Mind: tu arma es tu mente

Capítulo 3: Atisbo del pasado

Cuando Neeva llegó, por fin, al edificio de ladrillos rojizos escondido entre malezas y moho, suspiró exhausta por correr bajo la lluvia que le había helado cada uno de sus huesos.

Cuando ingresó en el apartamento, la tía Joanie le dedicó unas salvajes miradas sobreprotectoras desde la cocina en donde leía de sus desgastados libros y estudiaba los frascos que tanto procuraba mantener ocultos, aunque su sobrina jamás mostró mucho interés por saber con qué fin eran utilizados.

Le dijo algo entre dientes y de forma amarga, pero Neeva no le hizo caso, ni siquiera se dignó a mirarla porque ya estaba corriendo hacia el ático y subiendo rápidamente las escaleras oxidadas para quitarse la ropa mojada y tirarse en la cama que a duras penas tenía sábanas limpias.

Miró el techo un par de segundos y comió las masitas que había comprado ya que moría de hambre. Se cubrió con mantas hasta la cabeza y sólo bastaron unos segundos para quedarse profundamente dormida.

❂ ❂ ❂ ❂

—¡Ya! ¡Corre! —Neeva podía reconocer aquella voz gruesa y melodiosa—¡Tienes que sacar a nuestra pequeña de aquí y yo me encargaré del resto!

El sujeto corpulento y dueño de esa voz desenvainó un luminoso sable, besó a su esposa y a su hija mirándolas con mucha pena, teniendo que esa fuera la última vez junto a ambas.

Las amo con todo mi corazón.

Se puso una capucha y corrió directo al bosque a una velocidad sobrehumana internándose en él cada vez más.

Ferida Ranger, sin perder más tiempo, cubrió a Neeva con una manta negra y colocó su cabeza en su hombro para protegerla mejor. Tenían que atravesar un vacío y frío campo donde no existía nada más que el sonido del viento y la oscuridad de la densa noche. Ferida corría sin cansancio, con su respiración pesada y tosca. Era una mujer guerrera y valiente, pero algo la detuvo dejándola totalmente petrificada.

Un sonido que provenía del cielo, un aroma a quemado y de pronto pudo verlas: sombras. Miles de ellas que descendían para capturarla y matar a Neeva que tenía los ojos bien abiertos por el pánico que sentía dentro de su madre.

Ferida apoyó a su niña delgada en el suelo, sabía que sólo era cuestión de segundos para que las sombras la detectaran finalmente y atacaran. Sacó su sable que brilló intensamente y le entregó una filosa daga a Neeva que sabía exactamente lo que tenía que hacer.

Tengo que dejarte ir, Neeva. —habló Ferida con dolor acariciando las dulces mejillas de su hija—Prométeme que vas a cuidarte, que serás una niña valiente, prométeme que no olvidarás quién eres en realidad.

—Lo prometo, mamá.

—Te adoro, mi amor. —la abrazó y besó repetidas veces su frente—¡Corre! ¡Ahora corre!

Y eso hizo. Sus piernitas la condujeron velozmente mientras que portaba la daga entre sus dedos por si necesitaba usarla como su padre le había enseñado. Las sombras no intentarían dañarla, su madre era suficiente distracción para ellas que las eliminaba mientras que dirigía su sable hacia todos lados consumiendo a las sombras en fuego y cenizas.

Antes de ingresar en La Frontera, Neeva miró hacia atrás y vio a su madre suspendida en el aire, su capa azul estaba rasgada por todos lados y su cabello rubio estaba totalmente desordenado. Una gran cantidad de aquellos espeluznantes espectros se metieron en el interior del pecho de su madre, cambiando de forma constantemente para intentar poseer cada rastro de su energía.

Intentaban acabar con su vida.

La niña gritó con miedo y su rostro se transformó en una expresión cruel mientras que alzaba su daga con miles de pedazos de estrellas incrustadas en ella.

Las sombras estallaron en el cielo y todo se convirtió en un paisaje de polvo anaranjado como si la noche se hubiera transformado en un atardecer. Su madre desapareció entre la lluvia de chispas que caía y Neeva, girando la cabeza hacia La Frontera, caminó determinante hacia ella con lágrimas oscuras cayendo de sus ojos y una sonrisa llena de caos que prometía una revancha.

Abrió los ojos de un instante a otro y se los fregó para alejar el sueño mientras que intentaba amarrar en una colita el cabello desmarañado que caía sobre su rostro. Notó que seguía en aquella habitación apagada y en plena soledad, su tía continuaba leyendo sus libros en voz alta mientras que merodeaba en la cocina abarrotada de mugre y suciedad.

Se lamentó tanto por haber vuelto a la realidad que quiso intentar volver a sus sueños llenos de meras fantasías, pero no pudo volver a dormirse.

Con pereza, se colocó una camiseta demasiado grande para ella y de su banda favorita, pero antes de que pudiera tomar un par de pantalones para enfundarse las piernas, oyó un ruido de pisadas sobre su techo.

Anthony.

—¿Desde cuándo te deja salir tu tía?

Una voz en el fondo de la habitación hizo que se le erizara el vello sobre la nuca y con un gesto veloz, giró la cabeza hacia atrás para ver de quién se trataba cubriéndose su cuerpo semidesnudo con una de sus sábanas. La silueta se apartó de la ventana por donde había entrado. Por un segundo, había pensado en el chico de ojos oscuros que se había chocado al salir de Tony Booms, pero luego retiró esa estúpida idea, no había formas de que fuera él.

En su lugar, un sujeto con cabellos rubios y delgado como un fideo, se aproximó hasta sentarse en la punta de la cama, robando un cálido beso de los labios de la muchacha. Su mirada era dulce y curiosa, pero sus párpados iban caídos donde unas ojeras peculiares descansaban debajo de ellos. Siempre se encontraban ahí, nunca lo abandonaban.

Se arrojó a su encuentro, estrechándolo entre sus brazos mientras que enroscaba sus piernas flacuchas alrededor de su cintura con entusiasmo. Anthony alargó una sonrisa y una carcajada estalló en su pecho mientras que la sujetaba por la espalda baja, aún sentado sobre la cama.



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En el texto hay: amor, magia fantasia, youngadult

Editado: 10.07.2020

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