Mind: tu arma es tu mente

Capítulo 1: Pequeña Niña

Eran las 9:30 a.m y Neeva, emocionada, se tiró al suelo para abrir la caja con un listón azul que su padre le había puesto frente a sus narices cuando terminaba el desayuno. Apenas descubrió que se trataba de una cartuchera con acuarelas y se volvió completamente loca corriendo y danzando alrededor de la mesa de la cocina. Siempre había querido tener sus propios colores para pintar.

—¡Feliz cumpleaños, pequeña! —exclamaron sus padres.

Sin siquiera sacarse el pijama, se quitó bruscamente algunos cabellos del rostro y se sentó en su rincón a pintar rayas de distintos tonos que se deslizaron en todas direcciones. El pincel era tan grande que apenas lograba cargarlo con sus adorables manos pálidas.

De pronto se instauró un crudo silencio en la habitación, un miedo oscuro y voraz que creció y creció hasta alimentarse de la pequeña niña con cabello castaño largo y ondulado.

—¿Magnus, qué tienes? —la voz de la madre de Neeva sonaba realmente preocupada cuando se estiró hacia su marido que había caído al suelo de rodillas.

Magnus Ranger depositó sus ojos sobre su pequeña hija y se tapó la boca con sus manos temblorosas como si estuviera en shock. Susurraba palabras incoherentes y las lágrimas de pronto invadieron su mirada gélida, la desesperación se apoderaba completamente de él.

Ferida Ranger se abalanzó hacia su esposo sosteniéndolo con sus brazos lo más fuerte que pudo. Intentó ayudarlo a respirar, pero nada parecía funcionar, estaba perdido y no podía escucharla o si quiera verla.

En cuanto a Neeva, la pequeña continuaba pintando rayas púrpuras en su lienzo como si nada estuviera pasando, como si estuviera poseída y no pudiera notar los gritos alarmantes de su madre, o a su padre que de un segundo al otro, había dejado de convulsionar.

—¿Magnus?

El sujeto abrió los ojos y se tomó el pecho intentando tranquilizarse.

—La vi, Ferida. —pronunció cuando el aliento fue suficiente—Pude verla.

—¿En una de tus visiones? —la mujer jaló de sus hombros para levantarlo y Magnus, agarrándose del borde de la mesa, se sentó para tomar un vaso de agua—¿Viste a Neeva?

Él asintió con los ojos aún vidriosos.

La niña permanecía inmóvil y en silencio mientras que admiraba su obra de arte intentando encontrar lo que hacía falta para terminarla.

—LightWorld será atacado por sombras y Neeva será la clave para salvarlo, pero...

—¿Pero?

—Tenemos que sacarla de aquí, Ferida, mi hermana tenía razón, lo he visto —explicó—. Todo será un caos y si Neeva intenta salvar LightWorld...

Hubo una pausa y su madre ahogó un grito, tomando a la pequeña entre sus brazos que había comenzado a llorar.

—Si lo intenta, morirá.

❂ ❂ ❂ ❂

A ella también le costó creerlo al principio, pero no tuvo más remedio que dejarse rodear por los brazos de la realidad.

Cuando era pequeña, su padre solía contarle repetidas veces una fascinante historia que, según había notado Neeva, lo hacía llorar cada vez que intentaba terminarla.

Solía entregarle un vaso de leche tibia, galletas de vainilla y miel para luego arroparla y comenzar de esta manera:

—Una noche larga y tormentosa, dos muchachos desconocidos se hirieron entre sí a tal punto que la vida de ambos pendía de un hilo muy delgado. —se detenía de vez en cuando para tomar una galleta—De pronto una carga eléctrica muy potente se introdujo en el lago donde ambos se sumergían y destinados a encontrarse, se sumieron en un sueño muy profundo donde serían transportados instantáneamente a otra dimensión. Allí dentro, la muchacha se enterará de que no tiene más remedio que luchar contra aquellos que intentarán destruirla, enfrentando lo desconocido.

Siempre se detenía en esa parte, la más importante de todas.

—Sigue, papá.

—¿Sigo?

Ella recuerda que asentía frenéticamente con las mejillas rosadas llenas de migas de galletitas. Su padre la observaba pellizcándole la nariz de vez en cuando, e intentaba sonreír, pero por alguna razón era claro que estaba muy triste.

En eso llegaba su mamá quien abría la puerta de su hogar sigilosamente y antes de irse a acostar, siempre pasaba por su habitación para despedirse, pero esa noche fue diferente, esa noche se quedó con ellos.

—¿Qué hacen despiertos a esta hora?

—Le cuento una historia.

—¿Su historia?

—Así es...

—No creo que sea adecuado para su edad, Magnus, además que no recordará nada cuando crezca.

Magnus negó con esperanza.

—Es más lista de lo que crees, Ferida, y cuando llegue el momento, si lo que vi es correcto, estoy seguro de que nos buscará a ambos sin importar las dificultades.

Ferida se mordió el labio inferior al notar que su propio marido aseguraba cada vez más que ninguno de los dos podría quedarse junto a su niña y que su destino era uno lejano al de ella. Había estado toda la mañana trabajando junto a él para poder escapar la noche siguiente y estaba exhausta, pero aún así se sentó en el borde de la cama intentando retener las lágrimas.

Esa sería la última noche junto a su hijita.

—Pues es mi turno ahora de continuarla un rato, ¿no crees? Muévete un poco y pásame una galleta.



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En el texto hay: amor, magia fantasia, youngadult

Editado: 10.07.2020

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