Mitades imperfectas

CAPÍTULO 7. Sentimiento extraño

Annabelle se separó bruscamente de Peter al ver a Marie con la boca abierta, como si no creyera lo que veía. Gruñó para sus adentros, había olvidado ponerle seguro a la puerta. Aun así, ¿que no podía tocar? Aunque, bueno, Marie seguramente pensaría que no era necesario avisar para entrar a la oficina de su prima, y, obviamente, no se imaginaría que ella estaría besándose con su jefe.

Peter había guardado la compostura mientras Ann seguía petrificada. Su prima acababa de descubrirla. Saliendo de su trance, Ann tartamudeó. No esperaba que Marie se enterara de su relación, pero comprendió que, de cualquier manera, no era incumbencia de su prima.

—Hey, Marie —saludó Annabelle, pero Peter interrumpió comenzando a avanzar hacia la puerta. La miró un poco apenado.

—Tengo que retirarme —anunció él antes de salir de la oficina.

Él sabía que Marie era alguien importante para ella y por eso mismo le había dado espacio, además de que no tenía que quedarse a escuchar. Annabelle ya le había contado sobre su familia y también le había dicho que no quería que su familia se enterara de su relación.

Marie estaba frunciendo el ceño con los brazos cruzados.

—¿Pasa lo que creo que pasa? —preguntó entre dolida y sorprendida. Annabelle siempre le contaba sus secretos a ella y viceversa. Pero ahora era diferente, ya no le agradaba estar ventilando su vida, ni siquiera con su familia.

—Depende de lo que creas —Annabelle se encogió de hombros. No quería darle demasiada importancia. Marie se acercó hasta quedar frente a ella.

—¿Estás saliendo con Peter Brown? No puedo creerlo. Ann, estás con un empresario bueno y podrido de dinero.

En realidad, ella no estaba saliendo con compromiso con él, solo era su compañero de placer, como ella era para él. Pero no sabía cómo explicarle eso a su prima. Marie, como todos, sabía que ella no era así.

—Bueno... Somos algo así como amigos con derechos —dijo Ann rascándose la nariz y mirándola fijamente. En realidad, ahora se daba cuenta de que no le importaba si todos se enteraban, que pensaran lo que quisieran. Era su vida y podía hacer lo que quisiese.

—No lo puedo creer, pero... ¿por qué no me habías dicho? —la reprendió Marie.

—Era un secreto, lo siento, Marie... —balbuceó Ann y alzó las cejas.

Fuera un secreto o no, estaban acostumbradas a decirse todo la una a la otra. Eran como hermanas. En la mirada de Marie había una leve chispa de decepción.

—No puedo creer que me lo has ocultado, sabes que puedes confiar en mí, Ann... —murmuró Marie con un hilo de voz.

Annabelle sabía que iba a pasar un buen tiempo para que su prima regresara a la normalidad con ella, sobre todo para que volviera a confiarle sus secretos, ya que ella le había ocultado algo muy grande. Sacudió la cabeza y la tomó por los hombros.

—Escucha, Marie, no es porque no te tuviera confianza, simplemente esto es diferente.

Marie suspiró y la miró resignada.

—Solo porque eres tú, te perdono, Ann. Aunque, sinceramente, jamás imaginé que hicieras algo como esto —observó todavía con incredulidad. La joven frunció los labios.

—Es mi vida, Marie, y no me parece malo —se defendió.

—Tienes razón. Pero tendrás que explicarme absolutamente todo de ese empresario bueno y tú —dijo ella con una sonrisa torcida. Annabelle sabía que la curiosidad de su prima dominaría sobre su orgullo.

Ann terminó de contarle lo de su relación con su jefe. Marie se sorprendió demasiado, casi no lo podía creer. Ella lo esperaba, siempre había sido bastante reservada en todo, mucho más con los hombres.

—Lo admito, está buenísimo tu jefe, pero aun así sigo incrédula. Ha salido tu «yo» interior, prima —Marie rio entre dientes. Ann asintió con la cabeza mostrando una sonrisa ladeada.

—Nunca había tenido tanta emoción en mi vida, Marie. Es... No sé... —dijo la castaña mordiéndose el labio inferior. Su prima se empezó a reír concordando con ella.

—Tengo que admitir que es excitante estar de amante con un hombre, y más con Peter Brown. Tienes mucha suerte, Ann, incluso te tengo un poco de envidia —admitió ella con los ojos brillantes.

Annabelle también tenía que admitirlo, había tenido algo de suerte. Aunque inmediatamente su orgullo apareció. También él había tenido suerte, por supuesto.

Después de unos minutos, Marie se había ido y su jefe había regresado. Le preocupaba un poco la privacidad de él, no quería chismes entre los demás empleados. Por eso, ella tenía que decirle que Marie no era como su hermano y su madre.

Su jefe le había dicho que no quería que nadie se enterara, ya que podía haber algún lengua floja y terminarían saliendo hasta en los medios de comunicación. Después de todo, las relaciones del empresario Peter Brown nunca pasaban inadvertidas. Aunque respecto a que supiera su familia, no había puesto objeción.

—¿Qué pasó? —Estaba sentado en un sillón de piel, con los brazos cruzados y los ojos escrutadores.

—Se dio cuenta —respondió Ann con seguridad ante su mirada azul—. Tu privacidad está bien guardada, no te preocupes. —se rio suavemente. Él parecía relajado.

—Confío en ti, aunque quisiera no hacerlo —musitó él suspirando. Ella entrecerró los ojos confundida.

—¿Por qué?

—Olvida eso. Por cierto, quisiera saber más de tu familia.

La joven guardó silencio durante algunos segundos, pero después continuó la charla.

—Son un poco sobreprotectores; digamos que soy la hija educada y seria de la que se sienten orgullosos... —esbozó una mueca—. Aunque a veces no los soporto, me molesta que se entrometan tanto en mi vida. Ya sé que se preocupan por mí, pero... Es un poco frustrante a veces.

—Interesante, aunque veo que no eres lo que ellos creen ¿me equivoco? —insinuó él con apenas una imperceptible sonrisa en los labios. Ann ladeó la cabeza divertida.

—Deberías conocer a mi hermano, seguramente te patearía el trasero —dijo ella pasando por alto su comentario con una risotada.



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En el texto hay: deseo, romance, amor

Editado: 16.04.2020

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