Mil Cosas

3

No quiero tu lástima...


Primer día de clases, guau, que emoción. Nótese mi sarcasmo.

Me levanté porque no me quedaba de otra, anoche me dormí tarde y hoy me tengo que levantar a las seis de la mañana, bufé porque el sonido que me puse como alarma era muy ruidoso y produjo que me asuste cuando empezó a sonar.

Puta alarma. Ni había comenzado mi día y ya estaba renegando.

No estaba acostumbrada a levantarme tan temprano porque en mi antigua escuela iba de tarde, pero acá era diferente, cambié de un día para otro mi rutina y me costaba bastante.

Me levanté de la cama y fui a bañarme, salí del baño y me busqué la ropa que me iba a poner para el primer día de escuela. Por lo que decía el pronostico de Google hacía un poco de frío, no mucho, era una brisa de otoño, ni muy fría, ni muy calurosa.
Me puse un jean blanco roto a las rodillas, una remera que me quedaba ajustada al cuerpo con mangas largas de color gris y dejaba al descubierto un poco mi abdomen. En los pies me puse unas zapatillas Converse todas blancas.
Me acerqué a mi escritorio y me maquillé: rímel, rubor y brillo labial transparente, quería estar natural. Me pasé el peine en el pelo y me puse crema de peinar para que se me armaran los rulos, y por último los lentes. Sonreí frente al espejo para convencerme de que me gustaba cómo me veía.

Bajé una vez lista y estaban desayunando los chicos, Mau no, habrá empezado a trabajar desde temprano. Era uno de los dueños de la clínica más importante de la ciudad. Después de desayunar, otra vez, Thiago estaba callado, raro, odiando la vida y a las personas, nosotras hablábamos de cualquier boludez y cuando se hizo la hora de irnos, Iván, el novio de Mar nos pasó a buscar y nos llevó. No entiendo para qué lo molesta si podemos irnos solas. Llegamos y ella me guió hasta mi aula, tocó el timbre y entré, no sabía bien dónde ubicarme pero tenía que ponerme en algún lado, cuando iba a tomar asiento, el profesor de Inglés me dijo que esperara así me presentaba frente a todos. «Que vergüenza» pensé. Una vez que me liberó, tomé asiento en el segundo banco de la fila de la izquierda del lado de la ventana.

Una chica se sienta al lado mío captando mi atención, su pelo y sus ojos eran de color negro y su piel era blanca, me sonríe y me extiende la mano para después hablarme en un susurro —. Soy Leonora Benítez.

—Virginia Córdoba. —acepté su mano con una sonrisa.

Después de presentarnos la clase empezó.
Nunca me gustó Inglés y nunca lo entendí, tuve la mayor parte de mi vida esa materia y es demasiado difícil. Al menos para mí.

Cuando sonó el timbre indicando que el recreo había empezado, con mi nueva amiga, o compañera, salimos al patio, nos conocimos un poco;

Las seis horas pasaron y ya tenía que salir, se me pasó volando el horario, cuando salí del edificio tenía que ir a esperar a Martina para irnos juntas, pero en vez de a ella lo vi a Thiago, estaba un poco lejos, tres metros, quizás, nos quedamos viéndonos hasta que reaccioné y me acerqué a pasos decididos.

—¿Nos vamos? —pregunta una vez que me acerqué, no vi el auto por ningún lado, se me hizo raro porque dudo que haya venido a pie.

—Mi prima todavía no salió. —le comenté señalando tras de mí con los ojos entrecerrados por el sol.

—Vine por vos porque ella me mandó mensaje diciéndome que se iba con Iván. —me comenta.

¡Nooooo! Esta traidora no me dijo nada, al menos me lo tendría que haber comentado para prepararme mentalmente para irme a solas con él.

¡Existen los mensajes de texto ¿y no pudo avisarme?!

—Tranquila que no muerdo. —dijo invitándome a irnos, sin embargo, me quedé con los pies clavados en el suelo.

Estaba nerviosa, nos llevamos como perro y gato, ¿enserio confía mi tío para que nos vayamos los dos solos? Claro está que en él confía. ¡Vamos! No seas dramática, quizás los minutos en los que estemos arriba del auto nos ayude a mejorar nuestra relación. ¿Tan patética soy que tengo miedo de irme a solas con él?

Asentí y me di la vuelta para caminar pero él, más rápido, me agarra de la cintura y me gira de una manera súper rápida que ni vi sus movimientos, ¿en qué momento quedamos tan cerca uno del otro? Nos miramos a los ojos.

—¿A dónde vas? —pregunta soltando mi cintura.

—Al auto. —respondí obvia, seguíamos en esa cercanía peligrosa, mierda, el pendejo está malditamente bueno. Está bien, ¿quién podría negar que es un dios griego? ¡Lo es! Solamente un ciego no se daría cuenta y bueno, yo soy mujer, no ciega ni boluda.

—Para el otro lado está estacionado. —me indica y se separa.

Tragué hondo y lo seguí. Casi que corría para alcanzarlo porque dos pasos suyos conforman uno mío. Subimos al auto y el silencio se apoderó de nosotros.

—Tranquila que no te voy a descuartizar. —dice una vez que arrancamos a la casa.

—Tengo motivos para pensarlo, ¿no?

—¿Como cuáles?

—No te conozco. —respondí sin poder sacar la tensión de mi cuerpo.

—Princesa, si te quisiera hacer algo malo, ya te lo hubiera hecho.

Tiene su punto, es verdad, Thiago no me haría nada, le debe mucho a mi tío como para matarle a la sobrina.



#6836 en Novela romántica

En el texto hay: amorodio, desamor

Editado: 24.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.