Mitades imperfectas

CAPÍTULO 14. Algo más

Oscuridad era lo único que Annabelle podía ver, estaba siguiendo un camino sin saber adónde la llevaría. ¿Dónde estaba? De repente vio una luz clara, lejana, con la cual se fue formando la figura de una persona. Annabelle entrecerró los ojos hasta que pudo apreciar el rostro de su hermano, él la miraba, ella comenzó a caminar hacia él, sin embargo, cuando casi lo alcanzaba, Jeremy se desvaneció entre sus dedos.

Con un jadeo la joven se despertó. Había sido un sueño rarísimo, y más porque le había dejado un sabor amargo en el pecho.

—¿Ann? —escuchó decir a Peter mientras la abrazaba. La chica enterró la cabeza en su duro pecho. Alzó la cara y se encontró con esos hermosos ojos azules, parecidos al color del mar en un atardecer.

—Un sueño... —murmuró ella con la voz ronca. Él levantó su mentón buscando algún mal signo.

—¿Algo feo? —preguntó.

—No —dijo la joven volviendo a recostar la mejilla sobre su hombro. Conversaron relajados sobre trivialidades hasta que decidieron levantarse para desayunar.

Annabelle prefirió comer en la habitación, por lo que Peter tuvo que bajar por el desayuno. El joven no quiso pedirlo directamente por teléfono, se sentía mucho mejor haciéndolo él para ella. Ella le sonrió agradecida cuando él se negó a la primera opción.

Mientras Annabelle contemplaba el mar desde el balcón de la habitación, su celular empezó a sonar sobre la mesita. La muchacha lo tomó esperando que fuera su hermano.

No era así, era un mensaje que le enviaba Alexander.

«Espero que todavía recuerdes en lo que habíamos quedado, claro, si tú sigues dispuesta. En pocos días te llamaré para vernos y darte mi mensaje para mi hermano. Cuídate, Annabelle. Y gracias por todo...»

Ann contestó con rapidez.

«Claro. Estaré esperando tu llamada.»

Annabelle apretó los labios, había olvidado ese pendiente con Alexander. Se puso algo nerviosa. La verdad es que no sabía cómo tocar el tema con Peter, sabiendo el repudio que le tenía a su hermano. Ni siquiera habían hablado de eso, y cuando la muchacha le había preguntado, Peter se había quedado en silencio, mostrando que no quería hablar de ello. Es más, ni siquiera habían tenido alguna charla que involucrara cosas personales. Hasta ahora seguían teniendo un límite, y así debería seguir. Pero ella se moría por saber todo de él. Hasta de su propia alma.

Por otro lado, tampoco le parecía mal la idea de Alexander de querer enviarle un mensaje a su hermano para reconciliarse con él. Annabelle no tenía idea de qué era lo que había pasado entre ellos, sin embargo, creía que tal vez lo que haría podría servir para ayudar. Y si no, no volvería a aceptar hacer otro favor a Alexander.

Ann no sabía cómo decirle a Peter todo aquello. Y, después de mucho pensarlo, decidió que no le diría nada, no fuera a ser que estropeara el plan de Alexander. Cuando tuviera en sus manos lo que Alexander le entregaría, ella le diría a Peter.

La puerta se abrió sacándola de sus pensamientos; guardó apresuradamente el celular en su bolsa. Peter esbozó una sonrisa cuando sus miradas se encontraron. La joven tuvo el impuso de ir a besarlo, pero se detuvo, no le gustaba demostrar en gran manera sus sentimientos. Aún se resistía a aceptar lo que estaba naciendo en su interior.

La señorita de servicio que venía con Peter apareció con sus desayunos, los dejó sobre la mesa y se retiró apresuradamente. Parecía torpe y Annabelle se rio con disimulo. No la culpaba, teniendo cerca a un hombre como Peter, incluso ella se ponía nerviosa.

Peter se sentó a su lado con una sonrisa. Annabelle lo sentía demasiado contento y cariñoso con ella, y eso provocaba tensión en su estómago. No quería que él la confundiera, los dos sabían que solo era un juego, sin embargo, a esas alturas parecía todo menos eso. Y Annabelle no quería actuar igual que él —aunque se moría por hacerlo—, puesto que no deseaba que Peter se diera cuenta de sus sentimientos y terminara con todo aquello, y la lastimada fuera ella.

—Cada día te veo más linda —susurró en su oído. Ella soltó una risita entre dientes.

La chica comenzó a devorar los huevos fritos que le quemaban la boca, en realidad tenía mucha hambre.

—Por cierto, ¿qué soñaste anoche? —preguntó Peter tomando un trago de jugo. Ella se quedó muda, pensaba que él ya lo había olvidado.

—Bueno, soñé con mi hermano... Él estaba ahí, y fui hacia él, pero de pronto se desvaneció... —contó la muchacha mientras se servía más jugo.

—Oh, supongo que es un poco raro... —murmuró con tranquilidad. De pronto la joven tuvo el impulso de querer preguntarle más de él; a decir verdad, quería conocerlo, saber todo de él.

—Oye... No me has contado mucho sobre tu familia —dijo ella con tono de voz suave, esperando que él no se intimidara o incomodara. Para su sorpresa, Peter asintió y sus ojos cobraron un brillo lejano, como si de pronto estuviera en otro tiempo.

—Ya te había contado que mis padres murieron cuando yo era un niño... No tengo demasiados recuerdos de ellos, no tan nítidos, pero lo que sí se quedó bien en mi memoria es el olor de mi mamá... —apretó los labios bajando la mirada—. Mi padre era muy duro conmigo, a diferencia de con mi hermano. En realidad, la empresa la impulsó mi padre, el plan original no era que quedara precisamente en mis manos... Y, bueno, nunca tuve demasiado contacto con mis primos, a excepción de Edgar, hijo del hermano de mi padre, ya fallecido también. Yo solo de vez en cuando iba a visitar a mis abuelos maternos, los únicos con los que tengo buena relación ahora. Ellos viven en Colorado.

Peter levantó la mirada volviendo al tiempo actual. La chica no dejó de advertir la omisión que Peter hizo respecto a su hermano, así que infirió que realmente él aún no estaba listo para hablarle de Alexander...

—Entonces, cuando murieron tus padres..., ¿tú te quedaste con tus abuelos? —se atrevió a seguir preguntando ella.



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En el texto hay: deseo, romance, amor

Editado: 16.04.2020

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