Microhistorias

Relatos de un martes

El color que falta

Defendí mi orgullo un martes, en estas mismas calles que durante décadas han absorbido la sangre derramada por el odio: cada uno de nosotros tomó un color y tomados de las manos las pintamos de amor. Nada más falta el blanco de la paz. Si lo ven por ahí, si logran encontrarlo algún día, este país terminará de sanar sus heridas.

El último arroz

Se me pasó el arroz un martes, me desplomé sobre el suelo y comencé a llorar. Cada equivocación mía equivalía a un nuevo castigo, una nueva marca de fuego sobre mi piel. Mas esta semana será diferente, pues en un descuido de ellos logré llegar al estante y robar un pequeño frasco con líquido azul adentro, el mismo que ponían en mi plato cuando se aburrían de mí. Este será el último arroz. Este será su último martes.

Feliz Cumpleaños

Le puse la guinda a mi pastel un martes. Me lo comí sola, entre lágrimas, observando la decoración con tanto empeño colocada que nadie más verá. El silencio era insoportable, el vacío era abrumador. Cogí el cuchillo y reventé todos los globos, arranqué todos los listones con las uñas, grité y canté la canción de cumpleaños más triste que el mundo jamás escuchó. Finalmente tomé cada vela, una por una, y se las presenté a cada mueble, cada cortina de mi casa para que se dieran un beso y tuvieran una bonita historia de amor. Mientras lo hacía vi reflejado en la ventana un rostro destruido por la ira, embarrado de maquillaje y pastel que me horrorizó. Caí en cuenta de todo e intenté escapar pero ya era demasiado tarde, no podía respirar. Como tantas otras veces, todo se volvió negro.

 




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