Mr. Alpha

Secretaria

—Es una falda muy bonita —dijo el hombre atractivo y desconocido antes de alejarse.

Los pasos apresurados de Lourdes tomaron el piso. Olivia se quedó perpleja, no era la primera vez que enseñaba los calzones, en la escuela era demasiado dinámica y algunas cosas se salían de control, las faldas eran una de esas cosas, pero mostrárselos a un hombre tan atractivo tenía su propio grado de vergüenza.

—No te esperábamos tan temprano —comentó Lourdes, sin embargo, él ya había salido de la oficina y Olivia no escuchó la respuesta —. ¡Olivia que haces en esa posición!

—Rezando —murmuró contra la silla. En realidad, estaba contando los azulejos del piso esperando que la tierra se abriera y la tragara. No había una explicación lógica que para Lourdes no fuera motivo suficiente para reírse todo el trayecto al elevador.

—Esa falda iba a meterte en serios problemas, pero no pensé que te atraparía en un escritorio.

—He tenido suficiente de tus burlas, ahora que te alegré el día me iré a la cafetería —dijo de mal humor Olivia. Sin embargo, Lourdes no paró de reírse mientras las puertas se cerraban.

Vergüenza era una palabra diminuta para el sentimiento que abarcaba su corazón en ese momento. Habían pasado años desde que deseó que la tierra la tragara, desaparecer y jamás volver a ver la luz del sol. Sí, así de dramática se sentía.

Regresó a la cafetería donde el aroma habitual ya reinaba y las canciones favoritas de su madre armonizaban el ambiente. Olivia se metió hasta la pequeña bodega y se sentó en una esquina.

—¡Olivia! ¡Olivia eres tú!

Escuchó claramente a su madre, pero no iba a salir de allí hasta que la tierra volviera a ser destruida por un meteorito. Pasó el peor momento de su vida y eso jamás podrá ser olvidado tan fácilmente.

Llegó la hora de la reunión que Lourdes preparó con prisa. Pierre Alpha era un hombre puntual, ni un minuto más tarde, ni un minuto antes.

—¿Dónde está Derek? —cuestionó Pierre cuando su reloj marcó que su hijo tenía diez minutos de retraso.

—Él estaba aquí en la empresa, estoy localizándolo —dijo con premura Lourdes.

—Salgan todos, menos tu Lourdes —ordenó el presidente de Alpha Company.

La mujer mayor estaba acostumbrada al carácter de Pierre, habían trabajado juntos tantos años, sin embargo, la única persona capaz de llevarlo al límite era Derek.

—Le aseguro que llegó puntualmente, lo vi —afirmó la secretaria.

—Está retándome, Derek no quería venir a trabajar a la empresa. Su madre le permite demasiadas libertades.

—Derek vive tranquilo, ya que no le corresponde tomar la presidencia —comentó en confianza Lourdes sentándose. La secretaria conocía a la perfección a la familia Alpha y los secretos que ocultaban.

—Odio su actitud relajada —dijo golpeando el escritorio.

—Pero es un hombre muy inteligente, y todo le sale bien —agregó Lourdes en voz baja. No obstante, era a quien le debía Pierre todas sus canas verdes.

—De que sirve que lo sea, si deja de lado a la compañía por seguir sus sueños individuales. La familia es importante, necesito que todos mis hijos se vinculen pronto —declaró molesto saliendo de la sala de juntas.

Lourdes sintió que ignoraba la verdadera razón de traer a Derek, sería que Pierre Alpha tenía un plan para todos sus hijos y los quería tener cerca.

Olivia permaneció el tiempo que pudo dentro de la bodega, pero el calor la hizo salir. La cafetería de su madre era conocida por sus ricas bebidas, los pastelillos y la comida que ofrecía.

—Olivia necesito dos cafés americanos y un latte —ordenó Paula. Observó a su hija que estaba callada desde que regresó y eso se le hizo extraño. Olivia era muy platicadora —. Hija, ¿por qué estás tan callada?

—No es nada mamá, iré a la bodega por el café, se ha terminado —dijo sin ganas y aquello fue aún más extraño.

Olivia regresó y preparó los cafés en silencio, en la cafetería tenían dos repartidores, uno para las zonas cercanas y otro para el complejo de Alpha Company.

—Qué cara tienes, pensé que tu madre estaba mintiendo —interrumpió sus pensamientos Andrea, su mejor amiga y una de las repartidoras. Era una mujer muy activa y se la vivía sobre su bicicleta haciendo mandados, era su manera de pagar sus estudios.

—No es nada, estoy normal...

—Dile eso a quien no te conozca, soy tu amiga, y verte así callada batiendo ese tazón de café, diría que fuiste secuestrada por los alienígenas y te suplantaron. Así que suelta la sopa y prepárame un frappe de chocolate.

—Ay, no fastidies, déjame en paz —manoteó Olivia, pero al alzar el rostro reconoció el hombre de la oficina caminar hacia la cafetería —. ¡No puede ser! —exclamó y se agachó para huir a la bodega.

—¿Qué está pasando? —inquirió confundida Andrea, notó al hombre que se anunció en la cafetería gracias al timbre de la puerta y abrió los ojos en demasía.

Paula atendió la orden mientras Andrea se escabullía por la barra. Podía ser posible semejante espécimen de hombre allí en medio del lugar. Lo observó desde la puerta de la bodega. Era todo un caballero, su rostro varonil y su porte elegante lo hacían ver encantador.

—¿Quién es él? —preguntó Andrea entrando a la bodega. Encontró a Olivia en un rincón junto a los desechables — Y ¿por qué estás tan nerviosa?

—No estoy nerviosa —respondió a la defensiva.

—Olivia...

—Ay, ya Andrea, déjame, quiero desaparecer, pasé la peor vergüenza de mi vida.

—Más que la vez que le tiraste el café encima a tu casi futura suegra... o la vez que creíste estar sola en el baño y…

—¡Basta! Estaba enferma del estómago, no me di cuenta de que era el baño de hombres.

—Tus vergüenzas son bastante recurrentes, así que habla de una buena vez —dijo sentándose junto a ella. Olivia suspiró y viéndose sin otra opción relató lo sucedido —. ¡Le enseñaste tus calzones a ese bombón! —exclamó después de escuchar el relato triste y vergonzoso de su mejor amiga.




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