Miss. Perfect & Mr. Tricheur

1. HARMONY

CAPÍTULO 1| Harmony

──❀•❀──

Mientras observaba por la ventanilla del coche, las calles de Bath desfilaban ante mis ojos con una melancolía que se me antojaba casi burlona. No podía evitar pensar en todo lo que había dejado atrás, en la vida que hasta hacía poco había sido mía y que ahora parecía haberse esfumado con la misma rapidez con la que un suspiro se pierde en el viento.

A mi lado, Dominique permanecía en silencio, con la vista fija en su teléfono, mientras nuestra madre mantenía su habitual expresión serena. Mi padre iba en el asiento delantero, junto al conductor, aparentemente concentrado en las indicaciones que nos llevaban a nuestro nuevo hogar.

Habíamos aterrizado en Bristol poco antes y, al salir del aeropuerto, mi padre nos presentó al que, a partir de ahora, sería nuestro chófer: Alfie Thomas. Un hombre de unos sesenta años, de cabello escaso y platinado, cuya mirada, aunque amable, reflejaba cierto cansancio. Su postura ligeramente encorvada le confería un aire de solemnidad que se veía reforzado por su traje negro impecablemente planchado y la camisa blanca impoluta.

El trayecto transcurrió en un silencio casi absoluto, roto solo por el suave murmullo del motor y algún que otro comentario esporádico de mi madre. Sin darme cuenta, el coche se detuvo en una calle tranquila, flanqueada por elegantes casas de época. Levanté la vista y allí estaba: notre nouvelle maison.

De estilo claramente victoriano, su fachada color miel reflejaba la luz del sol de una manera cálida, casi acogedora. Los marcos de las ventanas, de un profundo tono cobrizo, resaltaban con elegancia entre los detalles en blanco que adornaban la estructura. No podía negar que la casa tenía carácter, aunque en ese momento me resultaba extrañamente ajena.

Mi madre y Dominique bajaron del coche con naturalidad, como si aquello fuera lo más normal del mundo. Yo, en cambio, me quedé en mi asiento, al igual que mi padre. Por un instante, ninguno de los dos dijo nada.

Tras un rato de silencio dentro del coche, mi padre fue el primero en hablar.

Je suis désolé, petite fille —murmuró con su tono tranquilo de siempre.

Lo miré de reojo. No era el tipo de persona que se disculpaba a menudo, y mucho menos que expresara lo que sentía.

Je sais, père. J'ai compris. No tenías opción, supongo —respondí, intentando sonar comprensiva. Pero la verdad era que odiaba todo aquello.

Él asintió levemente, sin añadir nada más. Tampoco esperaba que lo hiciera. Mi padre nunca fue de muchas palabras. Unos segundos después, salió del coche al ver llegar el camión de la mudanza.

Yo me quedé dentro, con las manos sobre mi regazo y la mirada perdida en la casa frente a mí. No quería salir. No quería aceptar que esta sería mi vida a partir de ahora.

Finalmente, tomé aire y abrí la puerta. Nada más bajar, mi madre me pidió que ayudara a Dominique con las cajas. Asentí sin ganas y fui hasta la parte trasera del coche, donde mi hermano ya había empezado a sacar nuestras cosas.

──────────

Fue entonces cuando me acordé de Kiara.

Mi gata, blanca como la nieve, con su lazo rosa en el cuello, siempre había sido un torbellino de energía. Me sorprendía que hubiese soportado todo el viaje sin quejarse. Me acerqué a su transportín, lista para sacarla con cuidado, pero en cuanto lo toqué, sentí un escalofrío.

La puerta estaba abierta.

Antes de que pudiera reaccionar, Kiara ya había saltado fuera y salido disparada como un rayo.

¡Non, Kiara! —grité, pero fue inútil.

Giré la cabeza buscándola, con el corazón acelerado, y entonces lo vi.

De la casa de enfrente salía un chico. Llevaba una gorra negra con una letra C bordada en blanco, gafas de sol y una mascarilla que cubría la mitad de su rostro. No pude evitar fijarme en el perro que lo acompañaba: un pastor alemán de porte elegante, aunque por su andar pausado, debía de ser mayor.

Y mientras yo me distraía observándolo, Kiara ya había cruzado media calle.

Horrorizada, seguí su trayectoria con la mirada y me di cuenta de hacia dónde se dirigía.

—No puede ser... —murmuré.

Por supuesto.

Mi gata estaba corriendo directo hacia el chico y su perro.

Incroyable. Menudo comienzo para mi nueva vida.

Corrí detrás de mi gata, maldiciendo internamente el escándalo que estaba a punto de causar en el vecindario cuando ni siquiera nos habíamos instalado todavía. No era la mejor manera de presentarnos, definitivamente.

Cuando finalmente la vi a lo lejos, no lo pensé dos veces. Puse toda mi energía en un salto y me lancé sobre ella con los ojos cerrados, decidida a atraparla de una vez por todas.

Échec tactique.

No solo no atrapé a Kiara, sino que terminé estampándome contra algo o mejor dicho, alguien, y ambos terminamos en el suelo con un golpe seco.

Oí un quejido detrás de mí.

—¡Mierda... mi espalda! —se quejó el chico sobre el que, para mi absoluta desgracia, había aterrizado.

El horror me recorrió el cuerpo cuando me di cuenta dela postura en la que estaba. Cuatro patas sobre él, la cabeza girada hacia un lado... y completamente paralizada mientras veía a mi gata hacer algo impensable.

Kiara, mi gata arisca que apenas toleraba a los humanos y que nunca, jamás, se había llevado bien con otros animales, estaba... ¿jugando?

Sí. Estaba dando saltitos y rozándose con el perro de aquel chico como si fueran amigos de toda la vida.

Yo, que ni siquiera había procesado todavía que tenía a mi vecino atrapado bajo mi peso, solo podía observar con incredulidad la escena.

Cuando finalmente mi cerebro hizo conexión con mi cuerpo, me levanté de inmediato, sin apartar la vista de Kiara y el perro. Extendí una mano para ayudar al chico a incorporarse, y él la tomó con un suspiro resignado.




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