Mi nombre es Rosaura González, el sueño más grande que tengo es ser una actriz reconocida en todo el continente americano, no tengo una vida de ensueño como muchas quisiéramos pero no me quejo, amo a los perros y tengo 15 años.
Llegaba a mi casa como todos los días después de la escuela, no me gustaba ir, las burlas de los demás me hacían sentir que no merecía el mundo.
Conocí a un chico simpático que no aparenta la edad que tiene, pero eso a mí no me importa, con que solo me quiera y me respete es suficiente para mí.
Mi mamá es muy exigente conmigo, sé que no soy la hija que tanto quisiera tener; esa de buenas calificaciones que siempre es aplicada en los estudios y bien portada ante los demás...
Entro a casa cuando lo primero que noto a distancia es la mirada de mi madre que denota furia.
—¿Por qué a esta hora?— cuestiona lenta y seriamente.
—Estuve de paseo con un amigo ama no te preocupes.— le respondo con una confianza plena.
—Tú no te mandas solita ¡Eh!, no te voy a permitir que quieras hacer lo que se te dé la gana.— alza la voz cada vez más
—¿Sabes que mamá?, ¡quisiera ser mayor de edad para largarme de esta maldita casa porque ya estoy harta de tí!
Ofendida mi madre me revienta una cachetada dejándome sorprendida por lo sucedido, jamás había recibido un golpe por parte de mi mamá, ella llora de decepción y yo de lo enojada que estaba voy a encerrarme en mi cuarto.
Cierro la puerta poniéndole seguro para que no viniera a molestarme, del coraje guardado que tenía por todo lo que me había pasado rompo en llanto, llegó el momento en el que me arrepentí por haberle hablado así a mi mamá, pero la presión de mis compañeros y todavía el reclamo de mi madre me orilló a faltarle el respeto.
Cuando me levanto para ir al sanitario toca mi puerta fuertemente a lo que le abro y la veo mirándome seriamente con un plato de huevos con arroz, deja la bandeja al lado de la cama y sentándose en la orilla preguna:
—¿Que daño te he hecho?
Impulsivamente le respondo:
—Ya estoy grande, sé cuidarme sola y tú todo el tiempo quieres controlarme.
Mi madre solo mueve la cabeza lado a lado levantándose tristemente y dando un azote a la puerta.
Al día siguiente me levanté lo más temprano que pude para ir a la escuela, definitivamente no quería verle la cara a mi mamá por lo avergonzada que estaba, aún no se levantaba y yo aproveché para irme sin que se diera cuenta.
En el camino me encuentro a Benito alegrando mi día le doy un abrazo, el es el chico que conocí con el que me siento bien a pesar de la diferencia de edad tan alta que tenemos, él tiene 27 años. Le conté todo lo que pasó ayer, lo que me encanta de él es que es bueno escuchando, cada vez me enamoro más.
—Vamonos de aquí.— propone sin pensarlo.
—No puedo, no quiero separarme de mi mamá, la quiero mucho y no quiero darle ese disgusto tan feo— trato de que cambie de idea.
—Rosaura, yo te amo— con sus manos grandes toma mi cabeza mirándome a los ojos —quiero que te vayas a vivir conmigo, ¿Que dices?
No aguanté más la propuesta de Benito y derretida por sus palabras me convence.
—Yo también te amo, está bien, me iré contigo. Al rato que llegue a mi casa tomaré mis cosas y nos vamos de aquí— le doy un tierno beso sus labios suaves.
Estoy dispuesta a enfrentar el amor que siento por Benito, yo lo amo muchísimo y no dejaré que alguien como mi mamá me prohiba estar con él. Falto a las clases que tenía por ir al cine con él, la nueva etapa de mi vida está por comenzar y que mejor manera que celebrarlo con una película de amor juntos.
La hora de enfrentarme a mi madre llegó, entro a la casa sin que se de cuenta, trato de no hacer ruido para que no se de cuenta de mi presencia; corro a mi cuarto y saco todo lo que puedo, cuando me doy la vuelta está en la entrada observándome con rabia.
—¿Qué piensas hacer hija?— inundando de lágrimas sus ojos cansados.
—Me largo de aquí, ya no puedo mas— contesto mientras guardo mi ropa.
Mi mamá saca toda la ropa que había guardado en la maleta haciendo más tedioso la discusión y con la respiración agitada implora:
—No hija por favor no me hagas esto yo te amo hija, dime, ¡dime qué he hecho mal!, yo lo puedo remediar.
—Estoy harta de que me regañes por cualquier cosa como si fuera una niña de 7 años, sé lo que hago— respondo en voz alta.
—Tú no sabes nada de la vida de los adultos, tu piensas que todo es color de rosas pero ¡No!, estás muy equivocada y con el tiempo me vas a dar la razón— entre lágrimas y jaloneos me advierte de algo que no hago caso.
—Me tengo que ir mamá, suéltame, allá afuera me está esperando mi novio así que déjame salir— sin más la hago a un lado y me marcho de la que fue mi casa.
Saliendo del lugar veo a mi madre caerse al suelo suplicando que no me vaya, imaginé que todo el alboroto lo hacía como método de chantaje para que no me fuera, la ignoré subiéndome al taxi dónde Benito me esperaba y nos fuimos.
Volteo a ver cómo nos alejabamos de la casa y ví a mi mamá levantarse del suelo apoyándose de una silla que siempre deja en la entrada, entra y azota la puerta con fuerza desmedida.
—No te preocupes, ya pasó lo peor— dándome palabras de aliento mientras me abrazaba, en su pecho me sentía segura, plena y feliz.
Visualizaba un futuro hermoso a su lado, soñaba con la familia feliz y perfecta como en las películas, teniendo a dos hermosos perros, dándole de comer a mi familia.