No pegué un ojo en toda la noche, porque la curiosidad estaba carcomiendo mis entrañas así como las termitas se comen la madera. Pasé las horas en que se supone debería dormir, pensando en que debería de enfrentar de una vez y por todas a Joe y de qué manera podría hacerlo. Siento que lo que este chico me está ocultando, es demasiado grande, y que mis pasos deben de ser finos y sigilosos.
Cuando el despertador sonó, yo ya me encontraba en el baño lavándome los dientes. El saber que ya el sol se había asomado por mi ventana, y que ya la posibilidad de ver a Joe y poder sacarle la verdad estaban a mi alcance, despertó en mí un enorme desespero que antes no se encontraba. Y a pesar de decirme una y mil veces que me llenara de paciencia, mi mente no dejaba de armarse miles de escenarios con miles de posibles opciones de lo que pudiera estarle ocurriendo al chico que me gusta.
Con una velocidad inhumana, reconociendo que no podría competir con flash*, me duché, vestí y preparé mi bolso escolar. Cuando bajé las escaleras mamá a penas estaba poniendo el café en la cafetera, y ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia en la cocina hasta que, por los nervios, dejé caer un vaso al suelo cuando me iba a servir un poco de jugo y ella escuchó el ruido de este al quebrarse e inmediatamente volteó hacia mí espantada, mirándome con los ojos abiertos como platos.
Luego de ese incidente, mamá me pasó una taza para que me sirviera el líquido, y cuando lo iba a echar mis manos temblaban tanto que derramé la bebida en el suelo. Mamá soltó un resoplido y me pasó una toalla desechable para limpiar el desastre que había hecho.
Más adelante, cuando me rendí de intentar tomar algo líquido, decidí tomar un plato hondo para comer cereal. En el momento de servir el Nesquik, las manos me temblaban tanto que, en vez de caer en el plato, cayó en la encimera.
-¡Jazmín!- exclamó mamá, ya irritada y enojada por lo desastrosa que me encontraba en el día de hoy- ¿se puede saber qué es lo que te pasa?
-Este… -mi mente estaba maquinando una mentira, pero nunca he sido buena con eso. Así que solté lo primero que me vino a la cabeza- ¡Vacas!- no podrías ser más estúpida Jazmín.
-¿Vacas?- dijo mamá, mirándome con una ceja alzada. Piensa rápido, y trata de no quedar más estúpida de lo que realmente eres.
-¡Sí! Este… estaba pensando en que de la vaca viene la leche, y la leche me da miedo- Sí que eres idiota.
-Inventate una excusa mejor- dijo mi madre aún más irritada-. Esa excusa es horrible. No puedo creer que me hayas dicho que le tienes miedo a la leche.
-Perdón mamá- decidí hablar con la verdad-. No creo poder decirte lo que está sucediendo, pero no es algo de lo que debas preocuparte- Ahora si pareces una chica inteligente.
-Entiendo, -dijo. Me pasó una taza llena de café, y yo me la tomé con gusto. No hay nada mejor que el café- pero por casualidad ¿tiene que ver con cierto rubio al que llamas mejor amigo?- apoyó sus brazos en la encimera y me miró con media sonrisa. Yo me quedé paralizada, con la boca en la taza y mirándola fijamente mientras sentía un calor extendiéndose por mis mejillas- Por tu expresión, comienzo a creer que sí- continuó hablando al ver que no respondía- tranquila, no tienes que explicarme. Confío en ti, y sé que Joe no te haría nada malo. Anda, tómate el café, que ya nos vamos.
Asentí con mi cabeza e inmediatamente me tomé todo el café de un trago.
Estaba nerviosa, demasiado, y mientras más me acercaba a la escuela, más incrementaban.
Veía las copas de los árboles del camino que me llevaba hacia la escuela, sumida en mis pensamientos aleatorios. Me imaginaba el momento exacto en el que me acercaría a mi mejor amigo; cómo pasaría, de qué manera el reaccionaría, qué haría, y hasta si llegaría a presentarse en la escuela.
Mi cerebro todavía no asimilaba su comportamiento hacia mí los últimos tres días: cada vez más alejado. Incluso, de vez en cuando lo cachaba mirándome con ternura desde lejos, pero cuando mis ojos chocaban con los míos se alejaban rápidamente al igual que su cuerpo del sitio donde se encontraba. Tampoco le hablaba a Lina, lo cual era aún más extraño, puesto que mi amiga no estaba metida en ningún lío o alguna circunstancia por la que él deba de estar molesto. Por otra parte, considero que un beso no es una razón para dejar de hablar con una persona, más si fue con consentimiento de ambas partes.
Cuando mamá estacionó el auto en la entrada del enorme edificio gris, yo bajé rápidamente con un adiós mamá enredado en mis labios. Estaba desesperada, agobiada y nerviosa. No dejaba de mover mi pie de los nervios. La música no iba a servir en este momento para encontrar en mí una calma inexistente.
Esperé.
Esperé.
Y esperé.
Y cuando vi a Lina llegar, ya sabía lo que pasaba: Joe no se presentaría hoy a clase. Porque el ver a mi mejor amiga llegar a la escuela, es sinónimo de que ya es tarde. Yo estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta que hacían 10 minutos que habían tocado el timbre y no había nadie fuera, así que Lina y yo corrimos en dirección de nuestra clase de Geografía.