Mitades imperfectas

CAPÍTULO 25. Sentimientos horribles

Alexander le dio otra calada a su cigarrillo. El humo hizo figuras por encima de su cabeza.

—Justo como lo quería, se enamoró de esa chiquilla...

—Sí, pero no comprendo... ¿Para qué hiciste todo eso? ¿Solo querías volver a romperle el corazón con esa trampa? —cuestionó Edgar, con cierto agrado, mientras fumaba un cigarrillo. Esa muchacha le había agradado, tal vez solo para acostarse con ella, y en cierta manera le ardía que no hubiera cedido.

—No solo romperle el corazón, Edgar. Necesitaba que volviera a amar a alguien más que a su propia vida, es la única manera de recuperar todo lo que he perdido.

Edgar sonrió a medias.

—Pues, has tenido suerte, primo. Tu hermano es muy débil e hizo todo lo que nunca debió hacer, amarla...

—Lo conozco muy bien, Edgar. En cuanto la vi, supe que debía ser ella, se parece tanto... —rio.

—Y bueno... ¿Cuál es el siguiente paso?

Alexander suspiró.

—La ama demasiado todavía, no importa lo que pasó —se detuvo para tomar otra calada—. Y... el siguiente paso es quitarle a su muñequita. Dejará todo por la vida de ella.

—¿Y si no lo hace? ¿Cómo te asegurarás de que te dará la empresa después de entregarle a la niña?

Alexander sacudió la cabeza levemente.

—No me conoces lo suficiente todavía. No se la devolveré hasta que cambie el propietario de la empresa de mi padre. Le daré algunos días para hacerlo, si no, la mataré. Todo volverá a ser mío, como debió haber sido siempre. Solo tengo que hacer que vaya a rescatarla para que entienda que no estoy jugando.

—La verdad es que tus medidas son bastantes drásticas, y crueles... Pero, bueno, todo será por mi recompensa, diste tu palabra.

Alexander se inclinó hacia su primo que lo miraba con determinación.

—Siempre cumplo mi palabra, primo. Tal como cumpliré con todo lo que he dicho.

Era tarde, más de las tres. Parker y Annabelle estaban en el cuarto cuidando de Jeremy —después de pasar el mediodía en la tienda del muchacho—, y ella no dejaba de cruzar y descruzar las piernas. Con el beso de ayer sentía que algo había cambiado entre ellos, y no sabría decir si se sentía bien con eso. Sí, lo había besado, pero eso no significaba que quisiera algo más con él, tal vez... había sido el momento, y no pensó con claridad.

Estaba siendo egoísta con su amigo, sabía que no podía actuar de esa manera. Lo quería con ella, pero no como él deseaba. Estaba segura de que él se cansaría y terminaría abandonándola, y entonces sería su culpa. Ahora se arrepentía de haberlo hecho, pero en parte fue culpa de las miles de emociones que Peter provocó en ella; por cierto, aún no comprendía por qué había llegado a su casa de esa manera. ¿Por qué quería seguir viéndola? ¿Acaso no la detestaba?

Dejó de pensar tanto y clavó la mirada en Jeremy. Lo miraba con nostalgia. La verdad es que ya estaba comenzando a perder las esperanzas de que alguna vez despertara.

Le habían dicho que los estados de coma podían durar meses o incluso años. No quería ni imaginarlo. Su hermano llevaba meses en coma y todavía no daba señales de que despertaría.

Ella mantenía su cabeza en el hombro de Parker, mientras pensaba en todo eso. Parker suspiró. La joven levantó la cara. En sus ojos verdes había un brillo que no podía descifrar, pero intuyó que algo escondía.

—¿Quieres dar un paseo por el parque? —preguntó Parker. Las comisuras de su boca se curvaron levemente. La joven frunció los labios pensativa, pero terminó aceptando.

Al cuidado de Jeremy dejaron a una enfermera que aceptó con mucha amabilidad el encargo. Salieron del hospital caminando, ya que el parque quedaba solo a unas cuantas cuadras.

Parker le iba haciendo una que otra broma mientras caminaban. Después de unos cinco minutos llegaron al parque y se compraron unas galletas de chocolate.

—¿Te has sentido bien? —preguntó el muchacho de pronto, sacando otro tema—. Quiero decir, con tu embarazo... —explicó algo incómodo. La joven sonrió asintiendo con la cabeza. Se pasó la mano por su vientre, todavía plano.

—Al parecer sí, creo que lo normal —se encogió de hombros. Todavía no podía creer que estuvieran hablando sobre él, su hijo; hablar de él lo hacía más real. Aún se le hacía muy extraño pensar en ella como madre. Además de que sentía miedo. Quería evitarlo a toda costa, pero lo sentía. Sobre todo con lo que pasaría después de que su hijo naciera. ¿A quién vería como su padre? Sabía que tener un hijo era una gran responsabilidad, en su caso sería el doble. Quería alejar todas esas preguntas que surgían en su interior; las respuestas llegarían en su momento.

—Bien. Pero si llegas a sentir que algo va mal debes consultarlo con un doctor, por favor... —la miró con preocupación—. No quiero que te pase nada.

La joven sonrió.

—Gracias por preocuparte.

—Como te había dicho, yo puedo ayudarte en todo lo que necesites —sonrió. Le gustaba que se preocupara por ella, pero no quería que sintiera una responsabilidad que no era de él.

—Gracias, Parker, pero no te sientas obligado, nada es tu responsabilidad.

Parker tomó su mentón con la mano y mantuvo su mirada verde en la de ella. El joven tenía unos ojos muy bonitos. Entonces ella trató de sentir algo. Quería corresponder a lo que le ofrecía, lo cual era mucho más de lo que merecía. Sería mucho más fácil todo si estuviera enamorada de él.

—Lo hago porque te quiero, Annabelle —dijo con tal sinceridad que la hizo sonreír. La chica se removió en su asiento, la culpa de no poder sentir lo mismo por él la estaba consumiendo. ¿Por qué no podía elegir de quién enamorarse?

Iba a pararse de nuevo cuando Parker la sostuvo del brazo para retenerla. La miraba fijamente sin desviar la vista, un nudo comenzó a crecer en su garganta. Su mirada verde había cambiado, parecía estar exponiendo su propia alma. La muchacha solo descubrió amor y bondad.

—Parker...



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En el texto hay: deseo, romance, amor

Editado: 16.04.2020

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