Murales MÁgicos

THOR

CAPITULO 2

 

Era lunes en la mañana, estudiantes y profesores entraban al colegio. George estaba sentado frente a su escritorio mirando los bocetos de los murales que faltaban por pintar. Llegó Gina, temprano como siempre, y se sentó en el escritorio contiguo.

− ¡Hola, buenos días! ¿Cómo amaneció?

− ¡Muy bien, y esperando mejorar!

− ¿Verdad que ha ocurrido cosas raras con los murales?

− ¡Sí, estamos en una investigación y vamos en progreso!

− ¡Qué bien, la próxima vez invite que yo les puedo ayudar en algo! − Exclamó Gina

− ¡Claro que sí, yo te aviso!

 

Era viernes en la noche, estacionó su carro cerca al colegio, desde donde se podía ver el mural. Había llegado esta vez en compañía de sus amigos Félix y Gina. Ya estaba preparado para la ocasión llevando dibujos de chigüiros, ahora sí bien hechos y más gorditos de lo normal.

Se acercaron al mural con precaución. Gina llevaba los dibujos y Félix iba grabando lo que pasaba. Les pidió que no se acercaran demasiado. George se paró al frente de la serpiente que empezó a coger vida, se fue estirando hasta quedar muy alto, mucho más alto que George. Gina y Félix, con los ojos desorbitados, no sabían que hacer, estaban paralizados, no podían creer lo que estaban viendo.

− ¡Quieta, quieta...mírame, mírame! − Decía George viendo a los ojos a la serpiente y con una mano levantada. − ¡Comida, comida! − Decía, indicando con una mano la acción de comer. − ¡Espera, mira! − Le pidió a Gina que le trajera los dibujos. Ella, temblando se acercó a George y se los entregó.

− ¡Mira…chigüiro, chigüiro! − Decía George mostrándole los dibujos. La serpiente miró los dibujos con atención, luego a George y a Gina. Después de comparar se decidió por un buen bocado y en un movimiento rápido se enrolló alrededor del cuerpo de Gina y se la tragó en medio de gritos de auxilio por parte de ella. Félix no sabía qué hacer, estaba asustado y le parecía que iba a ser el próximo bocadillo de la serpiente. Corrió a esconderse.

− ¡Espera, espera! − Le gritó George a la serpiente

− ¡Vamos, vamos…chigüiros! − Y le señalaba para que lo siguiera.

George le dijo a Félix que esperara a Gina a la vuelta de la esquina, que en un momento iba a salir y que fueran al carro. Luego salió caminando por la acera contigua al muro del colegio y la serpiente iba detrás. Ya con confianza le fue hablando en el camino.

− No debes comer personas ni animales que pasen cerca a tu pared. Eso es malo. Si se dan cuenta que desaparecen por tu culpa, vendrán y te borrarán, tumbarán el muro y tú morirás. Ya no podrás volver a comer, no harás ni serás nada. Yo te puedo dar de comer. ¿Me entiendes? −La serpiente lo miraba y lo seguía, como si entendiera lo que le estaba diciendo.

 

En la vuelta de la esquina estaba Félix esperando que apareciera Gina. De pronto vio que se iluminó una pared dónde estaba pintada una puerta y varias mariposas. De allí salió Gina, llorando y bañada en sustancia pegajosa. Caminaba como un zombi.

− ¡Me quiero moriiirrr, Qué asco! −

Félix la acompañó hasta el carro y esperaron a George.

 

Cuando iban llegando a la esquina, George notó que se acercaba una moto de la policía.

Quédese quieta en la sombra. La serpiente hizo caso.

− Buenas noches− Dijo el policía bajándose de la moto… −Papeles, me hace el favor−.

George sacó su billetera y entregó su cédula. El agente la entregó a su compañero

− ¿Qué hace por aquí a esta hora? − Preguntó el agente, lo empujó hasta la pared, lo puso de espaldas, le abrió el compás de las piernas bruscamente con sus pies y empezó a palpar todo su cuerpo en busca de armas.

− Estoy de paso, soy docente de este colegio y estoy revisando los murales, me dijeron que había personas que estaban dañando los murales.

− Está limpio−. Dijo el otro agente

− ¡Muy bien, váyase para su casa, no es hora de estar solo por aquí! − Devolvió la cédula y se fueron.

 

George continúo caminando y la serpiente lo siguió. Subieron por el borde de la pared, pasaron por los murales de las garzas, del gato, del jaguar y cuando llegaron al mural del burro sonriente este siguió sonriendo, pero, cuando apareció la anaconda frente a él, casi se le salen los ojos del susto y salió corriendo, rebuznando y tirando pedos al aire hasta perderse en la sábana.

 

Seguía el mural del caballo sonriente, cuando vio la gigantesca anaconda se le borró la risa, salió disparado relinchando y corriendo lejos en la llanura.

Continuaron hasta llegar cerca al mural de los chigüiros. Estos se encontraban comiendo y descansando.

− Sólo te comes tres. Nada más−. Y le señaló con los dedos. La serpiente se arrastró con mucha cautela, se acercó a los chigüiros y comenzó su festín.

Luego de haber cenado, regresaron.

− Mañana vuelvo, no olvides que no debe comer personas ni animales que pasen por aquí.

 

Después de despedirse se acercó al carro donde lo esperaban sus amigos que miraban con asombro lo que pasaba. Llevaron a Gina a su casa para que se bañara y luego llevó a Félix y regresó a casa. Allí analizó el vídeo grabado.

Había decidido hacer una película de dibujos animados contando todos los hechos ocurridos. Se sentó frente a su computador y empezó a hacer el montaje. En el transcurso de su trabajo, decidió realizar una serie.

 

Cierta noche mientras estaba elaborando el video, la luz de la luna se coló por la ventana y se fue desplazando por la sala hasta alcanzar el mesón donde por costumbre se dejaban las pinturas y los pinceles. George logró percibir unos cambios de luces y volteó a mirar de donde provenía. Sorpresa, era la piedra rara. Inmediatamente se levantó y se acercó a observar más de cerca. Vio como salían hilos luminosos que rodeaban las pinturas y pinceles que estaban cerca, no aguantó la curiosidad y acercó su mano. Los hilos de luz le empezaron a rodear la mano y se fue extendiendo hasta llegar al antebrazo. Sentía un cosquilleo, algo agradable y aditivo. Veía como se iluminaban sus venas, parecía que un torrente de luz, de varios colores, circulara por ellas. Luego se apagó lentamente la luz de la piedra.



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En el texto hay: magia y aventuras

Editado: 26.12.2022

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