Mr. Alpha

Pañuelo

—¿Olivia? Creo que no tengo el gusto de conocerla —dijo pensativo Pierre. Sin embargo, Lourdes sabía que si le decía quién era rápidamente sabría que era la hija de Paula.

No es que no la tuviera en buen concepto, no obstante, había estado trabajando a escondidas con ella. Pierre Alpha era muy celoso con la información de la empresa, y más con la de su familia. Aunque Lourdes fue muy discreta en mantener las cosas de la familia Alpha en secreto.

—Le encontré muy temprano acomodando las cosas en la oficina, parece ser que la señorita Olivia es muy entregada al trabajo —agregó Derek sonriendo descaradamente hacia Lourdes —. Me gusta que tenga tanta disposición.

Lourdes lo fulminó con la mirada cuando dijo la última frase. Sin embargo, a Derek solamente le causo gracia ponerla en aprietos.

—Por lo menos una noticia buena, una mujer comprometida es lo que necesitas, alguien debe ser responsable —pronunció satisfecho Pierre. Lourdes no iba a poder sacarlo del error.

El problema sería convencer a Olivia, fingir que es la secretaria de Derek, esperaba que pudiera ayudarla mientras solucionaba ese malentendido. Ambos salieron de la oficina de Pierre, ya que tendría una reunión por videoconferencia. Lourdes había dejado todo listo antes de buscar al segundo hijo de Pierre.

—Creo que todo ha salido muy bien —afirmó Derek con tranquilidad y un gusto muy evidente.

—Parece que estás disfrutando tu llegada a la empresa —recriminó Lourdes sentándose en su escritorio.

—Los cambios tienden a ser caóticos, sin embargo, jamás pensé que podría ser tan divertido venir a Alpha Company.

—Sin embargo, yo creí que jamás te miraría aquí dispuesto a trabajar con tu padre y hermanos —agregó Lourdes quisquillosa por la actitud de Derek.

—En realidad, venía con la intención de desistir el ofrecimiento —mencionó alejándose.

—¿Qué te hizo cambiar de parecer? —cuestionó rápidamente Lourdes, asombrada de su declaración.

—No seas tan curiosa, Lourdes —respondió cerrando la puerta de la oficina sonriente. La mujer mayor quedó más confundida por la actitud de Derek. Pero ahora tenía que resolver que Olivia se presente a su primer día de trabajo.

Después de que Andrea dejó la cafetería, Olivia se vio obligada a atender a los clientes, ya que su madre tuvo que salir a su cita médica. Una vez al mes tenía que asistir a su chequeo habitual. Claro que no le contó a su madre lo sucedido, de solo pensarlo le dolía la cabeza.

La tarde era más tranquila, por lo regular los pedidos se concentraban por la mañana debido al horario de la empresa. Pocos trabajaban por la tarde, aunque había bastante movimiento, sin embargo, la cafetería era conocida por sus deliciosos bocadillos y desayunos. Eso le permitía a Paula descansar, salir a sus consultas y preparar lo del día siguiente.

Después de preparar tres cafés americanos y entregar las últimas galletas de chispas de chocolate, Olivia tomó un respiro sirviéndose un té de frutos rojos. Tomó asiento en la barra y miró a los transeúntes desde uno de los ventanales. Solo había una mesa ocupada, así que no necesitaba estar tan al pendiente, ya que eran clientes recurrentes, además que ya habían dejado pagado todo.

La vergüenza no la dejó sola en ningún momento, por ratos llegó a golpearse la frente por semejante espectáculo que dio. Sus pensamientos eran un caos, estaba tan distraída que muchos de los pedidos los leyó más de cinco veces para no equivocarse. Tomó el té y se quemó la lengua por no poner atención. Escupió el líquido, por suerte los clientes salieron de la cafetería, el timbre sonó, pero estaba lamentándose de dolor que no puso atención, solo escuchó sus voces al despedirse.

—Ten —ofreció una mano generosamente un pañuelo.

Olivia lo tomó para limpiar el desastre y sus labios, abrió los ojos cuando entendió que no estaba sola, giró rápidamente para ver al dueño del pañuelo. Su boca se abrió con demasía al reconocerlo. Era él, el hombre de la mañana, el hijo de Pierre Alpha sonriéndole.

—¿Cómo entraste? —cuestionó exaltada

—Por la puerta —señaló detrás de él. Olivia se golpeó internamente, había sido una pregunta estúpida.

—Perdón, viene a hacer un pedido, en un momento lo atiendo —dijo apresurada, pero intentando ocultar el nerviosismo inminente que sentía al estar frente a él —. Su pañuelo —ofreció en su mano, pero cuando Derek quiso tomarlo, ella lo alejó —. Creo que debo lavarlo, no puedo dárselo así —expuso confundida.

—No creo que unas gotas de té ensucien tanto —consoló manteniendo su semblante dócil y alegre.

Que era esa energía que emanaba de él, sus ojos parecían brillar mientras la observaba. Era extraño, ese hombre no era alguien común.

—Aun así, lo lavaré— aseguró Olivia alejándose de él. Puso de muro la barra de la cafetería. Solo bastaron unos segundos para perderlo de vista.

—Perfecto, puedes entregármelo mañana… —dijo antes de partir y salir de la cafetería.

Olivia se quedó perpleja, dijo mañana, volverían a encontrarse, aquello golpeó su estómago. Como iba a verlo de nuevo a la cara. Su celular sonó en alguna parte, lo tomó y leyó el mensaje de Lourdes.

—Ya tengo los documentos, no olvides pasar. Es importante, Olivia.

Olivia leyó el mensaje y recordó que seguía trabajando con Lourdes, así que no podía esconderse por mucho tiempo. Miró el pañuelo en su mano, no tenía otra opción, mañana selo dejaría en su oficina cuando él no estuviera. Así no lo volvería a ver y seguiría con su vida, aunque tenga que esconderse para siempre.




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