Mundos Fantásticos 1 - Lucifer y la Caída de los Guardianes

Capítulo IV

 

CAPITULO IV

 

 

 

Finalmente, Miguel y sus amigos llegaron a la entrada de ese lugar oculto del cual les había hablado el anciano Qubel. Luego de haber andado tanto y de superar muchas pruebas se habían encontrado con dos serafines que al parecer, conocían al antiguo Guerrero puesto que le llamaban «maestro», aunque eso no era lo único sorprendente ya que todo el lugar era distinto a lo que antes en su vida habían conocido.

Estaban emocionados por saber qué los esperaba y conocer su destino. Fue un largo viaje pero les ha servido para conocerse a ellos mismos y para controlar sus habilidades.

—Déjenme advertirles que su viaje aún no acaba así que no se relajen —dijo Remeiel.

— ¿Qué? ¿Pero no es este el valle escondido? —preguntó Uriel.

—Sí que lo es pero es solo la entrada y aún debemos ir hacia el centro. Tengan en cuenta que es un lugar oculto; si fuera tan fácil llegar como ustedes lo hicieron, no tendría sentido su nombre ¿no les parece? -

—Y por cómo lo dices, no queda nada cerca —dijo Rafael.

—Se ve que eres muy atento. Si nos damos prisa, seguramente lleguemos en poco más de siete días —puntualizó Rauel.

—Temí que dijeras eso —le respondió el chico.

—Entonces deberemos buscar dónde beber agua y alimentarnos —intervino Sariel.

—Pienso lo mismo, estamos muy cansados y ya no tenemos provisiones —señaló Gabriel.

—Yo necesito dormir un poco —suspiró Uriel.

— ¡No! Si hacemos eso tardaremos treinta días en llegar —exclamó Remeiel.

—Pero ¿cómo puedes decir eso? Eso es imposible solo descansaremos un día como máximo —dijo Uriel.

—Debo decirles que aquí el ciclo temporal es totalmente distinto al del planeta ya que ha sido alterado para un fin especial que no puedo decirles —explicó Remeiel.

—Así es, como podrán notar, cuanto más avanzamos, el aire y la gravedad se tornan más densos por lo que volar se les hará más difícil y consumirá más energía. Deberemos ir a pie y lo más rápido que se pueda —dijo Rauel.

— ¿Cómo es posible? —preguntó Rafael.

—Luego se lo explicaremos con más detalle. Ahora si gustan…

—Entonces no hay que perder tiempo hagamos un último esfuerzo —los animó Miguel.

—Vamos espero que puedan seguir nuestro ritmo porque iremos a toda velocidad… ¡Andando! —exclamó Remeiel.

Inmediatamente Remeiel y Rauel comenzaron a correr y a dar saltos a una súper velocidad, tanto que los viajeros se quedaron con la boca abierta y su asombro fue grande. Sin embargo no se rindieron y reuniendo todas sus fuerzas los siguieron.

—Son muy veloces casi no puedo verlos —se lamentó Uriel.

—Debemos apresurarnos o los perderemos —dijo Sariel.

—Increíble —susurró Miguel.

—Ya decía yo, ellos están en otro nivel —intervino Rafael.

—No importa, no debemos detenernos —los animó Gabriel. — ¡No me rendiré! —exclamó Uriel.

—Vaya sí que son resistentes, eso me gusta —le dijo Rauel a Remeiel.

— ¡Puf! Aunque les llevamos mucha distancia, no se rinden, de verdad quieren ver al maestro…-

Y así fue la carrera de siete días que libraron estos jóvenes a toda velocidad y sin detenerse. Gracias a que no eran niños ordinarios, Rafael y los demás pudieron seguir el rastro de los serafines. Al mismo tiempo, estos quedaron muy sorprendidos al ver que los visitantes no se quedaban atrás ni desistían.

Luego de haber esprintado sin parar durante cinco días los serafines se detuvieron de improviso; los jóvenes sin aliento pudieron alcanzarlos al cabo de unas horas. Mientras trataban de recobrar el aliento, Miguel pudo ver en ellos cara de preocupación por lo que no dudó en preguntarles:

— ¿Sucede algo? ¿Por qué nos hemos detenido? —preguntó Miguel.

—Algo está pasando en el planeta y fuera de él —dijo Remeiel.

— ¿Algo? ¿A qué te refieres con algo? —preguntó Rafael.

—Tal vez ustedes no puedan percibirlo, pero una energía que no habíamos sentido antes ha aparecido —dijo Rauel.

— ¿Qué clase de energía? Explícate —exigió Uriel.

—No hay tiempo para explicarles, será mejor que lleguemos cuanto antes con el maestro. Vámonos —contestó Remeiel.

—Será lo mejor —convino Miguel.

Y sin perder más tiempo todos retomaron su camino.

Luego de todo lo recorrido al fin llegaron al lugar indicado y pudieron ver una extraña casa al lado de un río que brillaba como el cristal pero no podían mantenerse en pie así que cayeron al suelo desvanecidos.

— ¡Maestro! Creo que tiene visita —dijo Rauel.

Se escuchó una voz que decía:

— ¿Visita?




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