Mitades imperfectas

EPÍLOGO. Estás en mí

Annabelle formó una sonrisa con sus labios. Sentía el brazo cálido de su increíble esposo rodeándole la cintura. Suspiró su aroma y se acomodó más cerca de él. Era un caso total, nunca terminaría de saciarse de la droga Peter Brown.

—Hasta que despiertas, bella durmiente —susurró en su oído. Ella abrió los ojos como platos y se volvió hacia él. Ya estaba vestido enfundado en una camisa y con el cabello, negro y brillante, húmedo. Frunció el ceño a la vez que buscaba mirar el exterior por la ventana. Se había quedado hasta tarde cuidando a Rebeca, era lo que recordaba.

—No puede ser —dijo tratando de levantarse. Se veía claramente que era poco más del mediodía. Volteó a mirar a su esposo que mantenía una sonrisa en los labios perfectos—. ¿Jer ya se fue con los niños?

—Ya estarán de regreso, yo creo. Esa bebé está haciendo de las suyas —se burló mientras la tomaba por la cintura. Ann soltó una risita entre dientes. Rebeca era su hermosa nena de dos años que tenía el nombre de la madre de Peter. Su cabello oscuro, igual que el de su padre, y sus ojos eran café, muy parecidos a los de su hermano; en realidad, tenía mucha similitud con Jeremy, lo cual sorprendía a todos.

—Ya, al menos, tengo una excusa. No quiero que pienses que soy una floja —bromeó pasando las manos por su nuca y atrayéndolo a ella. Sintió sus labios suaves acariciar los suyos lentamente para después tomarla con más decisión. Suspiró embriagada cuando se separó, su corazón se aceleró en su pecho.

—Nunca quiero dejar de provocar esto en ti —farfulló Peter mordisqueando el lóbulo de su oreja. Rio de nerviosismo.

—Te amo, Peter, mucho más que tú —comenzó a decir, pero él la miró fijamente y alzó una de sus cejas oscuras. Su mirada azul brilló.

—Eso no lo puedes saber, aunque... Estoy seguro de que mi amor por ti no se compara —musitó cargándola como en una representación de Disney. Ann soltó una carcajada.

—Sí, lo sé, pero yo soy siempre la que te dice te amo primero —replicó mirándolo triunfante. Peter volteó los ojos a la vez que la depositaba en la cama nuevamente, mientras se mantenía él mismo en vilo con apoyo de sus brazos.

—Y yo soy siempre el primero que está dispuesto a hacer el amor —murmuró con una sonrisa traviesa. Ann se dio cuenta, por cómo se dilataron sus pupilas, de que planeaba arrancarle el camisón de un tirón.

—Mmm... No sé si darte la razón —susurró ella antes de que besara sus labios de nuevo. Peter se quitó la camisa y se acomodó en la cama con ella sobre su pecho. Ann admiró su cuerpo perfecto y recorrió con sus dedos el pecho duro y suave que siempre la haría suspirar.

—Aún recuerdo la vez que acordamos aquel juego. Fue tan raro y excitante, ¿sabes? —musitó Ann perdiéndose años atrás. Alzó la mirada y pudo visualizar su mandíbula bien delineada y sus labios fuertes y suaves formando una sonrisa.

—A decir verdad, fue un impulso que no pude controlar; a pesar de que sabía que tú serías mucho más que un juego, me engañé a mí mismo. Bueno... —se rascó la mejilla incómodo. Annabelle sabía que no le gustaba hablar de su vida pasada y, sobre todo, del hombre en el que se había convertido después de lo que sufrió con Miranda. Ella ya sabía lo que él había visto en ella de su antiguo amor, pero en realidad eso ya no era relevante—. Casi siempre dejaba pasar un tiempo, creo que demasiado, para... Ya sabes. Con ninguna otra había hecho lo que hice contigo tan pronto, literalmente no dejé pasar ni un día. Es que... Tú... tenías algo más. Y ahora sé que, en realidad, no es que te parecieras bastante a ella... —se rio entre dientes.

—¿Y qué diferencia me viste? Bueno, no es como si fuera demasiado bella como...

Sintió los dedos sobre sus labios que le impedían seguir hablando. Hacía tiempo Peter le había mostrado una fotografía de Miranda, ella misma se lo había pedido, y definitivamente había sido un golpe bajo. Ella era bellísima. Supo enseguida que se había puesto melancólica y terriblemente celosa, pues de alguna manera ella ocuparía siempre un lugar en su corazón. Últimamente sus sentimientos eran extremos.

—Realmente, yo no lo veo así, ya no existe nadie más que tú en mi alma. Tú eres la más bella de todas, nadie se compara contigo, Ann. Si no... no estaría así de desvivido por ti. Recuerda que... estás en mí, en cada aspecto de mi vida.

Apretó con fuerza su brazo en torno a su cadera y escondió el rostro en su cuello.

—Aun así no puedo dejar de pensar en...

—Ann, cuántas veces te lo tengo que repetir. Nadie, incluso ella, ahora lo sé, ha provocado ni la centésima parte de lo que tú me afectas con solo una caricia.

Enrojeció de placer y de pronto los celos se esfumaron.

—¿De verdad?

—¿Quieres probar? —preguntó él con tono travieso. Ann asintió y se incorporó a horcajadas sobre él. Inmediatamente sintió su excitación sobre sus muslos. Dios, ese hombre iba a acabar con ella.

—¿Aún no llegará Jeremy, verdad? —preguntó indecisa de dar rienda suelta a la pasión que le carcomía las entrañas. Peter apretó los labios y de pronto miró hacia la puerta, que estaba a las espaldas de su esposa.

—¡Papi! Yo también quiero jugar —se escuchó la voz de Parker, su hijo.

Su rostro tomó mil colores y se incorporó rápidamente en el borde de la cama. Por suerte no estaba con el camisón hecho jirones, si así hubiera sido, excavaría un hoyo profundo debajo del piso.

Su hermano soltó una carcajada.

—Parker, te dije que tus papás estaban ocupados.

Annabelle se levantó y le dio un beso en la mejilla al niño, al tiempo que lo levantaba en brazos.

—Lo siento, no pude detener a este pequeño monstruo. Y Rebeca está con Andrea algo desesperada por verte.

—¿Vamos a jugar? —preguntó Parker juntando sus manitas. Ann se rio entre dientes y lo depositó en el piso. Parker ya tenía cinco años y era un niño muy hiperactivo, siempre corría de un lado a otro sin parar.



#456 en Joven Adulto
#5429 en Novela romántica

En el texto hay: deseo, romance, amor

Editado: 16.04.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.