My Beast Friend

Capítulo III

La satisfacción intrínseca que el logro llega a hacer sentir, es indescriptible. Lo digo porque, veamos, ¿quién podría decir que si chantajeas al playboy de la escuela con decir que era portador del VIH/SIDA haría lo que tu quisieras? ¿Acaso no es el chantaje una manera para poder alcanzar un objetivo? Aunque este sea la forma más vil, vulnerable e inhumana que podría haber existido. Pero bueno, es de inteligentes el usarlo de manera correcta sin llevarlo al extremo y sabiendo cuál es el siguiente paso que podría dar nuestro contrincante. El mío salió bien, a pesar de que fue un movimiento mínimo al usar lo primero que se me ocurrió, pero gigante al pegarle de manera indirecta en el ego sexual que tanto le duele a ese hombre, porque sí, él sólo piensa en sexo.

La presentación quedó excelente, puesto que, el neandertal que se hace llamar por Eric, realizó lo que le pedí, y tanta fue su preparación y empeño de hacerlo bien para que yo no hiciera correr falsos rumores por la escuela y espantar a las señoritas con las que se mete, que expuso mejor que yo. La maestra, sorprendida, nos dio la nota más alta y nos felicitó a ambos, a él por su maravillosa presentación y a mi por el logro que había obtenido. Yo sonreía victoriosa, mientras Lina se carcajeaba en un rincón, por otra parte estaba Joe, quien se encontraba de brazos cruzados y tenía una mirada que no podía leer hacia mi compañero de trabajo. Decidí pasarlo por alto, y, con el mentón en alto, me dirigí a mi asiento a un lado de mi mejor amiga. Sentía como los ojos de mi mejor amigo taladraban mi cuello, sentía como la piel se erizaba con el contacto lejano de sus ojos, y sentía, sobre todo, como mi corazón corría desbocado en mi pecho.

Pero Dios, juro que no se qué le está pasando. Nunca había sido así conmigo, o sea, el siempre me ha gustado, pero yo nunca le he gustado a él, es decir, siempre anda con otras, y en la mayoría de los casos yo lo cubro con su madre. Y ahora está que no me quita los ojos encima. Quizás sea que su sentido paternalista hacia mí se ha incrementado después de que Alan "me rompiera el corazón" hace casi un año, lo cual realmente no hizo, porque fue una fachada para intentar superar, más bien hacer desaparecer, lo que sea que siento por Joe.

Lo que restó de la clase lo pasé intentando no mirar hacia atrás, sobre todo porque tenía miedo de lo que podía enfrentarme. Así que cuando sonó el timbre anunciando que la clase de biología había terminado, expulse todo el aire retenido en mis pulmones.

-¿Te sucede algo?- Me preguntó Lina, colocando su mano en mi hombro y frunciendo el ceño, hablando con un tono lento, preocupado y bajo. Yo la miré, tratando de disimular el nerviosismo que carcomía mi interior. Aún sentía que me observaba. Negué con la cabeza e hice una pequeña sonrisa.

-¿Nos vamos?- pregunté poniéndome de pie- Tenemos clase de matemáticas ahora, y no creo que a la señorita Ryan le agrade mucho que lleguemos tarde- Lina asintió no muy convencida. Así que emprendimos viaje hacia el próximo salón.

Ahora nos tocaba matemáticas. Juro que odio esa asignatura con todo mi ser, y no es tanto por lo que se da, más bien quién la da. Elena Ryan es una maestra que tiene todos los años del mundo trabajando en este instituto, y que a pesar de ser viuda por dos veces y tener cuatro hijos, se hace llamar señorita. Ella es de pelo castaño corto y rizado, con canas salteadas por doquier, de tez mestiza y ojos oscuros. Usa lentes con unos cristales fondo de botella, sostenidos por la típica cadena que va por detrás de su cuello para evitar que se pierdan.

Hoy estaba explicando el Teorema de Pitágoras, y ella se encontraba de espaldas a nosotros, sosteniendo su característica regla de madera, señalando los números escritos con anterioridad. Estoy sumamente aburrida y con sueño, pero trato de mantenerme consciente para no reprobar el examen, porque sé que aunque soy buena en esto, la posibilidad de no pasar el examen.

Miro hacia mi lado derecho, y me fijo en que Lina esta recostada encima de su su brazo derecho en pupitre, con la cara volteada hacia mí y la boca abierta. Sonrío al pensar qué pasaría si una mosca se posara dentro de su boca. Ya entiendo por qué razón a ella le va tan mal en la asignatura, y en este caso tiene la culpa la profesora por ser aburrida.

Luego veo detrás de ella. Joe esta mirando hacia su mesa, jugando con diferentes trazos en su cuaderno. Veía como su ceño estaba fruncido demostrando concentración, sus labios un poco separados con la probabilidad de estar respirando por ahí, su cabello dorado peinado hacia un lado, y la estructura facial hermosa que posee, con una piel pulcra sin marca de granitos o algún rastro de barba. Y ahora me pregunto ¿Por qué entre todas las personas me tuvo que gustar mi mejor amigo? ¿Por qué no me pudo gustar otra persona con la que sea más fácil llevar las cosas? Él es tan perfecto y yo tan imperfecta. Somos como dos copos de nieve: sumamente diferentes. Y aún así sabemos ser amigos, llevarlo más allá sería una equivocación extrema.

Siempre he tratado de ocultar mis sentimientos hacia él, la única persona consciente de ellos, a parte de mí claro está, es Lina. Él está interesado en otra persona, y me duele, me arde por dentro. Es como si me estuvieran arrancando la piel de mi pecho cada vez que él se acerca a mí a contarme sus penas porque cree que ella es demasiado para él. Me duele, sobre todo, ver cómo su mirada la sigue a todas partes y ella la ignora haciéndose la inconsciente, pero también veo, cómo ella lo mira cuando él no le presta atención a ella. Lina ha estado para mí las incontables veces que he llorado por la impotencia de querer arrancarme estos sentimientos de mi pecho. Y es que duele bastante. En ese instante escucho como alguien carraspea a mi lado. Lo hizo tan alto, que Joe lo escuchó y al levantar la mirada se encontró con la mía. Mierda.



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En el texto hay: fantasia, amor, mejores amigos

Editado: 27.12.2023

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