Mil Cosas

23

Sentí la magia

 

—Ella siempre fue mi cómplice en todo.—recuerda con una sonrisa—. Mel... siempre me apoyaba, estaba conmigo para distraerme siempre que mis padres se peleaban... Y sí, la extraño. Mucho. Y..., en ocasiones la escucho, , quizás suene a que estoy loco, no sé, o por ahí son mis demonios con su voz, no sé ni siquiera si eso tiene sentido. —dice aquello último con un suspiro. Estaba frustrado. Agobiado. Y recordarla le hacía bien, le acaricié la nuca y lo abracé.

Estábamos solos en la cabaña sentados en el sillón, noviembre había llegado hace dos semanas y el frío se sentía un poco menos, a veces en esta época me encantaría estar en el norte. Porque siempre hace calor en noviembre, o bueno, no demasiado pero podía estar sin la necesidad de llevar tanto abrigo.

Hoy se cumplía siete años desde el accidente y la pérdida de su hermana, y me daba cuenta de que le seguía doliendo como el primer día, todo, y que la herida estaba en carne viva, o al menos apenas cerrando. Y lo entiendo. No es fácil perder a alguien que querías mucho, no es fácil que estos siete años hayas crecido con la culpa impregnada dentro tuyo, no lo era, y menos para un nene de trece años que acababa de perder a su mejor amiga, hermana y confidente en todo. Y pensar que ella tenía su edad cuando pasó lo que pasó, eso todavía debía de ser peor. No era fácil, y menos para Thiago, donde creció en un ambiente triste, oscuro y opaco, donde los padres le echaban la culpa de lo que había pasado, y era un horror. Me dolía a mí, no quería ni imaginarme a él. Me ponía en el lugar de los padres de Thiago: no es fácil perder a una hija, el dolor debió y debe de ser inmenso. Pero también me pongo en el lugar del chico que tengo acá al lado: no tendrían por qué haberlo tratado como lo hicieron. Y menos siendo los padres.

—Todavía sueño con sus ojos, de como brillaban cada vez que montaba un caballo, era la persona más feliz del mundo. Pero después... un día ese brillo se apagó, el destino me quitó su mirada, sus sonrisas, mi hermana era la persona que más luz tenía, brillaba por donde pasaba, y quien la conocía no tardaba en quererle—sonríe con melancolía y me mira con dulzura y tristeza a la vez—, lo mismo que pasó con vos. Vos sos luz, mi luz. Y con solo una sonrisa hacés que cada día valga más la pena seguir de pie. Sin vos te juro que no sería capaz. Porque me siento débil, antes de que vos aparecieras me sentía demasiado débil, hasta que de pronto te conocí. —sonríe con ternura—, y tu tío se ganó un poco más mi gratitud que antes.

Fruncí el entrecejo—. ¿Por qué?—no entendía qué tenía que ver una cosa con la otra.

—Porque me presentó a la mujer de mi vida—otra vez, otra vez iba  llorar. Me mordí el labio inferior para no hacerlo y me tiré sobre él para besarlo y abrazarlo.

—Te amo, gordo. Sos lo mejor que me pasó.

Lo escucho reír y me recibe entre sus brazos con todo el amor del mundo.

La verdad es que no esperaba mucho para este año, solamente encontrar a alguien que me quiera, alguien que quiera compartir conmigo en las tardes. Pero él... Él era todo eso y mucho más. Él era todo lo que había anhelado, su amor era incondicional.

Me habló del amor, de lo que se siente al enamorarse, que por primera vez experimentó eso conmigo, me habló sobre la magia.

«Sentí la magia, porque existe, está acá entre nosotros. Nosotros somos magia cuando estamos juntos, princesa.»

Esas fueron sus palabras.

Y la sentí.

La magia de la que hablaba la sentí.

Pero... de todo eso que me habló, de las promesas, de la magia..., nunca me dijo que no habría nada de eso sin que él esté acá, conmigo. Nunca habló del dolor, de la pérdida, nunca dijo lo que se siente perder a tu verdadero amor.

***

La Navidad es magia, unión, es felicidad, amor. Era mi época favorita del año, y lo sería siempre, pero esta vez era diferente. Me emocionaba más, era más dulce, había mucho más amor.

Estaba en la sala decorando el árbol para que esté listo para la noche.

Sí, nosotros somos especiales, armamos el árbol de Navidad estando a horas para brindar. Bueno, ¿qué se le va a hacer? Y admito que me gustaba estar ahí con mis amigos, mi tío que se tomo el día para estar con nosotros. Iván, Erick y Leo habían venido a la mañana temprano y con Mar estábamos levantadas desde las ocho de la mañana. A Thiago le había costado más levantarse, cuando llegaron los chicos se le tiraron encima, fue un momento gracioso. Y eso lo puso de malhumor, y no era por presumir, pero estaba enojado con todos, menos conmigo. Mi tío era ajeno a todo eso y solamente se reía de todos. Y negaba con la cabeza  mientras lo hacía.

La mañana y parte de la tarde la pasamos así, riendo, decorando el árbol, poniendo las luces por toda la sala, con Mar y Leo preparamos chocolate caliente al estilo americano, y nos quedó riquísimo. No era por presumir. Después miramos pelis de Navidad, si bien diría que ganábamos por mayoría pero éramos tres contra tres, pero después le hicimos puchero y los hombres terminaron por aceptar lo que nosotras queríamos. Y como recompensa le dimos un beso en el cachete a nuestros chicos.

Hacer cara de gato de Sherk era mi arma secreta, y mi favorita.

***

—Mmm... No me convence.—la cara de frustración de Leo y mía eran notables. Y Mar no dejaba de ser tan quisquillosa con los vestidos.

—¿Y este?—pregunto mi amiga por décima vez. Era un vestido corto, rosa y con volados en la parte de las mangas.

Hace cara de asco y cuando Leo da señales de querer ahorcarla, pongo mi mano en su hombro.

—¿Me imaginás a mí con un vestido rosa? Primero, me mato.—dice exageradamente—. Voy a parecerme a Barbie, que asco.—arruga la nariz.

Leo mira al cielo—. Dios, dame paz, porque si me das fuerza la mato.—reí por su exageración y negué.



#6827 en Novela romántica

En el texto hay: amorodio, desamor

Editado: 24.03.2024

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