Ministerio del Tiempo - cinco libros apocrifos

Tiempo de Perdida – 1813 – Perdida por mucho tiempo - parte 5 de 8

Parte 5 de 8 — Misión de Venganza

Así, parado frente a la pizarra inteligente, parecía más un profesor universitario que el director general de una gran corporación.

Bien visto esto último es lo que era, al fin y al cabo, el puesto de director general de Darrow, o de “la corporación” como más usualmente se la llamaba internamente, era como ser docente, había que serlo de nacimiento, de modo de poder transmitir las decisiones de la forma más adecuadas para que todos las entendieran, lo mismo que en el aula.

Al mismo tiempo, era solo eso, un director general, que, como tal, tendría poder absoluto mientras los “accionistas” lo mantuvieran en su puesto, y eso dependía de una sola cosa, los resultados.

Los resultados, siempre los resultados….a veces envidiaba a la gente que dirigía, que pensaban de él muchas cosas, en general ninguna buena, pero que lo entendían como un ser todo poderoso, como un dictador acaso, independiente, sin condicionamientos… y si, así sería si no fuera por los malditos resultados.

Por su puesto sabía que no era ni el primer ni el último hombre en esa posición y que todos sus predecesores, de una u otra manera, alguna vez, se habían enfrentado a sus mismos dilemas. No solo dentro de la corporación, los reyes absolutistas de la Europa de los siglos XV a XVIII, el Inca o los emperadores chinos, los presidentes norteamericanos o los soviets rusos y tantos otros a cargo de poderosas organizaciones, todos eran juzgados en función a los resultados. La diferencia estaba en los medios que cada uno de ellos tuvo a su disposición y los tiempos históricos en que actuaron.

Si se los juzgaba cuantitativamente, sin duda ninguno había tenido tantos medios a disposición como él, pero también era cierto que los demás contaban con condiciones sociales distintas a las que enfrentaba él, los tiempos eran distintos.

A lo largo de la historia siempre hubo que tomar decisiones desagradables, a los vencidos nunca les agrado soportar las perdidas, pero, en general, había un consenso de que “el mundo era así” que “el que perdía pagaba” y era comprensible que se lo obligara a eso…

Lentamente se dio vuelta, dejando los gráficos de la pantalla a sus espaldas y encarando directamente a los otros directores de aéreas, allí reunidos, en torno a la mesa, cafés en mano.

Con gesto estudiado paso su vista sobre cada uno de ellos, viendo la incomodidad reflejada en los rostros de los más viejos y el fastidio en los de los más jóvenes.

Al final, tomando aire profundamente antes de hablar, espeto

  • Y bien señores, la situación es clara….espero sus opiniones —
  • Una invasión – empezó a decir uno de ellos
  • No es posible – contesto otro – sería demasiado onerosa y generaría un rechazo general—
  • Sí, pero ya hemos visto que no se los puede dejar solos, sistemática y reiteradamente, cuando hemos aflojado el control, han vuelto a rehacerse y la ultima vez hasta se atrevieron a atacar a uno de nuestros asociados…—

Una sonrisa general recorrió la sala ante esta última afirmación, pues todos sabían que ese “supuesto ataque” había sido una genial maniobra, pergeñada en esa sala, para poder luego proceder al desarme de ese pueblo sin despertar demasiadas suspicacias.

Sin embargo el director general no sonrió, pues el comprendió exactamente lo que el otro había dicho, pues, si bien era cierto que todo había sido un engaño, los protagonistas, por lo menos lo que fueron al frente, no lo sabían, ellos habían ido a pelear honradamente, aun cuando sabían que estaban en inferioridad de condiciones y era una guerra que no podían ganar. Y el pueblo los había acompañado, pues representaba una reivindicación nacional, la reivindicación de un pueblo arto de estar relegado, un pueblo que se sabía merecedor de mejores logros y que había demostrado estar a la atura del desafío, como otras veces en la historia, un pueblo al que había que derrotar en la mesa de negociaciones, porque hacerlo en el campo de batalla era muy costoso, cuando no imposible.

Si, el también estaba convencido que la solución pasaba por la invasión del territorio que permitiría diluir la sangre combativa de ese pueblo. Había que quebrarlo en sus raíces, pero no se podía hacer a la antigua, había que buscar nuevas maneras.

En torno a la mesa de reuniones las conversaciones se fueron caldeando, cada uno defendiendo sus puntos de vista.

Eso lo hastiaba y satisfacía a la vez. Hastiaba verlos así, como una jauría de perros hostigando a la presa, le helaba la sangre pensar que pasaría si él se convirtiera alguna vez en la presa; por otro lado, mientras las cosas siguieran como hasta ahora, era un gusto trabajar con gente tan comprometida con el trabajo. Cualquier rey, presidente, o emperador habría estado satisfecho con generales como esos, ¿Por qué no hacer lo que todos querían, lisa y llanamente mandar tropas y arrasar con todo? Los Romanos lo habían hecho con Cartago, el zar Pedro I lo hizo infinidad de veces y otro tanto hicieron el Inca o los Aztecas, y ni que hablar de lo Chinos o los Norteamericanos….si era lo más normal del mundo, siempre había sido así…..pero no, él no podía, porque ellos habían hecho de su “debilidad” su mayor fuerza, era una especie de reaseguro que habían ido forjando con los siglos, la imagen de victimas eternas, “todos los otros (o sea ustedes) son malos con nosotros”…



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En el texto hay: fanfic, fan fic del ministerio del tiempo

Editado: 11.01.2025

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