Muerte en Versalles

Capitulo 3

Cuando era niña solía ser solitaria, no tenía muchos amigos en ese entonces, debido a su timidez, pocas veces se había sentido libre de expresar sus emociones o pensamientos sin miedo a ser juzgada por el resto. Tenía un gran estatus que llenar al ser la hija de la emperatriz, no podía avergonzar a su mamá, no por el hecho de que ella se avergonzará de ella, más bien, tenía miedo de que eso hiciera que la amará menos. Paseaba normalmente sola por el jardín, se sentía tranquila, lejos de las exigencias de la corte, era un momento donde podía encontrar la paz. Le gustaba poder observar las rosas, pero un día observo que había otro niño de cabellos dorados y ojos verdes que también se encontraba mirando las rosas. Cuando sintió su mirada sobre él, volteo para observarla, siendo la primera vez que sus ojos celestes se cruzaban con sus ojos olivas. Podía recordar ese momento que se había grabado con fuego en su mente, no la miraba como el resto, su mirada era tan diferente, se sentía como una brisa nueva que la refrescaba.

No supo su madre hasta que escucho a su madre diciéndolo: Adrien Bautz, hijo del teniente Bautz, su familia había servido a la suya durante tantos años, su familia tenía especial favor por la suya, no era de esperarse que el mismo teniente llevará a su único hijo a conocer a la emperatriz. Ese pequeño encuentro entre ellos en aquel jardín solitario marcaría el comienzo de su nueva relación. Era callado, no solía hablar mucho, solo se dedicaba a quedarse quieto mientras observaba las rosas, lo que aumentaba la curiosidad de Antonieta, la tenía maravillada, aquel niño de ojos verdes que parecía no desear su compañía.

Al abrir sus ojos pudo observar el cielo de color celeste acompañado de nubes blancas y esponjadas, el sol comenzaba a salir nuevamente, sus rayos cálidos acariciaban su rostro, podía escuchar a la distancia el canto de los pájaros, todo había sido un sueño, que curiosa pesadilla había tenido, seguramente se había desmayado por el agotamiento y estaba en el campamento… entonces ¿Por qué todo era sumamente silencioso y pacifico? Rápidamente se alarmo observando a su alrededor comprobando que no era un sueño; se encontraba en medio del bosque, a un lado de un rio, estaba mal, todo esto estaba mal. ¿Seguía viva? Se observo rápidamente mirando que no le faltará nada, dándose cuenta de que si le hacía falta algo: su vestido no estaba, se encontraba en ropa interior, con el corset, las enaguas y una camiseta blanca que le habían puesto encima. Sintió como su mundo se caía encima de ella, había sido ultrajada mientras estaba inconsciente, miles de preguntas se cruzaron por su mente, no podía ser cierto. Cuando sintió que sus pensamientos la devorarían, observo que Adrien venía hacía ella, entonces pudo sentir que respiraba tranquila. Estaba segura de que Adrien la había cuidado, menos mal.

—Su alteza ha despertado —menciono aliviado—. Tardo mucho en despertar, pensé que necesitaría un doctor…

—¿Todo lo de ayer… en verdad sucedió? —preguntó en shock—. ¿Esas cosas… son reales?

Adrien se notaba realmente cansado como sino hubiera dormido en toda la noche con tal de cuidarla, se sintió mal por él, se había vuelto una carga para él.

—¿Sabe… que ha pasado?

—Llegaron de la nada… y solo atacaron… a todos —respondió sombrío—. No había rastro de humanidad en ellos… nada.

Adrien cayo cansado a su lado, apenas pudiendo relajarse, noto que antes la sangre que cubría su rostro no estaba, se había limpiado el rostro. No portaba su uniforme, solo una camiseta delgada y ligera, entonces noto que ella estaba usando su camisa blanca que estaba manchada con poco de sangre. Al levantar su mirada para observarlo, pudo unir los puntos, rápidamente bajo su mirada mirándolo avergonzada.

—¿Puedo preguntar porque no tengo mi ropa puesta? —inquirió molesta—.

—¿No lo recuerda alteza? —preguntó cansado, cerrando los ojos—. La única vez que se levanto fue para vomitar, lastimosamente vomito sobre usted misma, su vestido quedo arruinado, lo siento…

Claro que no lo recordaba, se sentía tan avergonzada con Adrien, ni siquiera podía verlo a la cara.

—No se preocupe por su dignidad alteza —la calmo—. Sigue estando intacta, solo soy su humilde súbdito.

—¿Ha escuchado a esas criaturas? —murmuro asustada—. ¿Aún siguen…?

—No están a nuestro alrededor —le confirmo—. Me salido a explorar la zona, parece ser segura… es como si esas cosas hubieran migrado a otro lugar.

—Esto no puede ser verdad —murmuro asustada—. Pero… ¿Qué otra explicación existe? ¿vimos lo mismo? ¿verdad?

—Yo tampoco tengo idea que son esas cosas —respondió inquieto—. No nos habían notificado nada en el cuartel…salieron de la nada… simplemente salieron corriendo hacia nosotros, no podíamos verlos con claridad por la oscuridad de la noche, hasta que estuvieron enfrente de nosotros y nos empezaron atacar.

—¿podría tratarse de un ataque…?

—Es imposible sin que nosotros nos diéramos cuenta —respondió serio—. Se trata de algo más… solo Dios sabrá de donde salieron esas criaturas.

—¿Crees… que se traté de un castigo del cielo? —preguntó confundida—. Que sea el castigo de Dios sobre nosotros.

—Eso no puede ser obra de Dios —respondió con firmeza—. Ni del hombre… ellos tenían… —se puso pensativo—. Usted no logro verlos, tenían una especie de marca que brillaba en la noche… no creo que sea obra del cielo, más bien parece salido del infierno.



#193 en Terror
#3825 en Otros
#479 en Novela histórica

En el texto hay: francia, zombie, romance

Editado: 21.06.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.