¿Cómo se lavaba una tela tan fina? Fue la pregunta que tuvo que resolver cuando estuvo en casa. Lourdes la citó a la misma hora, sus ganas de entrar a la empresa eran nulas, sin embargo, tenía que ser responsable; algo que su madre siempre le recalcó. —Las mujeres de esta familia jamás rompen su palabra, Olivia.
Pero era un mal momento para recordar la honestidad de su familia. Suspiró cuando estuvo frente al inmenso edificio, juraría que era más grande que días anteriores; sin embargo, era el terror de entrar lo que la hacía sentir pequeñita.
Entró al edificio, buscó el ascensor por donde subía todos los días, aun así, no dejó de temblar, se aferró al pañuelo que llevaba en su mano. No hubo recibimiento ni nadie que la acompañara. La oficina de Lourdes estaba sola como era de esperarse, y la mujer mayor leía un documento con mucha atención, tanta que no la escuchó entrar.
—Lourdes —pronunció levemente.
—¿Cuánto tiempo tienes ahí parada? —cuestionó asustándose.
—Unos cinco minutos —dijo mirando de un lado a otro principalmente detrás de ella.
—¿Te pasa algo? —inquirió la mujer mayor al notarla tan nerviosa.
—No, a mí, no nada… ¿Qué es lo que debo hacer? —indicó esperando que con eso bastara para que Lourdes la dejara en paz con cuestionamientos raros.
—Tenemos un problema —soltó Lourdes al percatarse que no tenía más opción que ser sincera con Olivia.
—¿Es mucho trabajo? —preguntó
—No, eso no es el problema, los archivos es lo de menos… hubo un error y necesito que me ayudes por un tiempo —aceptó la secretaria señalando que tomara asiento.
—Tan grave es que necesitas que me siente —dijo abrumada —. Suéltalo de una vez, me da ansias tu cara de tótem, no puedo entender entre líneas…
—Eres la nueva secretaria del departamento de producción, Olivia —declaró Lourdes y Olivia mantuvo una mueca congelada en su boca de estupefacción.
—¿Secretaria? ¿Nueva? ¿Producción? Como puede ir toda esa misma frase junta y refiriéndose a mi persona. Te volviste loca, ya tienes demencia senil o que está pasando —dijo alterada Olivia.
—¡Me has llamado vieja, muchacha insolente! —exclamó asombrada Lourdes.
—No, bueno, sí —balbuceó Olivia. Realmente la había llamado vieja sin pensarlo —. Tú tienes la culpa por querer jugar conmigo así…
—Jamás jugaría con algo tan serio, soy una profesional en mi trabajo, mis años de desempeño me avalan. Qué atrevimiento de tu parte llamarme loca —dijo acomodándose el saco. Lourdes era una mujer amable, y conociéndola perfectamente sabía que no estaba jugando.
—Lo siento, Lula —pronunció arrepentida, era su manera de llamarla cariñosamente. Lourdes cruzó sus brazos y la miró de reojo —. En serio no me vas a perdonar…
—Únicamente si aceptas el puesto por tres meses —soltó la mujer mayor sentándose.
—¿Por qué yo?
—Hubo un error, al verte en la empresa el señor Pierre cree que eres la nueva secretaria. —No pensaba soltarle que fue Derek quien lo aseguró, tenía que convencerla de algún modo —. Si digo que me has estado ayudando a escondidas sería muy complicado, Pierre Alpha es muy cerrado, él confía en mí, Olivia tienes que ayudarme, solo serán por tres meses, es un tiempo idóneo para no levantar sospechas… además que el contrato de prueba así lo estipula.
—Debe de existir otra secretaria… —respondió abrumada. Trabajar allí solamente la haría ver al hombre al cual no desea estarse cruzando en su vida. Sintió hervir su rostro al recordar la vergüenza, le vio los calzones y no solo eso… alguien podía ponerse en su lugar.
—Si tienes dudas yo te ayudaré, haré que este tiempo pase rápido —animó Lourdes —. Y la paga es muy buena, mira —dijo entregándole el contrato. La cifra estaba ahí y clara, muy clara. Olivia abrió los ojos en demasía, con eso podría ayudar a su madre con la hipoteca.
—Lo siento, Lourdes —negó regresándole el documento —. Prefiero no trabajar aquí, es más, ya no podré ayudarte. Mi madre necesita que la apoye —expresó poniéndose de pie.
—Piénsalo, Olivia…
Lourdes no podía permitir que Derek le diga a su padre que encontró a una mujer dentro de la empresa y que no trabajaba para ellos. Pierre Alpha la despediría por romper su confianza, pero Olivia era una chica sin malicia, quien jamás usaría esa oportunidad para sacar provecho o sacar a la luz los secretos que ellos esconden. Por lo menos eso era lo que pensaba la secretaria del líder de Alpha Company.
Con eso último Olivia Salió de la oficina de Lourdes. Era una oportunidad que jamás tendría en su vida, pero no debía aceptarla. Dio un par de pasos y recordó el motivo por el cual también había entrado, miró el pañuelo en su mano que ahora estaba tan apretado y arrugado que se maldijo por no guardarlo en sus bolsillos del overol.
Era tan de mañana que nadie estaba en los pasillos, así que decidió ir a la oficina de producción y dejar el pañuelo. Motivada por creer que era un buen plan se dirigió sola al departamento.
La oficina estaba sola como lo sospechaba, miró de reojo antes de entrar sin hacer ruido. Observó el escritorio pulcro y elegante. Tomó con ambas manos el pañuelo azul cielo el cual tenía grabadas las iniciales del dueño, D.A.
—Derek Alpha —murmuró Olivia. Lo olió por última vez cerciorándose de que el olor fuera agradable. Creyó que usar suavizante le sentaría bien, pero ahora no estaba tan segura si alguna vez la ropa de alguien tan importante usaría algo así.
Rindiéndose a sus pensamientos lo dejó frente a la silla, acomodándolo con delicadeza. Estaba arrugado y ya no podía hacer nada. Lo acomodó tres veces, lo dobló, lo volvió a distender y lo dejó de lado.
—¡Ya Olivia! Es un pañuelo no un bebé. — Se regañó así misma antes de dar un par de pasos y alejarse. Sin embargo, giró de nuevo y pensó que era mejor dejarlo extendido con una nota de agradecimiento, no podía ser grosera.
Se recargó en el escritorio, tomó una nota y una pluma. ¿Qué debía escribir? Gracias, era una opción, pero solamente eso le pareció equis.
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Editado: 29.10.2024