Mitades imperfectas

CAPÍTULO 5. Un desconocido familiar

Con la ira recorriéndole las venas y el ceño fruncido, Peter Brown se acercó a ellos. Su mirada se encontró con los ojos avellana de Annabelle.

—Peter, ¿gustas un café con nosotros? —preguntó Edgar al verlo de pie enfrente de ellos. Él no podía estar soportando eso, ella solo estaba con él; sabía cómo era Edgar y qué intenciones tenía, ningún otro podía pretenderla, menos su primo. El pelinegro le contestó tratando de controlarse. Tampoco debería sentirse tan enfadado. Solo estaban tomando un café. Cierto, pero Ann le despertaba emociones que estaban enterradas con el recuerdo de Miranda.

—No, gracias, ya he desayunado.

Pudo ver que Annabelle estaba bastante incómoda en esa situación, mas, aun así, la miró con cara de pocos amigos. A su jefe no le agradaba la idea de que otro pudiera simpatizarle.

—¿Por qué no se sienta? —preguntó ella señalándole la silla, intentando quitarle tensión a la situación. Él soltó un bufido, no podía ocultar su enfado.

—No tengo tiempo, tengo cosas que hacer. Es más, tiene que apresurarse, señorita Annabelle, está trabajando —contestó su jefe y, ante la mirada confundida de ella, se marchó rápidamente.

En el camino, comenzó a reprocharse lo idiota que había sido. No podía tratar a sus empleados de esa forma, después de todo, fuera de lo que tuvieran entre ellos, Annabelle seguía trabajando en su empresa, y debía respetarla. Cerró los ojos y recordó la noche que pasó con ella... Dioses, fue lo mejor que pudo sentir en mucho tiempo, tal vez porque una parte le recordaba a Miranda, pero la otra, y él lo sabía muy bien, era a lo ardiente que era esa mujer.

Recordó cuando la vio por primera vez en la cafetería, por unos segundos había pensado que era Miranda, su cabello café ondulado, sus ojos avellana, su mirada inocente y al mismo tiempo seductora hicieron acorde para ver en ella a su antiguo amor. Sin embargo, después se dio cuenta de que era otra mujer. Una que le movió el pellejo desde ese momento. Era, definitivamente, hermosa. Y no pudo evitar sentir la atracción que lo jaló hacia ella, aunque, claro, solo podría sentir eso, deseo. Los sentimientos se habían ido de su corazón el mismo día en que su vida se destruyó, jamás volverían a resurgir, y el peso de la culpa nunca lo dejaría volver a amar. Simplemente, él no podía amar.

El aludido estaba recargado en su escritorio con los brazos cruzados, cuando su asistente entró a la oficina. Ella se veía malditamente sexi, tanto que quería hacerla suya en ese instante. Que alguien lo exorcizara porque definitivamente sus pensamientos hacia esa mujer eran del mismo demonio.

—Tiene que ser más responsable, Annabelle —dijo recriminándole. Ann caminó hasta acercarse a él lo suficiente como para besarla.

—¿Por qué me habló así? —preguntó la joven sin mirarlo a los ojos. Ni siquiera él sabía la maldita respuesta, por eso se fue por la tangente.

—¿Acaso le preocupa lo que él piense? —discutió él alzando una ceja. Ella negó con la cabeza, pero seguía con la molesta mueca dibujada en su rostro.

—En absoluto, pero fue grosero conmigo y le exijo una disculpa —ella se cruzó de brazos desafiándolo. Peter Brown tenía que admitir que, aunque no le gustaba que lo cuestionaran, en ella era excitante. Le gustaba el desafío. Levantó la barbilla de la muchacha con la yema de sus dedos. Sus labios se entreabrieron.

—Yo puedo decirle lo que quiera —susurró él mirando los labios llenos de la joven. Y la besó bruscamente. El primer instinto de ella fue apartarse.

—Cuando no se sienta el dueño del mundo, tal vez le hable, señor Brown —rezongó ella alejándose y dejándolo petrificado y sorprendido. Ann estaba a punto de darse la vuelta cuando su jefe la tomó del brazo con firmeza, ella le lanzó una mirada envenenada. Peter descubrió que le gustaba enojada, se veía adorable... Tan adorable como...

—Suélteme —Annabelle gruñó. Él le dedicó una sonrisa traviesa.

—Perdóneme —La acercó a él. Sintió esa palabra extraña en sus labios. ¿Desde cuándo no decía aquello? Tal vez la última vez que lo había hecho había sido en un cementerio.

—No está acostumbrado a que le rechacen, ¿verdad? —murmuró ella más calmada. No siempre había sido así, pero él negó con la cabeza.

—No, pero me gusta enojada.

Annabelle alzó una ceja con burla.

—Entonces tendré que enojarme más seguido —ella sonrió, y cuando el aludido escuchó el sonido de su voz, supo que lo había perdonado. La tomó de la cintura y unió sus labios con los de ella.

Empezó a bajar la mano por su espalda apretándola más contra él. Rápidamente el calor entre los dos comenzó a encenderse como el chocolate a fuego lento. Él la cargó tomándola de la cintura y la dejó suavemente sobre el escritorio, al mismo tiempo que las piernas de la muchacha rodeaban su cintura.

Se estaba volviendo loco con esa mujer.

—Peter, no es momento... —farfulló ella con la respiración agitada.

Él soltó un gruñido.

—Le deseo tanto...

—Sí, pero alguien puede vernos, y no quiero exponerme, ¿de acuerdo? —explicó Annabelle mientras se separaba de él.

Peter Brown la soltó con brusquedad, odiaba que truncaran sus deseos. Hacía mucho tiempo que nadie lo hacía, y ella lo estaba llevando a cabo. Aunque presentía que con ella sería diferente todo. Estaba furioso por la pasión que tenía que contener. Una pasión demente, desmedida. ¿Eso era normal?

—La puerta está con seguro, nadie nos verá —respondió él sacudiendo la cabeza.

Annabelle bajó los ojos y acarició con las yemas de los dedos las líneas marcadas del pecho de su jefe, mandando una descarga eléctrica a su cuerpo. Él sujetó su mano con fuerza, no quería más tortura. No lo soportaría. Era como si alguien le enseñara un dulce para dárselo, y después cambiara de opinión.

—No tiene idea de cómo lo deseo, pero ahora no —sonrió ella mientras él esbozaba una mueca, no demasiado contento.



#459 en Joven Adulto
#5468 en Novela romántica

En el texto hay: deseo, romance, amor

Editado: 16.04.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.