Mis Sueños Mi Nueva Vida

Capítulo 12: Todo, ayuda para bien

Justin no sabía qué hacer; una noticia tan de repente lo tomaba desprevenido.
—"¿Por qué tengo tan mala suerte?" —se preguntó.
Su amigo Juan, para liberar la tensión del momento, le recordó una promesa bíblica.
—"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien; esto es, a los que conforme a su propósito son llamados." Romanos 8:28
—¿Crees que esto le ayude para bien a Justin? —le preguntó Tom, quien se molestó por las palabras de Juan.
—Por supuesto, ahora Justin no lo entenderá, pero en el momento exacto Dios le mostrará el propósito de lo que está sucediendo —respondió Juan, bien seguro de lo que decía.
Justin, lleno de impotencia, les dijo:
—¡Déjenme tranquilo!
Entonces se alejó de ambos y corrió hasta su casa. Agarró su bicicleta e intentó pedalear en busca de Emely, pero cuando iba a un kilómetro de distancia, las gomas de su bicicleta explotaron, cayendo él al suelo y dándose un fuerte golpe en un brazo y raspándose el otro con el concreto.
Lleno de ira por lo sucedido, alzó sus ojos al cielo y gritó:
—¡¿Dios, por qué a mí?!—dicho esto, comenzó a llorar.
Como todo se había destruido en un momento.
Pensó en caminar hasta donde ella estaba, pero tenía por delante más de 90 km. La amaba y por amor lo podía hacer, pero su momento de amargura le impedía realizar cualquier proeza. Entonces fue al lugar donde tuvieron su primera cita.
Allí, cuando el sol comenzaba a ocultarse, regalaba una bella postal. Imaginó que ella estaba enfrente y simuló un abrazo. Cerrando los ojos, las lágrimas corrían por su mejilla. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su amigo Juan tal vez tenía razón.
—Quizás Juan dijo la verdad y Dios sabe por qué hace esto.
Entonces, con su bicicleta al hombro, se marchó a casa. Sus padres estaban preocupados, pero al verlo llegar quedaron aliviados y llamaron a sus amigos, los cuales lo habían buscado por todo el vecindario.
Conocían ya la noticia y sabían por qué su hijo había estado desaparecido todo el día; no le dijeron nada y lo abrazaron mientras él lloraba como un niño pequeño al cual se le rompe un juguete. Lo que en este caso su juguete era su propio corazón.
Se bañó, comió y se quedó dormido. Aunque lo intentó, ya había olvidado cómo soñar. Sus sueños se habían vuelto su propia vida y por eso ya había dejado de ser un soñador. Así que la noche entera, aunque dormido, estaba en tinieblas.
Hasta que sonó el despertador; eran las 6:30 am y abrió los ojos viendo la luz. Su madre estaba nerviosa organizándolo todo para que Justin desayunara bien antes de que lo pasasen a recoger.
Juan y Tom estuvieron bien temprano para despedir a su amigo. Se sentaron con él junto a la mesa y desayunaron juntos.
Justin estaba despierto, pero parecía dormido; no se creía lo que estaba pasando. Imaginaba que fuera un sueño, pues ya quería despertar, pero no era así.
Entonces tocaron la puerta; su madre abrió y había un militar, el cual preguntó si era la casa de Justin. Su madre afirmó. Entonces el militar le dio cinco minutos contados con un reloj para que se despidiera de todos.
Justin despertó y se dio cuenta de que era la realidad. Entonces comenzó a despedirse de sus padres con un fuerte abrazo, hizo lo mismo con sus dos amigos y le dio una carta a Tom para que se la diese a Emely.
Entonces caminó hacia el transporte que lo llevaría a donde pasaría el resto del año.
—Justin, espera —dijo Juan, quien corrió hasta él—. Esconde esto; llévalo contigo y léelo cuando te sientas solo —sacando un pequeño libro escondido que tenía en uno de sus bolsillos. Se lo dio a Justin, quien rápidamente lo escondió en su chaqueta.
Justin entró y miró por la ventanilla a todos; con sus manos les dijo adiós.
Todos en el bus que se dirigía hacia la frontera eran de diferentes lugares; nadie se conocía. A Justin no le gustaba conocer gente nueva; sin embargo, Emely le había ayudado a cambiar. Y logró entablar una que otra conversación con los futuros compañeros que tendría.
Antes de que el bus se desviara por el camino tenebroso hacia la frontera, por su lado pasó otro bus de color azul. Como el tramo en el que los dos buses coincidieron estaba en mal estado, debían pasar sumamente lento.
