Mind: tu arma es tu mente

Capítulo 4: Tu verdadera naturaleza

—Tía, debo preguntarte algo...

—¿De qué se trata?

Ambas se metieron en una habitación casi vacía en dónde Joanie se dedicaba todas las tardes a colorear las paredes. Vestía una larga túnica púrpura llena de pintura y Neeva se dio cuenta de que había estado pintando porque las manchas en ella parecían frescas. Supo que entonces era el momento indicado para proseguir, Joanie se sentiría menos amargada que de costumbre.

—¿Algún día me dejarás salir? —ella tenía esperanzas de que la conversación tomara otro rumbo en lugar que finalizara como de costumbre.

—Ya lo hemos hablado... —definitivamente, nada había cambiado.

—En realidad nunca terminamos.

—Hay peligros fuera, querida.

—En cualquier lugar se corren riesgos, aquí dentro también, aunque no tantos...

—Aunque no tantos —repitió lanzando pintura con sus manos a la pared—, esa es la diferencia.

Joanie no era la típica tía vieja humorista y cariñosa que preparaba desayunos dulces y se encargaba de entretener al vecino con los chismes de la ciudad. A veces hacía cosas muy extrañas, es más, no disfrutaba mucho cocinar y mucho menos le interesaba el resto de la gente, sobre todo a los chismosos. Odiaba a esos últimos porque Joanie ocultaba muchos secretos que a nadie le gustaría averiguar.

—Pero esta mañana... fue asombroso. Sé que sólo me dejas salir los sábados de oferta, o en mi cumpleaños y sólo unas cuadras, pero necesito ver qué hay más allá de Tony Booms.

No.

—Joanie...

—¡Al Ático!

—¡No tía, no lo haré hasta que me lo expliques todo de una buena vez!

Era la primera vez en mucho tiempo que le gritaba así, y de repente comenzó a temblar como si la temperatura hubiera cambiado abruptamente.

Sin embargo, al ver a la mujer de cabellos recogidos y plateados con esa mirada repleta de perplejidad, Neeva intentó mostrar un poco más de coraje.

—Sólo digo...

—No hay nada que explicar, niña.

—No es verdad—insistió.

Si iba a fugarse esa noche, quería por lo menos asegurarse de todo lo que su tía había estado repitiéndole por años.

¿De qué la estaba protegiendo exactamente?

Surgió un silencio repentino donde ambas se miraron de manera intensa hasta que Joanie tomó la muñeca de su sobrina y la llevó hasta su habitación. Neeva sintió un poco de miedo.

La recamara de Joanie estaba prohibida para el ingreso de la muchacha, jamás la había visitado y por eso se quedó algo sorprendida al encontrarla tan llamativa, con una cama de acolchado de terciopelo y una biblioteca que llegaba hasta el techo. Tenía algunos que otros frascos rondando por allí y millones de piedras preciosas que al reflejar con una especie de luz creaban destellos en las paredes y el techo que también tenía algunos signos dibujados a mano. También había macetas con plantas sin flores sobre una alfombra negra brillante donde descansaba Ivwa, su gato que apenas se distinguía en el felpudo del mismo color. De una de las paredes surgía un estante con algunos instrumentos que Neeva no pudo reconocer y a su lado un espejo antiguo decorado con adornos dorados muy delicados.

Todo allí despedía un aroma tan gratificante y puro, como si todo aquello hubiera sido sacado de un cuento de hadas o de un bosque donde aún caía el rocío nocturno.

Al principio, Neeva no pudo entender por qué la había dejado entrar, pero su tía no respondió sus preguntas con apuro, sino que investigó en su biblioteca unos minutos hasta que finalmente encontró un desgastado libro de tapa dura que no tenía título.

—Siéntate, querida, es hora de que te enseñe algo.

Ella lo hizo en un extremo de la cama y su tía la acompañó mientras que abría el libro que ponía sobre sus rodillas. Neeva inspeccionaba todo con los ojos bien abiertos y encontró escrito en la primera hoja un nombre con letras alargadas y en tinta azul.

Magnus Ranger.

Su padre.

Los ojos de la muchacha se volvieron vidriosos y Joanie pudo notarlo, pero aún así no cerró el ejemplar, sino que comenzó a hablar de manera más dulce para intentar contener a su sobrina.

—Tu padre era un buen hombre, Neeva. Quizá sientas rencor, odio, furia hacia él ya que no tuviste mucha oportunidad de conocerlo, pero Magnus siempre quiso lo mejor para ti —la chica no se molestó en interrumpir a su tía, ya bastantes pensamientos la atormentaban como para comenzar una discusión—. Eras muy pequeña cuando te encontré, Neeva —Joanie miró al suelo como si el recuerdo del rostro de Neeva apareciera por primera vez ante sus ojos—Tu padre tenía una clase de ilusión, incluso mucho antes de que tú nacieras, con una teoría que explicaba que ciertas personas podían generar ciertas conexiones espirituales para poder llegar a una dimensión diferente sin necesidad de abrir un portal o de atravesar La Frontera.

Neeva enloqueció sin siquiera entender una palabra.

¿Qué era La Frontera? ¿A qué se refería su tía con portales?

Un nudo en la garganta de la muchacha no la dejó preguntar acerca de nada, jamás hablaba sobre sus padres porque lo único que hacía era recordarlos en sueños irreales, fantásticos e imposibles, o eso creía ella ya que nunca le había preguntado a su tía acerca de ellos. Joanie le hubiera explicado con lujo de detalles que se trataban de memorias del pasado, un efecto que jamás podría abandonarla.

—No sé cómo debería decirte esto, pero tú no vienes de esta dimensión, niña —algo en el corazón de Neeva estalló y sintió que comenzaba a caer lentamente—Hace mucho tiempo en un lugar llamado LightWorld, comenzó una una guerra entre la luz y la oscuridad. Miles de especies con diferentes dones luchaban unas contra otras. Para mi suerte, escapé antes de que eso pasara e intenté arrastrar a Magnus, pero no quiso hacerme caso, mi querido hermano menor adoraba su pueblo y a su gente.



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En el texto hay: amor, magia fantasia, youngadult

Editado: 10.07.2020

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