Mil Cosas

17

Un lugar para soñar

 

Los días pasaron y ya estábamos a mediados de agosto, el frío seguía pero no tan pesado como pleno julio. En el único lugar en que podía estar sin tanto abrigo era dentro de la casa gracias a la chimenea. Y cuando no estaba prendida era un lugar muy frío.

Me levanté y fui al baño para darme una ducha e ir a la escuela. Después de quince minutos salí en toalla.

Supuestamente Mar, deja de nevar en septiembre. Y ahora que lo pensaba, desde que empezó a nevar no pude disfrutar de la nieve como realmente me hubiera gustado.

Tenía que ponerme algo abrigado para ir a la escuela, busqué en el placard, hasta que me decidí unos cinco minutos después.

Me puse un jean azul, un buzo negro de algodón, y en los pies unas botas marrones con pelo por dentro. Me maquillé con rubor, rímel y labial rosado. Después me peiné el pelo para ponerme un gorro y por último me miré al espejo y le sonreí a mi reflejo.

Bajé las escaleras con el teléfono en mano mientras revisaba los mensajes del grupo de WhatsApp de mi curso, y cuando estaba por llegar a la planta baja, choco contra un cuerpo. No necesitaba levantar la cabeza para saber que se trataba de él, su perfume, su pecho duro y bien formado, y aun así, levanté la cabeza encontrándome con sus ojos verdes.

—Buen día. —dice sujetando mi cintura para que no me caiga por el impacto de chocar contra su cuerpo.

Le devolví los buenos días y ambos fuimos a la cocina a desayunar, desayunamos como muy pocas veces lo hacíamos: los cuatro juntos.

El tío entraba a trabajar a las ocho de la mañana, y Thiago no tenía trabajo. Últimamente después de llevarnos a nosotras a la escuela se iba a otro lugar, el cual, era desconocido para mí, y sabía de eso porque a la vuelta nos llevaba Iván, últimamente estaba pasando él por nosotras, haciendo que yo, desde el asiento trasero, me sienta en muy mal tercio. De vez en cuando mientras él manejaba y ponía su mano en la palanca de cambio, Mar ponía su mano sobre la suya y él se la agarraba para besar sus nudillos. Y cuando llegaba a la casa, Thiago llegaba una o dos horas más tarde. No es que lo estuviera controlando, pero hace dos semanas que estaba en la misma rutina y no decía nada cuando llegaba, pero no se veía mal, sino contento, y con un brillo en los ojos. Haciendo que de pronto, un nudo se forme en mi garganta.

¿Qué es lo que estaba sintiendo con eso?

«¿Celosa querida?»

Atacó mi subconsciente.

¿Por qué debería estar celosa? No creo que tuviera motivos para estarlo.

«Quizás porque estás pensando que está viéndose con una chica»

Maldita subconsciente. Digo, en caso de que así fuera, no tengo motivos tampoco. Él y yo no somos novios. Sí compartimos uno que otro beso y... quizás me muera por volver a besarlo pero...

Alejé todos esos pensamientos cuando mi teléfono sonó avisándome de que un mensaje me había llegado.

Estaba en casa después de la escuela, sola sentada en la mesada de la cocina, con mis codos en esta mientras tomaba mate. No me había cambiado la ropa con la que me fui al institut0, preferí quedarme así hasta la noche así me bañaba y directamente me ponía el pijama.

Abrí el mensaje y cuando vi su nombre en la pantalla, un escalofrío recorrió mi cuerpo.

 

«Hola, Vir, sé que lo nuestro no terminó de buena manera, y te pido perdón. A veces soy impulsivo y me dejé llevar por el enojo y la angustia de saber que yo nunca tuve tu corazón, y que todo este tiempo le perteneció a otro. Entiendo que te asusté la última vez que hablamos, pero creéme que no planeaba hacerte nada, solamente quería asustarte para que no me dejaras... Pero sé que fui un imbécil con todas las letras, pero te pido perdón. Te pido perdón porque siempre te amé, en toda nuestra relación, fue la única verdad que siempre te dí»

Me quedé analizando lo que acababa de leer mientras seguía absorta en las palabras que él me dedicaba en un texto. Tenía uno de mis codos apoyado en la mesa y mi cabeza descansaba en mi puño mientras que en mi otra mano tenía el teléfono abierto en su chat mientras seguía repasando cada una de sus palabras escritas.

—¿Qué hacés prima?—pregunta Mar entrando en escena y yo aparto mis ojos de la pantalla para verla a ella y sin decir más, le extiendo el teléfono para que lea las palabras escritas y cuando ve su nombre en el chat, sin mover su cabeza, alza sus ojos por encima del móvil y me mira para después concentrarse en aquél mensaje.

—No le contestes. No le llames, ni tampoco le hables en la escuela. —dijo a modo de orden—. No está arrepentido, Vir, lo único que te pido es que no seas ingenua, él...

—Quizás no quiso lastimarme. —respondí comprensiva a lo que decía el mensaje. Ella se quedó viéndome sin pestañear—. Yo le fui infiel. Quizás no de una manera física, pero el pensar en otro ya es un acto de infidelidad. —sus ojos parecían penetrar en lo más profundo de mí para analizar si no había perdido la cabeza, porque con esa mirada estaba viéndome ahora.

—¡Por favor, Virginia!—salta con sarcasmo—. Dejá de verle el lado bueno a todo el mundo. Daniel quiso abusar de vos, y no lo hizo porque Leo y yo llegamos a tiempo. Si de verdad te quisiera como decía el mensaje, no te hubiera tratado como te trató, ni hubiera intentado tocarte sin tu consentimiento. —remarcó el “tu” señalándome con el dedo índice—. Que yo sepa, eso no es el amor, Virginia, y aunque vos seas inexperta en ese asunto, sé que también sabés el significado de esa palabra...

Se detuvo en seco a medio discurso cuando escuchamos el sonido de la puerta de la cocina abrirse de golpe, ella se dio la vuelta y yo me estiré para ver detrás de ella y ahí lo vi a Thiago. Se quedó viéndonos sin una expresión en su cara, sus ojos viajaban de Mar, hacía mí. Así sucesivamente un par de veces.



#6707 en Novela romántica

En el texto hay: amorodio, desamor

Editado: 24.03.2024

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