AL DIA SIGUIENTE…

1

Ese día Natalia no iba a entrenar, pero se levantó temprano como de costumbre e hizo los quehaceres sin despertar a sus abuelos.

Al dar las 7:00am, los abuelos bajaron hacia la cocina, donde el desayuno ya estaba listo.

—¿Y esto?  —preguntó el abuelo.

—Tengo cosas que hacer, así que decidí empezar temprano —exclamó.

Cuando los abuelos se sentaron, Natalia subió rápidamente las escaleras, entró a su habitación, tomó su chamarra de mezclilla, se la puso y bajó hacia la puerta de salida.

—Nos vemos más tarde —exclamó, luego se escuchó el sonido de la puerta cerrándose.

—Ira a la biblioteca —dijo Don Teodoro.

—Quizá ya sabe lo que está pasando —exclamó Doña Emilia—. Y también sabes que pronto vendrá a nosotros por respuesta —agregó.

Don Teodoro la mira fijamente con algo de pena.

2

Natalia esperó sentada en la banca del parque, observando fijamente a la entrada de la biblioteca.

*Quizá…solo quizá, algo les pasó a mis padres en algunos de esos…acontecimientos y mis abuelos quieren que yo…*

El pensamiento de Natalia se vio interrumpido cuando levantó la vista y observó que una pesada reja era levantada de la entrada de la biblioteca y el cartel de cerrado era volteado para indicar que estaba abierto.

Natalia corrió hacia la entrada, cruzando la calle sin mirar a los lados.

Al llegar, abrió la puerta y vio a un anciano que se encontraba acomodando libros en uno de los cuatro estantes del fondo.

Era un hombre que media casi dos metros, tenía algunas arrugas en la cara, el cabello color blanco le rodeaba la nuca, dejando una calva.

Llevaba puesto un suéter color verde con un pantalón beige. ­Al escuchar el sonido de la puerta al abrirse, volteó.

—No esperaba a nadie tan temprano. ¿Qué deseabas jovencita? —preguntó con entusiasmo.

—Quisiera algo que me dé información sobre el pueblo —respondió.

—No se diga más —exclamó el viejo—. Tengo lo que buscas —agregó.

Momentos después, el viejo se metió en uno de los estantes.

Pasaron unos minutos, luego se acercó a Natalia con un libro grande, cuyo título decía.

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triunfos y descalabros

Natalia lo tomó en sus manos y lo observó por un momento, luego se sentó en una de las mesas que se encontraba junto a la pared.

Pasaron unos minutos. Mientras leía, Natalia recordaba lo que le habían dicho Don Romeo y Don Efrén, pero se dio cuenta que en el libro omitían algunos sucesos, como los niños que habían fallecido antes de la apertura del hospital y el incendio en la calle del oeste.

Cuando terminó, cerró el libro, lo hizo a un lado, apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó los dedos.

En su mente, lo sucesos del pueblo hacían eco. Intentaba hilar los acontecimientos, pero muchos de ellos no tenían relación, parecían ser simple casualidad.

Agachó la mirada hacia el suelo, intentando despejar su mente.

Minutos después, su mirada estaba fija en los pequeños agujeros del piso de madera. Al cabo de unos segundos, empezó a ver que algo se movía, era constante y parecía dejar escapar una brisa bastante fresca. Pasaron cinco segundos, cuando su vista logró enfocar con claridad lo que veía. Era…agua.

— Ssshhhh —dijo de pronto una voz.

Natalia se sobresaltó, luego, volteó hacia su lado izquierdo. El viejo bibliotecario estaba oculto tras el último estante, la estaba observando.

—Se lo que buscas. Sí, se lo que buscas, pero no todo está aquí. No, tu camino está correcto, pero estas estancada… —el viejo bibliotecario caminó hacia atrás.

Natalia tomó el libro y caminó hasta el tercer estante, cuando encontró un hueco entre los libros, lo acomodó y avanzó lentamente hacia donde se había escondido el viejo.

Al cruzar el arco de la puerta, se dio cuenta de que había entrado a un archivero, el cual era iluminado por unas lamparas que parpadeaban.

En medio de dos estantes, al fondo, estaba el bibliotecario con la cabeza agachada.

Estaba susurrando algo.