Casa de los Lombard: 1:00pm.

Natalia entró a su casa, aún estaba temblando.

—¡Natalia! —exclamó una voz de repente. La chica sintió que algo recorría su espalda— ¿Tan pronto has llegado? —volvió a preguntar la voz.

Natalia se aproximó a la cocina, al entrar, vio que su abuela estaba sentada en una silla junto a la mesa con una prenda que estaba tejiendo.

—¿Te gusta? —preguntó mostrándole el tejido.

Pero Natalia no respondió, la observó con pena, como si estuviera a punto de llorar.

—¿Qué tienes? —preguntó Doña Emilia mientras dejaba las cosas sobre la mesa y le extendía los brazos.

Natalia caminó hacia ella y la abrazo con fuerza.

—Dime ¿qué pasó?  —volvió a preguntar.

Pero Natalia seguía sin responder.

—¿No seguiste todas las instrucciones verdad? —preguntó la abuela con una sonrisa.

Natalia negó con la cabeza.

—Sabíamos que no lo harías —dijo Doña Emilia con una sonrisa.

 —¿Recuerdas cuando hiciste tu primera acrobacia? —preguntó Doña Emilia a Natalia.

Natalia negó con la cabeza.

—Bueno, recuerdo que la llevabas practicando todo el día, estabas cansada al igual que tu abuelo por tanto gritar.

<<Eso sí lo recuerdo>> pensó Natalia.

—Recuerdo que, en una de tantas, tu abuelo empezó a gritarte como un loco. Yo estaba petrificada, ya que tu abuelo había sido soldado y temía que te fuera a reprender como a uno. Pero tú estabas con la cabeza agachada, no podía ver tus ojos, pensé que estabas a punto de llorar.

Cuando tu abuelo por fin se calló, tu hiciste la acrobacia una vez más y esta vez te salió.

Tu abuelo y yo nos quedamos en silencio.

Siempre has sido así querida, esta vez no será diferente a muchas otras, te lo garantizo.

Natalia entendió lo que quiso decir, momentos después, le dedicó una sonrisa.

—Ya es tarde —dijo por fin Doña Emilia—. Mejor preparemos la comida y luego regresaras a esa cafetería —exclamó.