Mil Cosas

12

Lo que me hizo sentir

 

Miércoles a la tarde salía de la escuela en medio de Mar y Leo, quienes no paraban de hablar de los chicos, Leo le había comentado a mi prima que le gustaba Erik y esta se puso contenta como si le estuviera pasando a ella.

Llegamos al estacionamiento y despedimos a mi amiga que se iba en auto, manejando ella, al volante era un peligro, —solamente imagínenme a mí manejando sin saber hacerlo y sabrán de lo que estaba hablando—. Reí en silencio por mi comentario mental y después seguimos caminando hasta nuestro medio de transporte.

Subimos y ella prendió la radio antes que el motor, como era su costumbre.

—¿Vos estás bien, reina?—me pregunta después de unos segundos en silencio. asentí—. Bueno, avisale a tu cara porque no parece.

—Últimamente ando muy estresada. Es normal: estamos en el último año, tres millones de responsabilidades, trabajos, evaluaciones, etc. Y muy poco tiempo para descansar.

Respondí con la voz apagada. Todavía no dejaba de pensar en lo que había pasado ayer, ya era la segunda vez que estaba a punto de besarlo... Es demasiado para mi pobre coranzoncito.

—¿Solamente eso?—pregunta con curiosidad. Sé perfectamente a dónde quiere llegar, la conozco como si la hubiera parido, pero no le di el gusto de lo que ella quería.

—El día que esté así por otra cosa, te aviso.—le respondí con una sonrisa irónica.

—No boluda,—dice con frustración—, hace tiempo que pasa algo más pero sos una tumba, no decís nada, se supone que somos mas amigas que primas, y las amigas se cuentan todo. De chicas éramos re unidas, ¿por qué no podés confiar en mí ahora?—me reprocha.

—Mar, justamente, no hay nada qué contar, sino ya te lo hubiera dicho, creéme, confío más en vos que en cualquier persona, pero no pasa nada. Lo único en lo que me preocupo ahora es en terminar este bendito año y así después seguir mis sueños, es todo lo que quiero y pido. —terminé mi mini discurso para dejarle en claro que no pasa nada. Aunque ni yo me lo creía.

No puedo decirle nada a ella porque ni yo tengo en claro qué me pasa, para hablar al pedo, prefiero callarme hasta tener la mente clara.

Y... Quizás el corazón.

Llegamos a la casa y bajé lo más rápido que las piernas me dieron, pero disimuladamente para que no crea que me estaba escapando.

Cuando entré justo de la cocina salía el monumento más hermoso del mundo.

«Basta Virginia, controlate» me ordené mentalmente.

Carraspeé la garganta y se acercó ya que yo me quedé estática en mi lugar, como si estuviera clavada al piso.

—Hola, princesa.—me saluda con un beso.

—Hola.—respondí con la voz casi inaudible, y ni hablar de lo nerviosa que estaba.

En ese momento entró mi prima, lo saludó y cuando pensé que estaba a salvo, no, ella sube las escaleras con la vista en el teléfono y sin darse cuenta de que a mí me podría agarrar un ataque cardíaco por dejarme a solas con él.

«Calmate, Virginia, no es para tanto» intenté convencerme mentalmente.

Solamente estamos los dos, solos en la oscuridad del living, yo clavada como una planta y él, enfrente mío con sus manos en los bolsillos, que... ¡Dios! Se veía como un dios griego. Hermoso, espectacular.

«Mejor dejemos de pensar, va a ser mejor para todos».

Sí, por primera vez coincido con mi subconsciente.

Vuelvo a verlo ya que estaba evitando a toda costa cruzarme con su mirada y le sonrío nerviosa.

—¿Vamos?—pregunta de la nada. Miro para mis dos costados sin entender qué quiere decir con eso y por qué usó el tono plural, ¿había quedado con él y no me acordaba? Lo dudo.

Dudo de mi tremenda falta de memoria.

—¿A dónde?—pregunté arrastrando la pregunta.

—¿Cómo "a dónde"? hoy es tu clase de conducir, ¿o te pensabas que zafaste? No princesa, nadie zafó.—dice con tono divertido y advertiéndome mientras niega con el dedo índice.

Tragué hondo para no fallecer y asentí.

—No... No sabía que íbamos a seguir con las clases.

¿Y cómo iba a imaginarme si hace dos días está raro? Yo adivina no soy.

—Pues sí. —dice con una sonrisa de labios apretados. Dejé la mochila en el sillón y volví a salir de la casa, pero esta vez con su compañía.

Subimos al auto, yo de copiloto, por supuesto, y salimos para la colectora del otro día.

—¿Cómo estás? —pregunté moviendo levemente la cabeza para el costado y así poder ver su perfil perfecto y sexy.

«¡Basta!» gritó mi Virginia interna para que me concentre.

—Bien, ¿por qué la pregunta? —indaga extrañado y curioso.

—No... Digo, porque... Como estuvimos raros estos días y...

—Casi nos besamos. —me quedé helada por la naturalidad con lo que dijo aquello. De pronto se me olvidó cómo hablar, solamente soltaba puros balbuceos.

No quería entrar en eso, muchos menos acordarme justo de eso ahora que estaba en el auto con él porque era capaz de saltar por la ventana, lo juro.



#6866 en Novela romántica

En el texto hay: amorodio, desamor

Editado: 24.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.