Muérgano

01. La muerte de Elizabeth

Un feliz cumpleaños de 18.

Un extraño asesinato.

Un bar en Londres.

Una voz.


 


 

CAPÍTULO N.01

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15 de Enero.

CASSANDRA.


 


 


 


 

—Que los cumplas feliz, que los cumplas Cassie —cantaba en un grito Alexia mientras entraba en saltitos a mi habitación.


 

—¿Acaso querías que llore por la emoción o de un susto? —interrogué graciosa tomando asiento en la cama.


 

—Imbécil —replicó arrugando su nariz.


 

Abandonó unas bolsas en el suelo para librar sus manos. Prendió la lámpara del cuarto para luego abrir las cortinas. Esto permitió iluminar todo el cuarto por la fuerte luz del sol que ingresaba por la ventana. Y un descomunal dolor visitó mi cabeza penetrando por mis sensibilizados ojos.


 

—¿Y eso? —señalé las bolsas con una inofensiva curiosidad.


 

Examiné de un segundo al otro una sonrisa de oreja a oreja ocupando por un santiamén su rostro.

Una conveniente y pícara.


 

—Hoy saldremos —respondió con un baile emocionada y en un minuto me cayó el paquete encima.


 

—Alexia— me quejé emitiendo una carcajada y sobando el brazo que había sido golpeado.


 

Destapé la caja y de pronto recibí un excesivo olor a ropa nueva. Lo puse sobre la manta que me cubría para acceder a observarlo mejor.


 

Un vestido negro de encaje que se veía algo corto y ajustado.


 

—Gracias amiga, te amo —sonreí y me ofrecí a darle un abrazo.


 

—Hueles a —frenó un momento y abrió aún más sus fosas nasales para respirar—. Es muy dulce, como caramelo.


 

Fruncí el ceño luego de separarme y negué divertida con la cabeza.


 

—Debe ser el jabón que me regaló mamá —me encogí de hombros y me dirigí hacia el armario.


 

—Bueno vístete rápido así vamos a desayunar temprano —demandó ordenando las mantas de mi cama.


 


 


 


 


 

*


 


 


 


 

—Nos vemos a la noche Ale, gracias por todo —reconocí.


 


 

—Adiós zorra —respondió luego de depositar un cálido beso en mi frente.


 


 

Seguido a despedirnos, se marchó en dirección a su hogar que era a unas pocas cuadras y yo partí al mío que se encontraba a unos metros.


 

—Mamá —grité al entrar cerrando la puerta detrás de mí—, ya llegué.


 

Habíamos ido al centro de Londres con Alexia y tomamos un café con donas (ella con fruta porque su alimentación era más meticulosa) mientras compramos ropa y demás.


 


 


 

Lo mejor del día fue encontrar que estaba a la venta una película basada en un libro de Stephen King. Era una favorable seguidora y Elizabeth luego de quemar su cabeza con las novelas también. Ignorando el hecho de que valía casi todo el dinero que tenía conmigo, igualmente lo compré. Principalmente porque quería tener una tarde mirando películas con ella y luego por la noche salir nuevamente con Alexia.


 

—Cassandra —escuché mencionar a mi madre saliendo de la cocina hacia el comedor donde yo me encontraba.


 

—Hola madre, traje la película "Carrie" —respondí alzando los labios en una mínima sonrisa—. No puedo estar más emocionada.


 

—Oh... que bueno hija —tiró un mechón de cabello por detrás de su oreja con nerviosismo—¿Quieres llevar las cosas a tu cuarto? Compré helado de chocolate.


 

Me hallé un segundo conmocionada por el hecho de que por primera vez mi madre me había comprado algo. Y más porque era helado de chocolate. Mi gusto preferido.


 

Asentí y me encaminé a mi habitación para dejar las bolsas y mi cartera arriba de la cama.

Luego me quité las zapatillas que ya hacían sentir encerrados a mis pies y me puse un pijama de invierno encontrándome contenida en una agradable comodidad.


 

Ahora lista, regresé hacia la sala. Al ojear el sillón pensé automáticamente en tirarme para sentirme a gusto luego de caminar tanto hoy por la mañana.


 

Pero me veía algo insólita pensando que no había en mi cuerpo ni un minúsculo signo de agotamiento. Eso era algo sorprendente considerando que no era una persona fanática a usar las piernas para movilizarse.


 

Me aplaudí a mi misma mentalmente por ese gran logro. Atrapé como válida la suposición del motivo. Ya que en mi opinión era debido a un estilo de renovación en mi vida.


 

Tal vez el cumplir 18 años no era solo un número, si no también podría tomarlo como un nuevo comienzo.


 

—Cassie —murmuró Elizabeth y al notarlo volteé ligeramente la cabeza para verla.


 


 

Todo el panorama se transformó a una especie de cámara lenta. Cuando me giré para poder darle mi atención, me avistaba enternecida por la situación del helado. Y lo que creía era que iba a traerlo para que veamos la televisión.


 

Pero estaba tan errada. Tanto que lo que atendían mis ojos era a mi madre en otra postura. Una señora en sus cuarenta años con el pelo oscuro y despeinado. Ojos tristes y bolsas debajo de estos. Lágrimas hacían un recorrido por sus mejillas. Llevaba los labios bastante secos y la boca ligeramente abierta permitiendo al aire entrar.




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