emerzon tocó una fibra sensible en ella. Sin poder contener su emoción, se levantó y lo abrazó con fuerza.
—¡Por supuesto que sí, encantada de ir contigo Emerzon! —exclamó, con una sonrisa radiante—. Sabes lo mucho que significan para mí esos proyectos.
Emerzon, sorprendido, pero contento por la reacción de Ida, correspondió el abrazo con calidez.
—Lo sé, Ida. Por eso pensé en ti.
Ida se separó un poco, mirándolo con gratitud.
—Gracias, Emerzon. De verdad, significa mucho para mí. No puedo esperar a ver la reacción de todos cuando reciban los diseños.