Mitades imperfectas

CAPÍTULO 17. Duele mucho

La muchacha, sin percatarse, apretaba el volante ligeramente más de lo adecuado. Trataba de comprender cada frase de la canción que resonaba en el interior del auto, pero las preguntas de la voz en su cabeza eran cada vez más insistentes.

¿Cómo le explicarás a Peter todo este caso? ¿Cómo reaccionará él? ¿No deberías rechazar la petición de Alexander?

La joven sacudió la cabeza. No entendía por qué de pronto tenía temor, si ella no estaba haciendo nada malo. Era cierto que no sabía el problema entre los hermanos, y no estaba muy segura de que Peter reaccionara bien ante la idea de que ella ya conocía a Alexander, sin embargo, por pura buena intención hacía aquello.

Y si Peter llegara a molestarse por lo que ella haría, no le concedería más favores a Alexander, no, si no quería tener problemas con él.

Annabelle bajó de la camioneta con el pulso más acelerado de lo normal. Al entrar empezó a buscarlo con la mirada, pero aún no lo encontraba. Caminó entre las mesas esperando visualizarlo, sin éxito. Cuando ya estaba a punto de desistir e irse, una voz habló a sus espaldas.

—Hola, Annabelle —dijo Alexander, quien estaba sentado en una de las mesas de la última esquina. La joven volteó a mirarlo y alzó las cejas al ver su atuendo, él vestía todo de negro.

—Hola... —lo saludó Ann acercándose a él y tomó asiento—. No te encontraba.

Alexander le sonrió.

—Tal vez es porque hoy vengo más oscuro de lo normal —se rio. La joven captó enseguida el sonido, y se dio cuenta de que era muy similar a la risa de Peter, aunque él no tenía ese tono sexi de su hermano.

—Sí, es lo que veo —reafirmó.

Alexander sacó un sobre sellado de su chaqueta y lo dejó sobre la mesa. El joven la miró con ojos tristes, y ella se sintió un poco incómoda, algo no le estaba dando buena señal.

—Primero que nada, gracias por hacerme este favor, Ann... —bajó la mirada y con una de sus manos comenzó a jugar con el sobre—. No sabes lo que significa para mí, sobre todo porque desde aquel día yo perdí cualquier confianza en toda persona.

Eso distrajo a la muchacha. Parecía tener relación con el problema con Peter.

—¿Aquel día? —indagó.

—Sí... Mi hermano y yo tuvimos un enorme desacuerdo y por eso mismo ahora no puede ni verme... He tratado de buscarlo, pero jamás ha querido que me aparezca delante de él, por eso te he pedido este favor.

—¿Y qué fue lo que pasó? —preguntó la muchacha.

—Hace años... Los dos trabajábamos en la empresa de mi padre... Él me la legó principalmente a mí, pero mi hermano también estaba muy pendiente de todo. Yo empecé a juntarme con malas amistades y eso llegó a los oídos de Peter... —Alexander narraba mientras Annabelle lo miraba atenta—. Él era un niño bueno, jamás andaba en malos pasos, pero también ya desconfiaba de mí, de su propio hermano...

Alexander suspiró largo y sus ojos comenzaron a volverse llorosos. Annabelle no sabía qué hacer, tan solo escuchaba imaginándolo todo.

—Un lamentable día... Todo coincidió de extraña manera… un problema que yo tenía con algunos amigos y el accidente de mis padres... A mí me tenían amenazado porque debía enormes cantidades de dinero y no tenía cómo pagarlas... Me habían amenazado con matar a mis padres si no lo hacía... Eso llegó a los oídos de Peter... Y entonces sucedió el accidente, y mi hermano, sin más, creyó que había sido por mi culpa. Pero en realidad, ellos en el accidente no tuvieron nada que ver... Fue un hecho desafortunado.

Era demasiado para la joven. Apenas podía procesar esa información. ¿Por eso Peter le tenía tanto rencor a su hermano? ¿Acaso nunca le había dado el beneficio de la duda?

Alexander se veía triste.

—Y bueno, después sucedieron muchas cosas. Yo decidí desaparecer de la vida de mi hermano y le dejé la empresa... Todo para que no me odiara más... He intentado contactarlo y explicarle todo, pero ha dejado en claro que no quiere volver a verme. ¿Me comprendes, Annabelle? Yo solo quiero reconciliarme con él.

La muchacha miraba hacia un punto fijo sin saber qué pensar. No esperaba que Peter pudiera actuar de esa forma, por mucho que su hermano pareciera el culpable. Él no actuaría sin pruebas. ¿Algo le estaría escondiendo Alexander?

Ann miró al hombre que tenía enfrente y cayó en el sentimiento. Alexander se veía realmente triste y perdido en sus propios pensamientos, hasta logró vislumbrar un parecido en aquella expresión con Peter, y eso bastó para que se estrujara su corazón.

Tomó el sobre sellado entre sus manos.

—Muy bien, yo se lo daré... Y espero que esto sirva para que ustedes se reconcilien...

—Es lo que más deseo, Annabelle.

La joven asintió.

—No sé cómo reaccione él, pero espero que no sea un problema...

Alexander la miró agradecido, mientras que por dentro se deleitaba con el placer de saber lo que eso causaría en Peter.

Llamada perdida de Annabelle.

Peter estaba desesperado por verla. Le tenía preparada una cena sorpresa en su casa. Con todo el estrés con el que ella había estado lidiando en el hospital, quería darle un poco de tranquilidad.

Ya no se podía mentir, no le quedaba más remedio que ser sincero consigo mismo. Annabelle se había estado metiendo en su corazón poco a poco, sin que él se percatara. Al principio había caído en la atracción porque no podía evitar vislumbrar a Miranda en ella. Cuando la besaba, la tocaba, sentía que encontraba un poco de su antiguo amor. Sin embargo, la huella de Miranda se fue borrando sin darse cuenta; cada día que pasaba se olvidaba de buscar a Miranda en ella y cuando hacía aquello, encontraba a Annabelle y no le desagradaba. Cada vez más era Annabelle, y ya no había ninguna intervención de Miranda cuando la miraba, cuando la tocaba, cuando la besaba.

Y así, esa joven se había colado en su corazón de acero. De una manera tan sencilla, tan genuina, sin ningún esfuerzo, había sido capaz de eliminar el dolor de él, incluso la culpa esa tan grande que pensaba nunca se marcharía.



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En el texto hay: deseo, romance, amor

Editado: 16.04.2020

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