Julián observó la carta por décima cuarta vez, contemplando la caligrafía de la misma, su hermana no había cambiado en su escritura, su letra calmada y algo torcida seguía presente en su ser, incluso después de 10 años.
La madrugada de aquel jueves era fría y nublada, algo muy curioso siendo que estaban en pleno verano, Julián se encontraba sentado en la barandilla del tercer piso, el aroma a madera mojada y el canto de las aves se mostraban a sus sentidos.
El bosque que rodeaba a Lira aún estaba dormido cuando los primeros rayos del sol aparecieron por el horizonte, su mirada marrón se quedó entre las estrellas que, poco a poco, se iban haciendo invisibles con la llegada del día.
Los nervios se apoderaron de su cuerpo cuando volvió a mirar la fecha escrita entre las palabras de la carta, el día en que su hermana volvería al pueblo era hoy y eso lo ponía ansioso.
El volverse a encontrar con su amada hermana después de tantos años lejos era algo que lo mantuvo despierto los últimos días y en este momento se encontraba intranquilo, pensando en mil y un cosas a la vez.
¿Y si ya había olvidado dónde quedaba aquel pequeño pueblo? ¿Y si no recordaba su antigua casa?
¿Qué pasaría si Rosalinda no pudiera encntrar aquel recóndito pueblo?
¿Venía sola o la acompañaba Ricardo?
¿Habría cambiado su aspecto o era la misma de siempre?
Aquellas y otras preguntas llenaban la atormentada cabeza del hombre, quien fumaba un cigarrillo para calmar sus ansias.
Rosalinda se había mudado hace una década atrás, cuando a penas tenía 15 años, que a pesar de ser la edad madura, aún era muy joven e ingenua como para salir de su burbuja de ensueño, aún así, ella se había ido al otro lado del mundo gracias a que La Academia de Elementos le habían ofrecido trabajo en sus instalaciones como profesora del fuego divino, el don que ambos habían heredado de su madre.
Fue una gran sorpresa cuando aceptó y, semanas después, dejó Lira para irse a la Academia.
Julián intentó detenerla, pero ver la ilusión en los ojos de su hermana fue suficiente para dejarla ir a su primera aventura lejos de su hogar, a pesar de que todos sus instintos le gritaran que no la dejara partir.
El día llegó y junto a él, se encontraban un pequeño grupo caminando entre los grandes árboles del bosque que rodeaba el pequeño pueblo de Lira, donde las sombras y las luces bailaban entre sí bajo sus árboles y daban una extraña sensación de belleza y misterio junto con una cálida frescura.
El pequeño grupo que caminaba entre toda aquella magia, miraban embelesados a todas partes, sin perder de vista su camino.
-¿aquí crecieron?- preguntó Rubí con gran asombro.
-sí- contestó Ricardo, sosteniendo en sus brazos al más pequeño de los tres niños- no ha cambiado en nada, aún puedo sentir el cosquilleo en mi ser-.
-este bosque es hermoso, no se compara con ningún otro que he visto antes-.
-El Bosque Lírica es uno de los más antiguos y mágicos de este continente, se dice que estos árboles nacieron de los cadáveres de los hechiceros que perecieron ante la guerra del Cántico- comenzó a contar Rosalinda- se dice que la magia que poseían los hechiceros se mantuvo con ellos incluso después de su muerte, manteniendo una parte de ellos en este mundo; al acabar la guerra, pequeños brotes de plantas comenzaron a surgir de los difuntos y crecieron hasta el día de hoy-.
-este bosque es legendario, no sólo por su belleza y misticismo, sino también por su particular forma de actuar ante los que se adentran en él-.
-¿a qué te refieres?- preguntó el niño mayor, Marqués, que se había mantenido callado durante todo el viaje.
-este bosque contiene mucha energía natural, energía de tierra, de elemento, de paz, se dice que las almas de los hechiceros deseaban la paz y ese deseo se transmitió a los árboles de aquí; cada vez que alguien con el corazón pesado por algún sentimiento negativo se aventura a entrar es inundado por un gran sentimiento de tranquilidad, tanto así que muchas veces las personas que salen de este lugar son irreconocibles, en el buen sentido de la palabra- contestó el hombre, mirando el camino distraído- aunque eso sólo le pasa a los que no tienen una sección propia, ya sabes, las víctimas-.
-¿qué pasa con nosotros?- preguntó Rubí- ¿a nosotros no nos afecta para nada?-.
-no del todo- contestó la mujer junto a ella- a los villanos se les baja su energía y poder al entrar, a los anti-héroes se les arrebata sus constantes deseos de destruir y hacer problemas, los héroes mantienen sus poderes al igual que los guardianes, pero se rebajan sus deseos de usarlos-.
-eso quiere decir, ¿que nosotros no podemos defendernos ante algún animal salvaje?-.
-tranquila, enana, los animales de Lírica no atacan a nadie, al nacer y crecer en un bosque regido por la paz, los seres de aquí son muy pacíficos, incluso al momento de seguir el orden natural de cazador y presa, los animales se comportan de forma tranquila y armoniosa-.
-eso es asombroso- murmuró Rubí, cada vez más maravillada por aquel lugar.
-aún así, no se separen, es muy fácil perderse entre los caminos de Lírica, en especial para los primerizos-.
Los niños obedecieron ante las palabras de su mentora, manteniendo una cercanía aceptable entre ellos y lo que los rodeaba, ya habría tiempo de explorar el lugar luego de establecerse en Lira.
No tuvieron que esperar mucho para encontrar la peculiar entrada del pueblo: dos árboles de gran tamaño con troncos gruesos que iban poco a poco acercándose y haciéndose más finos hasta entralazarse junto con sus ramas, haciendo una peculiar entrada natural muy llamativa.
-es como un portal antiguo- había mencionado Marqués, asombrado por lo que observaba.