Mundos Fantásticos 1 - Lucifer y la Caída de los Guardianes

Capítulo VIII

CAPITULO VIII

 

 

Habían pasado ya siete años desde que los jóvenes elegidos comenzaron su entrenamiento con Daniel, su maestro. La etapa llegaba a su fin y ellos ya estaban listos para enfrentarse a su destino.

En el transcurso de ese tiempo muchos cambios habían acontecido en el planeta, cambios radicales que afectaron al clima, la atmósfera y la vida misma, cobrándose el alma de tres guardianes de Arcan así como de muchos otros inocentes.

Pero esto recién comenzaba y en AN había un gran temor en los corazones de los más débiles y de los habitantes del resto de las ciudades. Un plan maligno se desarrollaba en el corazón de Querb y lo peor es que contaba con el respaldo del Patriarca.

La voz del rey no se escuchaba ya desde hacía más de trescientos años y ese silencio abrió una puerta a la guerra y la destrucción. Nadie entendía qué sucedía y en Portcan esperaban fielmente que el rey regresara.

Mientras tanto en Arcan los generales sospechaban y murmuraban acerca de las acciones del Patriarca al no interceder ni hacer nada al respecto con la situación actual sobre todo con la nueva orden que dictaminaba que ningún vigilante, soldado o guardián podía dejar la ciudad sin autorización y que cualquiera que incumpliera esta norma sería catalogado como traidor y recibiría el peor de los castigos.

Sin embargo las dudas eran mayores y generaban divisiones de ideas, aunque eran muy pocos los que estaban en desacuerdo.

Zeqel, con el cargo de vigilante y guardián, estaba en contra de los métodos de Asael e ignoraba que Harmoni, Turiel y Yomiel estaban muertos por lo que a pesar de la orden, decidió investigar por su cuenta. No obstante estando en los límites de la ciudad y con la idea de salir sin autorización fue visto por otros dos generales…

— ¿A dónde crees que vas Zeqel? — preguntó Ananel.

—Ananel y Satoel, no tengo por qué daros explicaciones de mis actos -

—Sabes que nuestro señor dio la orden de que nadie abandonara la ciudad sin su permiso y cualquiera que incumpla lo pagará caro — Advirtió Satoel

—Entonces puedes ir corriendo a decírselo, yo necesito saber qué está pasando aquí -

— ¿Y piensas ir solo? ¿No llevas a ninguno de tus hombres?

  • Le preguntó Ananel.
  • No quiero involucrarlos en mis decisiones -

—Entonces nosotros te acompañaremos — respondió Satoel.

— ¿Cómo? -

—A decir verdad, también tenemos nuestras dudas —confirmó Ananel

—Sí, dos de nuestros compañeros no han regresado de su misión y tengo entendido que la generala Harmoni tampoco -

— ¿Cómo es eso posible? si fueron enviados hace un año, pero ahora que lo dices, no los he vuelto a ver desde entonces… — preguntó Zeqel.

  • Exactamente y nadie nos ha dicho qué ha pasado con ellos. Algo anda mal aquí -

—El cambio del clima, la energía extraña y poderosa, la oscuridad repentina y la desaparición de nuestros camaradas… Todo esto me hace dudar, por lo que he decidido acompañarte — añadió Satoel tras la intervención de Ananel.

—Está bien vayamos primero a Serf para hablar con su líder y luego a Querb — instó el general Zeqel.

—Vamos -

Sin haberse percatado de que alguien más estaba cerca de ellos oyendo todo lo que planeaban, se dispusieron a partir en busca de respuestas…

En las puertas del salón del Patriarca apareció un soldado...

  • Señor, un general solicita hablar con usted –
  • Dile que pase -

— Señor, me presento ante usted humildemente — dijo Samael.

— ¿Qué se te ofrece Samael? -

— Mi señor, quiero informarle de que tenemos traidores en Arcan -

— ¡Explícate! — exigió Artaqof

—Zeqel ha salido de la ciudad por su propia cuenta y decisión, aun sabiendo sobre las órdenes de mi señor. Además, no estaba solo, ya que Ananel y Satoel le acompañaban y los oí decir que tienen sospechas de sus acciones -

— ¿Acaso están volviéndose en mi contra? — se sorprendió el Patriarca.

—De cualquier forma he venido a solicitar su permiso para ir en su búsqueda y traerlos ante usted. Si me lo permite, yo mismo los castigaré; todo aquel que traicione y desobedezca sus órdenes solo merece la muerte — Sentenció Samael.

En ese mismo momento Asael y Ramael se presentaron ante el Patriarca…

— Señor necesitamos hablar con usted — dijo Ramael.

—Vaya, vaya, miren a quién tenemos aquí — señaló Asael— pero si es nada menos que mi querido amigo Samael ¿cómo has estado? -

  • No tan bien como ustedes al parecer – Viéndolos a ambos con mirada sugestiva…

— ¡Qué! -

— ¡Basta!, Samael ve y has lo que tengas que hacer -




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.