Michi: El Guardián de la casa.

CAPITULO 1. LA NOCHE DE DIA DE MUERTOS

Mi nombre es Michi, y soy un gato negro. Para algunos, eso basta para que piensen que traigo mala suerte. No les importa que haya dormido en sus camas, que les haya frotado la cabeza pidiendo caricias, que sea yo quien se desvela todas las noches velando su descanso, cazando las sombras en las esquinas. Esta noche, sin embargo, no es como cualquier otra. Hoy, algo más oscuro y pesado cuelga en el aire. Es como una tela sucia, una bruma que se mete en los pulmones y ahoga de a poco. Hoy es la Noche de los Muertos.

Mis humanos no parecen percibirlo, o al menos no como yo. Están emocionados, preparan velas, copal, pan, flores de cempasúchil, y en el centro de la mesa colocan fotos antiguas de personas cuyos nombres ni siquiera sé. Para ellos, es una noche de memoria y celebración, pero para mí, esta noche es diferente; lo siento en cada fibra de mi pelaje erizado, en el latido frenético de mi corazón.

Escucho un murmullo, suave como el roce de la brisa, y mis oídos se levantan. Desde la ventana, veo cómo la neblina se arrastra por las calles, como un río de humo que intenta entrar por cada grieta y cada puerta entreabierta. Y es entonces que lo siento: ellos están aquí. Los espíritus, los muertos, los no invitados. Algunos de ellos, oscuros y deformes, se mueven con una lentitud que hiela. Se acercan a la casa, uno tras otro, arrastrando sombras que se retuercen como gusanos. Mis patas tiemblan, pero me obligo a quedarme en mi lugar, con los ojos fijos en ellos.

"¿No es hermoso, Michi?" murmura mi humana, acariciándome distraídamente la cabeza. ¿Hermoso? No puede ver lo que yo veo. No puede sentir el frío que se filtra a través de las paredes, la tensión de las presencias invisibles que se apiñan justo afuera, mirándonos con ojos huecos y hambrientos. Intento advertirles. Maúllo, gruño. Pero ellos siguen, ajenos. Mis ojos se fijan en una sombra alta y descarnada que se acerca más que las otras. La reconozco por el olor a tierra podrida y humedad, un hedor tan espeso que casi puedo morderlo.

Me acerco a la ventana y levanto la pata, tocando el vidrio como si pudiera atravesarlo. La figura se detiene, y por un instante, siento sus ojos, o lo que deberían ser sus ojos, puestos en mí. Una risa baja y gutural se desliza hacia mí, reverberando como una piedra lanzada a un pozo profundo. Me mira, y yo sé que me reconoce. Sabe que yo puedo verlo. Me desafía.

Mis patas se mueven solas, retrocediendo mientras el pánico me golpea. Pero, ¿cómo puedo dejar a mis humanos solos con ellos? Me giro, y allí están, sentados, rodeados por las velas y las flores. Ellos no lo sienten. No ven las sombras alargarse sobre ellos, estirándose como garras. Una mano delgada y retorcida sale de la pared, casi tocando el hombro de mi humana.

Salté hacia ella, intentando golpear la mano con mis garras, pero mis garras atraviesan el aire. La sombra se ríe, un sonido hueco y seco que parece provenir de todos lados. Intento maullar con toda mi fuerza, pero mi voz parece ahogarse en el vacío que se ha formado alrededor de nosotros.

"¿Qué te pasa, Michi?" pregunta mi humano con una sonrisa distraída.

Mi corazón late tan fuerte que siento que va a explotar. Cada pelo en mi cuerpo está de punta. Estoy solo en esta lucha. Soy el único que ve a estos seres, los únicos que pueden tocarlos, y ellos no me harán caso. Entonces, veo algo que me hiela: una sombra más alta y más densa comienza a tomar forma al otro lado de la habitación. Es como si absorbiera la luz, como si fuera la noche misma, con ojos blancos y sin vida.

Y la figura, inmóvil al principio, levanta una mano y la extiende hacia mis humanos.




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