Miedo del monstruo que azota mi hogar

Miedo del monstruo que azota mi hogar

Él era una bestia esclava de sus impulsos y a casa me solía dar miedo llegar, si me pidiesen hablar de la primera vez que lo vi transformarse y azotar nuestro hogar, diría que no lo recuerdo, pero, desde que tengo uso de razón he podido observarlo destruir todo a su alrededor, gritar, rugir e insultar, mis memorias van al día, que veía a mi pequeña hermana siendo una bebé, nosotras huyendo y nuestro refugio en la casa de mi abuela, al día siguiente mi papá nos vino a buscar, con flores en mano y disculpas a mi mamá.

Regresamos otra vez a nuestro hogar, muchas veces más volvió a ocurrir, pero nosotras no volvimos a huir, no hubo flores ni disculpas otra vez, pero al día siguiente del azote, papá se despertaba temprano y hacía el desayuno para mamá.

Aún recuerdo claramente aquella navidad, mi pequeña hermanita apenas aprendía a corretear, emocionadas entramos a casa y recogimos los regalos de esa época especial, no había ni siquiera tomado el mío cuando los gritos empezaron otra vez, mi madre entre risas riñó a mi papá por dejar la bolsa de comida afuera y meter la bolsa de la basura, entonces volvió a pasar.

Papá se volvió a transformar y gritar, tiró los muebles y trató de golpear a mamá, con su juguete abrazado y de la mano de nuestra madre volvimos a huir, hacía mucho que no sentía seguridad en ese hogar, temía a los gritos y a papá, le decíamos a mamá que hablase bajito y no le dijese nada para que no se volviese a transformar, con la vista fija en la mesa de planchar, en la que un cuchillo clavó luego de engullir una hallaca, que horrible era la navidad y que aterrador era esa bestia a la que le decíamos papá.

El tiempo ha pasado, aún mi mamá no le ha denunciado, anoche fueron mis quince años y después que la fiesta hubo terminado, la bestia resurgió, atacó a mi mamá y con el cucharón de acero la atacó, trató de matarla y por querer salvarla me golpeó, nos ocultamos en mi habitación y aunque casi no puedo mover la mano del dolor, sólo pienso en que si no hubiese actuado a tiempo, nos la habría arrebatado de un golpe en la cabeza con ese pesado cucharón sopero.

Al día siguiente, una vez más no hubo disculpas, no hubo denuncias y como si ella fuese la victimaria mira a mamá con rencor, no le habla y la trata con indiferencia, como si la culpable fuese ella, como si la bestia fuese ella, con la mano adolorida aguanté mi dolor, sin saber que, en un futuro aunado a mi trabajo, apenas terminase la adolescencia, me atacaría el túnel carpiano.

Hace poco cumplí diecinueves años, trabajo como auxiliar de enfermería nocturna y desde la mañana hasta después del mediodía estudio para poderme profesionalizar, mi madre me ha llamado, mi padre está enojado porque descubrí en su Facebook a su amante y le he escrito que respete el matrimonio de mis papás.

Estoy cansada por toda la noche trabajar, las clases fueron pesadas y aunque quería llegar a descansar, hacer tareas y estudiar para un parcial, sé que borracho estará y lo más probable es que se volverá a transformar; Como de costumbre apenas llegar a la casa el olor a tabaco y alcohol mi fosa nasal empezó a inundar, puedo escuchar los gritos e insultos, su rabia y sé que es cuestión de tiempo que se vaya a transformar, no lo pude soportar más y le grité.

_ Sí la insulté, sí, le dije que tan vieja y ridícula metiéndose en el matrimonio de mis papás, pero en vez de venirme a gritar, deberías sentir vergüenza y con mi madre irte a disculpar.

No lo había esperado y por primera vez no golpeó a mamá, en vez de ser por accidente como muchas veces atrás, con ganas e ira me volteó la cara de un cachetón, mi cara escoce de dolor y siento un sabor metálico recorrer mi lengua, las lágrimas inundan mi rostro y aunque hay dolor, no es por el golpe, duele, pero no tanto como esa presión en mi corazón, no tanto como el dolor que recorre mi alma por la traición.

Antes de que se ensañara contra mí, mi madre lo alejó enojada, ella por primera vez sacó sus garras y lo enfrentó, sin embargo, esa bestia tomó aquel ventilador verde manzana (el color favorito de mamá), que con tanto amor había reunido y al fin comprárselo en su cumpleaños pocos meses atrás, para estrellárselo en la espalda y así el tétrico sonido sus vértebras inundó el lugar. Le empujé y rápidamente marqué en mi teléfono una llamada a la policía.

Aunque el corrió y se escondió, la policía se burló y me respondió que nada podían hacer, aunque gracias a Dios no escuchó la conversación y por el temor huyó, una semana desapareció y luego volvió, con el rabo entre las piernas, conmigo se disculpó y todo volvió a estar en calma por un corto periodo de tiempo.

Mi madre no volvió a ser la misma y tiempo después la relación se disolvió, yo conocí a un hombre especial que no bebía, me amaba y respetaba con locura, de casa me fui y al fin me sentí segura en mi nuevo hogar.

Por a esa bestia llamada papá querer ayudar, mi embarazo no pude disfrutar, en vez de mamá, era a mí a quién insultaba y en poco tiempo la depresión de mi juventud me volvió a inundar, a pesar de la ayuda que le prestamos, aprovechó que durante nuestra etapa más dura (en cuarentena) no teníamos dinero para el alquiler pagar y aunque un solo día en su pieza llegamos a estar, con quince días de recién parida y sin poder caminar, consecuencias de un postparto que casi mi bebé y yo no podemos contar, al pedirle que no raspase con un tenedor mi sartén antiadherente, sin remordimientos me corrió de allí con gritos e insultos.

Años han pasado ya y nunca más nos volvimos a hablar, tengo miedo de que esa bestia se vuelva a transformar, no lo quiero cerca de mi hogar y hace poco me he enterado que en casa de sus familiares a estado, llegó sin nada y como nosotros, lo ayudaron, pero, después que su madre le hizo el café y el desayuno le dejó comer, esperó que se durmiera y de la casa escapó, robándoles cientos de dólares que ellos habían ahorrado y llevándose también del trabajo que una noche atrás había estado.




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