Microrrelatos para macromomentos

Equivocación a la gallega

—Por supuesto que no queremos que pase eso —puntualizó nuestro paciente profesor de gaita al compañero de mi izquierda sin dejar de presionar con el antebrazo derecho la inflada bolsa de su instrumento, consiguiendo de ese modo su propósito: enseñarnos cómo producir un sonido agudo y continuo sin la necesidad de tener que seguir soplando.

El traje regional gallego —el cual no venía incluido dentro del abusivo precio del curso— me quedaba pequeño y los calzones asfixiaban mi entrepierna; la camisa, excesivamente almidonada (y que nos obligaban a llevar abrochada hasta el último botón), abortaba al instante cualquier intento que hiciese mi cuerpo por transpirar un poco; de las polainas, ya ridículas de por sí, colgaban unos cascabeles cosidos a todo su alrededor que hacían muy difícil entender lo que el profesor estuviese explicando en cada momento; el suplicio de tener que andar con zuecos de madera merecía por sí solo un documental aparte.

—¡No perdáis nunca el ritmo que marca el pandero! —elevó la voz el profesor por encima del guirigay sonoro.

El curso “Muñeiras: Nivel 1” tenía una duración de seis meses. Y pese a que sólo llevábamos dos semanas, ya tenía la impresión de que habíamos traspasado los límites de la eternidad y que mi conciencia se perdía en los albores de la propia existencia; pero era demasiado tarde para abandonar.

Para empezar, ya había abonado los 500€ que costaba el curso.

En segundo lugar, porque la gaita, no incluida dentro del exiguo material que aportaba la escuela, me arrancó, de segunda mano, otros escandalosos 800€.

El tercer motivo fue que, entre el viaje a Galicia para adquirir un auténtico traje regional —requisito indispensable si se quería asistir a las clases—, vuelos de avión, estancia de cinco días en un hotel hasta que el sastre dio el traje por terminado, el propio traje, etc., me obligaron a tener que pedir un micro-crédito al banco.

Y cuarto, y sin duda el factor más relevante, es que esta dura prueba a la que me estaba sometiendo la vida me serviría de lección, de ahora en adelante, para fijarme en las cosas como mínimo dos veces, porque no es lo mismo leer “Muñeira” que “Capoeira”.

 

 



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En el texto hay: humor, relatos, microrrelatos

Editado: 16.04.2020

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