Mil Cosas

25

Vos me curaste cuando estaba herido

 

La brisa de calor no era tan fuerte y eso me gustaba, no se sentía como en el Norte, el calor no era tan pesado.

—¿Ya le vas a decir? Estoy un poco ansioso y nervioso, no sé cómo actuar para que no sospeche. Hace tres días me mira raro cada vez que nos aparecemos juntos en tu casa. Y mi amigo no es boludo.

—Ya sé que Thiago se da cuenta, ya lo sé. Y no, por supuesto que no es boludo. Simplemente que... estoy aprovechando estos seis días para buscar la manera y el momento de darle la noticia. No quiero que sea como una noticia cualquiera.

—¿Ya sabés cómo le vas a dar la noticia?—asentí emocionada.

—Después de brindar voy a llevarlo a mi cuarto, y del cajón de mi mesita de luz voy a sacar un sobre—frunce el ceño pero después lo suaviza cuando se da cuenta de a donde iba.

—¿En el sobre va a estar la ecografía?

—No—dije obvia—. Ecografía no me puedo hacer todavía, tengo que tener por lo menos de seis a doce semanas de embarazo, pero claramente no voy a esperar tanto para decirle. Cinco días puedo ocultárselo, pero un mes y medio o tres meses no.

—Y yo menos.—aclara él. Lo miré de manera rara, ni yo supe descifrar mi expresión.

—¿Qué pasa Erick? Parecés vos la embarazada.

—No, es que no me gusta mentir, y menos a mis amigos. No quiero que Thiago piense cosas que no son.—estaba tenso.

—¿Y qué va a pensar? Somos dos amigos que pasan tiempo juntos. ¿Cuál es el problema?—pregunté despreocupada.

Niega—.Nada, olvidate.

Me encogí de hombros restándole importancia y seguimos caminando.

—Al final, ¿qué va a haber dentro del sobre?—no me había dado cuenta que al final no le había dicho nada porque terminamos hablando de otra cosa.

—En el sobre va a estar la prueba de embarazo junto con una prenda de bebé.

Asiente y nos paramos frente a una vitrina de una tienda de ropa para bebés, sonreí y tiré de su brazo para que entremos. Una emoción nueva me invadió en ese momento, pensaba en todas las compras que haría para el bebé junto con Thiago, pensé en lo feliz que íbamos a ser los tres juntitos, como sería criarlo juntos, saliendo al parque cuando sea más grande y quiera jugar en la hamaca o en el tobogán, ir a tomar un helado los tres. Simplemente... Me veía feliz con mi futuro esposo y mi hijo. Eso si, preferiría que nos casemos cuando el bebé tenga entre dos o tres años, ya iba a ser más grande y podría quedarse con mis viejos cuando nos vayamos de Luna de Miel, no iba a ser tanto trabajo para ellos porque yo pensaba en dejar de amamantarlo al año, y así sería más fácil para mi mamá cuidarlo y también tenía que acostumbrarlo a la mamadera.

Al final decidí comprar solamente unas zapatillitas de color gris ya que eran unisex porque no sabía su sexo todavía. Mamá una vez me dijo que al no saber el sexo del o la bebé, siempre había que comprarle ropa amarilla, verde on celeste. Y si fuera por mí compraría todo lo que había en esa tienda, era todo muy chiquito y hermoso.

Enamorada de cada conjuntito que veía, sobre todos de los recién nacidos. Las zapatillitas eran preciosas y al tenerlas en mi mano después de pagar, no pude evitarlo y me puse a llorar en plena calle.

Pobre Erick, no sabía qué hacer.

Me tapé la cara con las manos sin soltar lo que acababa de comprar y sentí como su mano se posaba dudosa en mi hombro.

—¿Estás bien, Vir? ¿Te sentís mal?—me ponía más mal ponerlo a él en esa situación, pobre, y encima tenía todas las mejores intenciones en ayudarme y yo no se lo estaba poniendo fácil.

Me destapé la cara y negué, él secó mis lágrimas y yo puse frente suyo la prenda.

—Son hermosas.—él suelta un suspiro de alivio y asiente con una sonrisa.

—Lo son. —dice y empezamos a caminar mientras guardo las zapatillas en mi bolso.

Llegué a casa con su compañía y estaba Leo, tanto ella como Thiago tenían una expresión de total confusión, Mar e Iván nos miraban como si nada.

—¿Otra vez se cruzaron en la puerta?—pregunta mi novio de forma irónica, ¿estaba celoso?

—No, yo estaba caminando por la catedral, y me choqué con ella, Vir venía de...

—... De tomarme un café fuera. Hace mucho que no lo hacía y necesitaba pasar tiempo a solas conmigo misma.—le seguí casi sin pensar.

Thiago asiente y ambos subimos las escaleras. Ninguno de los dos hablaba, se lo veía enojado, le seguí hasta su cuarto y cerré la puerta tras de mí.

—¿Qué te pasa?—le pregunté cruzándome de brazos.

—Nada.—dice fingiendo que busca algo en la cómoda.

—¿Nada?—repetí incrédula.

—Nada.

—¿Y por qué no me mirás entonces?—cierra el cajón, suspira y se da la vuelta.

—¿Desde cuándo vos y Erick son tan amigos?—confirmado: estaba celoso.

—Thiago, ¿Estás celoso? ¿De verdad?—pregunté más para mí, para convencerme de que no era verdad.

—Puede.—responde frunciendo los hombros.

—No tenés motivos. Vos sabés a quien yo amo, sabés que sos solamente vos, que no hay nadie más. Lo sabés. Y sigo sin entender por qué tenés estos celos tan de repente, como si no lo supieras.

Nos quedamos unos segundos viéndonos a los ojos. Suspiré y me acerqué a él ya que no tenía intenciones de dar ningún paso, ni muchos menos de hablar.

—Thiago, te amo. Esto—señalé mi anillo de compromiso—, es la prueba de eso. No va a haber nadie más, ni hoy, ni mañana, ni dentro de cincuenta años. Porque sos vos, siempre lo fuiste y lo vas a ser hasta el día en que deje de respirar. Lo prometimos, y así va a ser siempre. Nuestro amor es eterno.—señalé su pecho izquierdo, justo donde tenía el tatuaje que se había hecho por mí—. Mi corazón es más tuyo que mío. —le recordé.

Él solamente me miraba, dudaría de si sigue respirando si no sintiera su corazón latiendo desbocado bajo la palma de mi mano.

—Perdón.—dice finalmente—. Soy un poco inseguro a veces. Sabiendo que vos sos perfecta y que no sería loco si vos estuvieras enamorada de Erick, no lo sería porque mi amigo es mil veces mejor que yo, en todos los sentidos. —la mano que tenía en su pecho la arrastré hasta llegar a su nuca.



#6774 en Novela romántica

En el texto hay: amorodio, desamor

Editado: 24.03.2024

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