Mil Cosas

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Promesas de un amor eterno

 

Me levanté a las seis de la mañana, bajé las escaleras descalza y con cuidado de no despertar a Thiago, llevaba puesto un short gris de tela y una remera suya de color negra. Mi idea era hacerle un desayuno, hoy era su cumpleaños y quería hacerlo sentir especial, así como lo hace él todos los días conmigo.

Anoche nos vinimos a dormir a nuestro boulevard, mi tío me había dejado faltar a la escuela hoy, pero me obligó a pedir las tareas del día para no atrasarme, por suerte la tengo a Leo, que es la mejor y puede pasarme los apuntes.

Y por supuesto, nada de esto a mis padres.

Esa fue su única condición.

Me permitió que faltase a la escuela porque sabía que a Thiago le haría bien esta escapada, y cabía la mala suerte de que su cumple no haya caído un fin de semana;

Lo que hice primero fue la torta. Y después iba a preparar el desayuno, y quería que su torta sea sorpresa.

Iba a hacerle la misma que me hicieron a mí: la deliciosa chocotorta. Cuando la terminé la llevé al freezer porque congelada quedaba más rica. Al menos para mí.

Cuando terminé me concentré en el desayuno; hice primero las tostadas con pan lactal, cuando las terminé fui untándole queso crema y le puse frutos rojos arriba y las coloqué en un plato de porcelana de color blanco. A mi tío le conté mi idea para el desayuno y me prestó plata para comprar las cosas. Los ingredientes de la chocotorta los compré ayer a la tarde con Mar y los guardé en mi mochila para que él no viera mis intenciones. Y las cosas para este desayuno si las compramos juntos, yo lo convencí para que quedara ya para varios días. Total, que más daba si literalmente íbamos casi todos los días, ya de paso nos quedaba para no tener que salir seguido al almacén. Que por cierto, no quedaba cerca.

Cuando terminé el desayuno, esperé a que él se levantase, no quería interrumpir sus sueños.

Decidí mandarle mensaje a Mar para matar el tiempo.

«Recién terminé de preparar el desayuno para Thiago. ¿Todo bien en casa?» Escribí.

«Ay, como se nota que estás enamorada, ¡son las ocho y media de la mañana! ¿Tan enamorada estás que hacés esos sacrificios por amor?»

Sin embargo, esa fue su respuesta. Me la imagino gritando y casi puedo leer su tonito sarcástico a través del mensaje.

No era de mala,  pero no entiendo como Iván no le reprochó su poco romanticismo, todavía.

«¿Vos no harías eso por tu novio? Él te ama y claro está que haría ese sacrificio de levantarse temprano, solo por vos. Ese es el precio del amor. Sacrificar incluso horas de sueños para hacerle el desayuno. Esa sería como una gran muestra de amor por tu parte ya que levantarte temprano, más en los fines de semana, es un gran sacrificio para vos»

Escribí, ella odia que le escriba demasiado, y más cuando le digo cosas que ella ya sabe.

No tardo mucho en obtener una respuesta por su parte.

«No, él sabe que yo no haría tal cosa. Y aun así, me ama por lo que soy. Y hoy no me quedó de otra que levantarme temprano porque tengo que ir a la escuela mientras vos estás de luna de miel, yo soy acá la estudiosa y vos la vaga» escribió y a lo último añadió el emoji de los ojitos acusadores.

Reí y después le contesté.

«No soy vaga, ambas sabemos que soy la más estudiosa de las dos; aparte, era algo que Thiago quería: pasar el día juntos en la cabaña, y mi tío lo entendió. Y además a él le hace bien despejarse, y este lugar ayuda»

No tardó mucho en llegarme su respuesta.

«Como sea. Pero sos tan adorablemente cursi que me dan ganas de besarte. Pero lamentablemente, no soy tu tipo»

Reí ante su mensaje, ella siempre juega así, y tenemos bastante confianza entre nosotras que no hay problema, y si mi tío no tuviese claro que a ambas nos gustan los chicos, pensaría locuras por los comentarios de su hija.

«Vos también tenés tus días cursis. Deberías implementarlos más con Iván. Porque él está que se muere por tus huesos y vos no sos muy demostrativa»

«Pero él sabe que lo amo como a nadie. Y sabe que soy muy carente de afectividad a la hora de demostrar mi amor»

Negué con una sonrisa y le dije que hablábamos después porque escuché los pasos por las escaleras.

Apenas lo vi asomarse por la arcada de la cocina , fui corriendo y lo abracé.

—¡Feliz cumpleaños, mi amor!—dije besuqueándolo. Lo escuché reír. Lo que daría por escucharlo reír así, tan feliz y tan lleno de vida todos los días.

Cuando me bajé, vi una preciosa sonrisa en sus labios. Agarré su cara entre mis manos y lo besé de nuevo.

Estaba sin remera y con un pantalón pijama.

—Gracias, princesa.—dice y besa mi frente—. ¿Qué huele tan bien?—pregunta.

El olor del café se impregnó en toda la casa, era un aroma delicioso.

—Hice tostadas con queso crema y frutos rojos y café. Aprendí a usar la cafetera.—dije con una risita nerviosa.

Me besa y nos sentamos  desayunar.

La mayor parte del desayuno la pasamos en silencio, pero era un silencio cómodo, de vez en cuando lo veía y una sonrisa se escapaba de mis labios, en otras ocasiones nos dábamos un beso corto y en otras, tocábamos la mano del otro que yacía arriba de la mesa. Después hablamos de diferentes cosas, nos reímos, de vez en cuando nos decíamos “te amo”, y yo, como la pesada que era le repetía “feliz cumpleaños” cada diez minutos.

Terminamos el desayuno y después nos pusimos a mirar una serie en Netflix, hicimos pochoclos y me acurruqué a su lado para ver. Era una serie que no la había visto nunca, se llamaba “Engaños” o algo así. Nos vimos toda la temporada ya que no era muy larga, y después nos vimos una película titulada “Un Cuento Perfecto” basada en un libro, no lo leí, pero sabía de su existencia.



#6667 en Novela romántica

En el texto hay: amorodio, desamor

Editado: 24.03.2024

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