Microhistorias

Día tras día

Sólo la vi una vez y aun así el espejismo de su rostro me atormenta día tras día.

Cuando los rayos del sol iluminan la ciudad me gusta imaginar el lugar en el que está, la ropa que lleva, me pregunto “¿qué estará haciendo?” Y de inmediato me respondo “Está siendo la luz de alguien más”. Porque, una mujer que posee ese resplandor mágico, divino como ella, no debe tener otro propósito que iluminar el camino de aquellos que, como yo, viven sumidos en la penumbra. Pienso en cómo sería mi vida si me encontrara de nuevo con ella. El sentido común me dice que mi curiosidad es peligrosa como la de Pandora y al mismo tiempo mis emociones me recriminan haber desaprovechado esa primera oportunidad. Una voz inquietante pregunta “¿Qué hacía una mujer tan radiante y llena de vida, caminando sola esa noche fría y muerta? ¿A dónde se dirigía, con la cabeza baja como quien carga un peso invisible?” Enseguida la ignoro. Preguntas sin sentido. Desearía ser capaz de recibir algún consejo útil del caballero en el espejo, pero no está allí. Nunca ha habido nadie allí.

Cuando termino de pensar en todo esto regreso a mi ataúd para que los sueños se lleven lejos su recuerdo.

“¿Alguna vez volveré a tener una oportunidad así?”

Con resignación arrastro sobre mí la tapa de madera ya caída por el uso, quedando en total oscuridad.

“¿Quién sabe? Después de todo, yo sólo salgo de noche.”




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