Mis Sueños Mi Nueva Vida

Capítulo 7: ¿Tal vez no sea relleno?

—A veces, las series tienen capítulos de relleno. Capítulos que no aportan mucho al desenlace final, pero que hacen más extensa la historia. Esta semana que ha pasado siento que ha sido el mayor relleno de mi vida, pero gracias a Dios, ya han terminado estos días de espera. Hoy la veré en la escuela...

Estas palabras resonaron en mi mente justo antes de levantarme de la cama, después de abrir los ojos. Recuerdo que la noche anterior había soñado con ella.

—Hoy es el día. Siempre me ha gustado estar en casa de mis abuelos. Sin embargo, esta vez es diferente; he tenido tantos deseos de volver a casa que me siento un poco extraña. ¿Qué me estará pasando? Es lunes y siento como si fuera el día de mi cumpleaños, pues he esperado este lunes con tantas ansias. Al fin volveré a la escuela. Pero no es la escuela lo que me da esta alegría, sino a quién veré en ella...

Se decía Emely para sí misma mientras se acomodaba el pelo frente al espejo antes de salir hacia su casa.

—No sé si ella tenga tantos deseos de verme. No obstante, esta emoción que siento por verla no la podrá frenar nadie —pensé mientras bajaba las escaleras de la casa y me dirigía a la salida.

—¿Tan temprano te vas? ¿No vas a desayunar? —me preguntó mi madre, sin saber lo que corría por mi interior. Con un gesto de cabeza le respondí que no, sonreí y salí apresuradamente por la puerta.

Inevitablemente, llegué 30 minutos antes a la escuela. Casi soy el primero en llegar; de no ser por dos puntuales, lo habría logrado.

Analizo mi situación: llegué muy temprano, lo que significa que tengo la oportunidad de buscar el lugar perfecto para esperarla.

Una idea brillante llegó a mi mente. Iré al huerto, a la vieja planta de flores que hay en una esquina alejada de todos; esa que todos olvidan, pero cuyas flores resaltan entre las demás. Iré y tomaré una especialmente para ella.

Doy la vuelta a la escuela y, al llegar al huerto, me encuentro con que solo hay una flor: un botón que aún no ha abierto. No sé si tomarla o dejarla hasta que alcance su máximo esplendor. Al final, decidí dejarla. Cuando regreso a la entrada de la escuela para esperar a Emely, para mi sorpresa comienza a llover. Mientras estuve en el huerto, llegaron un número considerable de estudiantes que corrían buscando refugio en medio de la lluvia que llegó sin avisar.

En un momento me quedé perplejo, sin saber qué hacer. ¿La continuaba esperando aún bajo la lluvia o corría a refugiarme? Fue en ese instante que dejé de sentir las gotas sobre mi cabeza. Miré hacia arriba y vi un paraguas negro.

Sin saber cómo, ya sabía quién estaba allí; ni el aguacero más fuerte podría esconder su aroma. Ni el ruido de la lluvia podría hacerme olvidar esa dulce melodía que salía de sus labios al formar palabras. Entonces me di la vuelta y allí estaba ella, mirándome y sonriendo.

—Te vas a enfermar si sigues mojándote.

—Es que estoy esperando a alguien —le dije, mientras mis ojos le hacían saber que ella era esa persona.

Por varios segundos nos quedamos bajo la lluvia, solamente mirándonos. Sabíamos que no era nada del otro mundo, pero nuestros ojos apreciaban algo que les gustaba mucho.

—A mí me gustan mucho estos días nublados y lluviosos —me dijo mientras yo seguía analizando por qué me hacía tan feliz solo estar frente a ella.

—¿Te gusta este clima? —me preguntó para no dejar morir el momento, ya que comenzaba a sentirse raro estar bajo la lluvia solo mirándonos. Entonces respondí:

—Sí, y creo que a partir de hoy me gustará más...

Ella sonrió sin saber que esa era la razón por la cual estos días así me gustaban. Así como el sol ilumina los días nublados o sus rayos forman un arcoíris en los días de lluvia, ella llegó a mi vida para iluminar mi corazón oscuro y vacío.

En ese momento sonó el timbre y cada uno se dirigió a sus aulas. Para mí, fue un placer acompañarla hasta la suya; me sentí realmente bien caminando a su lado. Intercambiamos varias palabras y, más de una vez, logré sacarle una sonrisa. Creo que la semana de espera en casa estaba valiendo la pena.

A la hora del recreo, la busqué, pero no la encontré. Luego me enteré de que tuvo que salir y que no volvería a la escuela ese día. Pasé el resto del día feliz por una parte, pero impotente por otra; quería volver a verla, ese momento de la mañana no era suficiente.

Si las cosas salían bien, tendríamos mucho tiempo para convivir, ya que solo quedaban siete días para la primera prueba de ingreso y luego vendrían las vacaciones, un momento que podría aprovechar para invitarla a conversar.

Al día siguiente llegué muy temprano y la esperé en la entrada, pero ese día no llegó. Me preparé para el siguiente día, pero ella tampoco apareció; me resultó extraño. Aun así, al día siguiente estuve allí desde temprano, con una flor que ya había abierto el botón y se había convertido en toda una hermosura. No obstante, tuve que regalársela a mi madre porque ese día ella tampoco fue. Día tras día iba y preguntaba en su aula, pero nadie sabía nada de ella.

El último día de clases antes de las pruebas, ella llegó a la escuela durante la hora del recreo. Yo ni la vi pasar, pero mi buen amigo Juan vino a buscarme al aula donde estaba resolviendo un ejercicio y me dijo:

—Justin, ella acaba de entrar a la escuela.

—¿Por qué juegas conmigo, Juan? Sabes cómo me siento, brother. No seas así.

—Sabes que no soy de jugar de esa forma.

Era cierto; Juan, a pesar de tener mi misma edad, era la persona más seria y correcta que conocía. Entonces salí apresuradamente hacia afuera, fui hasta su aula y la vi. Tan linda como siempre, con su pelo corto hasta los hombros y su fragancia siempre tan dulce. Mi corazón ya la había reconocido; comenzaba a latir como siempre lo hacía cuando ella estaba cerca.

—Emely —la llamé desde la puerta.

—Justin —me respondió de una manera que no reconocía—. Necesito hablar contigo...




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