Microhistorias

Sobre la faz de las aguas

GÉNESIS UNO DOS

— ¿Dios es hombre o mujer?


Al escucharme el padre se atoró con la sopa. Tuve que contener la risa. Me lanzó esa clásica mirada de desaprobación. Sin embargo, respondió con la mayor naturalidad:


—Ninguno. Esos son conceptos humanos. Lo más parecido para describir su relación con nosotros es la palabra “padre”. Por eso las escrituras se refieren a Dios como “Él”.

 

— ¿Entonces quién es nuestra madre?


Noté pánico en sus ojos. Comenzó a mirar en todas direcciones, luego apuntó al suelo.


— ¿Esa baldosa? — reí.

 

—No, Karen. La tierra. En el sentido de que a partir de ella fuimos creados. Pero sólo existe un Dios.


Terminamos de almorzar en silencio. Quisiera contarle pero no puedo, eso lo destrozaría y él es el único amigo que tengo. El único de su oficio que responde mis preguntas sin escandalizarse.


Al regresar al apartamento vi a Dios recostado en el piso desechando la quinta lata de cerveza.


—¿Quién es nuestra madre?

 

—Ni idea. Cuando llegué sólo había agua y tinieblas. ¿De dónde salí? No lo sé. Estaba asustado así que hice la luz, el resto ya se sabe.


Suspiré y cerré la puerta. Cada día escuchaba algo que realmente no quería saber. Era agotador.


—Necesito que te vayas.

 

—Todavía no puedo. Karen, por favor, este mes pagaré el alquiler.


No respondí. Agarré unas cervezas y me fui.


Siempre me pregunto si debería pensar mucho en estas cosas. Al final me digo que es sólo una alucinación que tengo desde pequeña y lo dejo pasar.




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