Mónica El Legado Prohibido

CAPÍTULO 07

 

 

 

 

—Este es el trato —negoció un sujeto con sus manos sobre la mesa.

—De acuerdo, es una buena paga. Además, mi padre estuvo en peligro por culpa de esos sujetos. Pero todavía no deseo llegar al último rango —aceptó Fernanda con sus debidos términos.

—Mi contacto te dará lo que necesitas para salvar al mundo.

—Muchas gracias, señor.

—A ti. Felicidades por tu nuevo trabajo, Fernanda.

Apenas había entrado y ya tenía a la mano cinco mil pesos con los que podía ayudar a su padre.

Una chica la acompañó hasta la parada de transporte público.

—Eres mi compañera de trabajo ¿Cuál es tu nombre? —preguntó Fernanda.

—Me llamo Diana Grisell, mucho gusto, tú y yo seremos buenas amigas.

—Así será, aunque tu amigo me da miedo, debo confesarlo.

—Tranquila, no lo volverás a ver dentro de mucho tiempo. Te veo mañana en la playa, trae a tus hermanos, me gustaría conocerlos.

—¿Cómo sabes que tengo hermanos? —Notó algo sospechoso en la propuesta.

—Descuida, dentro de unas horas te explico, me gustaría conocer a tu familia. Este es mi número y cuando veas algo sobrenatural, solo le tomas foto y me lo mandas.

Fernanda se retiró del restaurante para tomar su ruta de vuelta a casa.

 

 

El calor de la ciudad era sofocante, el tráfico a tope, las noticias de mal en peor. Sobre la avenida Lak'in, del mismo carril se encontraba conduciendo Kevin con su carro nuevo en dirección a la Universidad, a su lado, Rosa María quien había encontrado por casualidad en la puerta de su casa. Una fila de carros obstruía el paso en ambos carriles, llegar a su destino demoraría más de lo habitual. —Vamos, apúrense—. Con una mano frotó su barba con las yemas de sus dedos; con la otra en la palanca.

—¿Pasa algo, bebé? —dijo Rosa María mientras se untaba un labial en el camino.

—Hay demasiado tráfico, llegaremos tarde. Y por favor, no me digas así.

—De acuerdo, bebé. Lo que tú digas.

—Me refiero a que no me digas bebé.

La chica lo miraba con deseo a lo que Kevin le empezó a dar miedo.

Una muchedumbre de jóvenes estaba parada frente a la puerta principal de la universidad. Una foto con flores y velas resaltaba la entrada. Algunos alumnos y maestros lloraban la muerte del profesor Jhon. Entre ellos estaba Mónica, miró la fotografía de su maestro de historia, el hombre que podía ayudarla a encontrar la verdad de sus orígenes, «¿Por qué le pasa esto a la gente buena?, ¿por qué los malos no sobre cae el castigo que merecen?», pensó mientras recordaba los chistes y anécdotas de su profesor. Un viento resopló su cabellera, apagando las velas del altar. La gente se iba marchando hasta solo quedar ella, una lágrima recorrió su tez morena hasta caer en un periódico con la trágica noticia de la muerte de Jon K. Adam; mejor conocido como el profesor de historia en la universidad, amado por sus compañeros, querido y respetado por sus alumnos, con grandes reconocimientos de historia y antropología.

Mónica dejó en el altar una rosa negra que compró cerca de la florería, la puso a un lado de la séptima imagen, que era del arcángel Miguel, un hermoso detalle que resaltaba sobre las 12 flores coloridas.

Una mano se recargó en el hombro de Mónica —todos vamos a extrañar al profesor Jhon, era un buen sujeto. Quien diría que su muerte fuera tan terrible, nada de esto hubiera pasado si no fuera por ti, Mónica—. Dijo una voz femenina a sus espaldas.

—¿Pero qué? —Mónica se giró para reclamar al sujeto detrás de ella.

Vacío, no había nadie a su alrededor.

Kevin llegó a la universidad.

Mónica lo miró y se acercó a saludarle; no obstante, del otro lado del carro bajaba Rosa María. Una inmensa gana de gritar, golpear, se apoderó de Mónica, tragó saliva e intentó calmar sus emociones. El cielo comenzó a nublarse, tenía dos opciones: irse a su casa y poner en orden su mente; o dos, perder el control dentro de la universidad y atenerse a las consecuencias.

Mónica optó por la primera.

Se retiró del lugar mientras Rosa María tomaba del hombro a su musculoso acompañante.

Eran tiempos de lluvia, no tardaba en caer un aguacero. Tras cuarenta minutos en pie, Mónica llegó empapada a su casa.

—¿Qué te pasó, ilusa? ¿Estás bien? —preguntó su hermana.

 —Un profesor ha muerto, él me iba a ayudar con el caso de la pluma ¿Ahora qué hago? —lanzó su mochila sobre la silla de madera, asustando a la Bicho—. Luego esa boba iba con Kevin en su auto. Siento que voy a explotar.

 Fernanda se paró y le dio un abrazo tan fuerte que olvidó sus penas por un momento.

 —Tienes que ver esto —Fernanda le mostró un video por redes sociales—. Es un reportaje del día domingo, muchas personas atestiguan haber visto dos ángeles.




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