Entonces sucedió: Justin sintió algo diferente en su ser, algo que solo sentía cuando ella estaba cerca. Miró hacia el otro bus y allí estaba ella, sentada en el otro bus, ya regresando a casa. Justin la llamó, pero ella no lo escuchó porque traía unos audífonos puestos. Su corazón latía muy fuerte y en su mente se reprochaba:
—"Si tan solo me hubieran venido a buscar mañana..."
El otro bus se alejó y todos miraban a Justin como a un loco, porque había desobedecido la primera orden del militar, la cual era no llamar a nadie por las ventanillas. Justin no recordaba eso; él solo fue movido por su corazón.
Cuando Emely llegó al pueblo, antes de ir a su casa, fue corriendo a ver a Justin, pero en el camino se encontró a Tom, quien le dio la noticia y le dio la carta que le había dejado Justin. Ella la abrió y comenzó a leerla. En ella, Justin le decía lo que sentía realmente y cuánto anhelaba poder haberse despedido, pero las circunstancias no lo permitieron. Entonces, al final, terminaba diciendo:
—Sé que te dije que te esperaría una década, pero te mentí. Porque si fuera necesario, te esperaría mi vida entera...
Emely sonrió al leer la carta y su amor por Justin creció aún más.
Las vacaciones terminaron y Emely fue a la universidad. Tom fue a la finca del presidente y a Juan le permitieron entrar a la universidad, ya que no tenía que servir a la patria.
Luego de cuatro meses llegaron las vacaciones de fin de año y Emely volvió al pueblo. Se reunió con Tom y Juan y les preguntó por Justin.
—Él no puede venir porque desobedeció la orden del Mayor y fue castigado con no venir más a la casa hasta que termine su servicio. Así que lo tendrás que esperar unos 8 meses más.
—Ese tiempo, Juan, no será mucho porque lo amo. Y el que ama espera —le dijo Emely sonriendo.
Justin contaba los días para salir de la frontera. Lo que estaba viviendo allí era lo peor que había pasado en su vida. Lo único que le daba consuelo era leer el libro que Juan le había dado, el cual debía leer escondido porque si lo sorprendían podía caer en la cárcel.
Los meses pasaron y llegaron las vacaciones del mes de julio. A Justin solo le quedaban 5 semanas para terminar. En su corazón ya no solo había amor por Emely, sino también por la persona de la cual hablaba el libro de Juan.
Justin había conocido a Dios, pues en sus momentos de dificultad aprendió a depender de Él.
En las noches, cuando les daban recreación antes de dormir, algunos iban a fumar, otros se ponían a contar cuentos; mientras tanto, Justin estaba solo en una esquina hablando con Dios:
—Ahora comprendo que eran ciertas las palabras de Juan el día antes de venir hasta aquí. Tarde o temprano, todo nos ayudan para bien según el propósito que tienes con nosotros, Dios. Gracias; al principio no lo entendí, pero ahora sí. Gracias por traerme hasta aquí y tocar mi corazón.
Cinco días después...
—Después de un largo año en el cual aprendieron a defender nuestra patria de las amenazas de guerra, hoy ha llegado el día en que deben volver a casa. Algunos no han visto a sus padres en todo este año, así que supongo que están ansiosos; es por eso que no les diré más nada. Recojan todo; ¡se marchan!
Les decía a todos los soldados el Mayor al frente de la frontera.
Justin estaba ansioso; según sus cálculos, Emely debía entrar a su segundo año dentro de dos semanas. Así que tendría 14 días por delante para recuperar el tiempo perdido.
Cuando llegó a casa, sus padres y sus dos amigos lo estaban esperando. Los saludó a todos. Les contó cómo la había pasado allí. Le dio la buena noticia a Juan de que había aceptado a Dios en su corazón. Más faltaba algo.
—¿Dónde está ella?
La cara de todos cambió y Juan, que sabía lo que había pasado, habló:
—La última vez que vino fue en diciembre; luego se fue. Su madre se fue con ella y vendió la casa.
—¿Y su abuelo? —preguntó Justin con la intención de encontrar esperanza.
—Mandé a mi tía a averiguar por ellos y me dijo que también se mudaron. Sospecho que se fueron a vivir a la capital para que Emely esté más cerca de su familia mientras estudia —le dijo Tom, quien había engordado un poco.
Justin, por un lado, estaba triste, pero recordó las palabras que Juan le dijo al principio. Entonces miró a sus amigos y les dijo:
—Todas las cosas ayudan para bien y todo tiene su tiempo.




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