Su pelaje se sentía sumamente suave ante mi tacto, pero, muy a mi pesar, tuve que retirar mi mano de su cabeza y, a cambio, me limité a observarlo, a evaluar su extraña belleza y a recorrer cada centímetro de su figura. Su forma era un híbrido entre un león, un lobo y hasta un gato, pero superando en tamaño las versiones que normalmente vemos y agregando unos cuernos, colmillos y pezuñas enormes. Sin embargo, su belleza no radicaba de su físico, más bien, lo hacía del misterio que desprendía: uno exorbitante y excitante, que logra capturar las miradas e irradiaba un aura de temor y enojo.
Ahora bien, por más loco que parezca, yo no sentía miedo, al contrario, sentía paz. Estábamos tiesos, mirándonos el uno al otro. ¿Será que estoy soñando? Me pregunté a mí misma, y dirigí mi mano derecha a la izquierda, dándome un fuerte y doloroso pellizco que logró hacerse sentir hasta en mis más profundas entrañas demostrando que no es un sueño. De mi boca salió un leve gemido en forma de queja. Indudablemente, no es un sueño.
El extraño animal se acercó un paso a mí y, inesperadamente, bajó su gigante cabeza, a lo que yo interpreté como una invitación abierta a seguirle acariciando la cabeza. De él salió un suave ronroneo, que me indicó que estaba haciendo bien.
-¿De dónde has salido?- dije. Él solo acercó su cabeza a la palma de mi mano, como si estuviera aprovechando el calor que desprendía. Es aún más extraño, ya que él estaba mucho más caliente que yo- Eres muy hermoso… -Añadí, mientras continuaba con la tarea de darle cariño. Luego hice una pregunta loca- ¿Quieres ser mi amigo?
Él se paralizó. Ya lo espantaste, Jazmín. Se alejó dos pasos de mí y me observó. Sus ojos dorados eran hipnotizantes y transmitían un sentimiento extraño y difícil de leer.
De un momento a otro, sin despegar su mirada de la mía, dobló sus patas delanteras y se agachó. Interpreté su demanda como una invitación a subirme a su espalda, y, como pude, lo hice.
Cuando se levantó, la altura en la que me encontraba me hizo marear un poco. Por eso me agarré de la melena que adornaba su cabeza. Él miró, por lo que entendí, sobre su hombro y luego miró hacia adelante. Yo me agarré más fuerte cuando comenzó a caminar, por miedo a caer. Me sostuve aún más fuerte cuando comenzó a correr con demasiada velocidad y con unas pisadas poco delicadas. Involuntariamente cerré mis ojos y apreté mis labios con fuerza para evitar lanzar un estruendoso grito.
Cuando sentí que su paso estaba disminuyendo, abrí mis ojos y ya donde nos encontrábamos no reinaba tanto la oscuridad, porque nos encontrábamos en la parte del bosque que sale cerca de mi casa.
Él volvió a mirar por encima de su hombro y luego dobló sus patas delanteras una vez más y se agachó, siendo esto una señal para que yo me bajara.
Me paré en frente de él, y lo miré a los ojos. Levanté mi mano una vez más y acaricié su exótico rostro. Él cerró los ojos y volvió a ronronear. Después dió un paso hacia atrás, alejándose un poco de mí.
-¿Volveré a verte alguna vez?- pregunté.
Él bajó su mirada al suelo. Para cuando la subió de nuevo, sus ojos desprendían tristeza, una que estoy segura él no quería sentir. Eso es una señal de que no.
-Yo quiero volver a hacerlo- sé que parezco una loca por estar hablando con una bestia extraña, pero no me da miedo. Me siento demasiado cómoda y tranquila a su lado, me siento protegida y cuidada, me siento como si estuviera tratando con un amigo.
Él me miró y se acercó demasiado a mí. Luego sentí su aliento en mi cara. Un suave soplido que me hizo relajarme aún más, por lo que sonreí.
Más adelante, mi cuerpo se desplomó en el suelo y todo se volvió negro.
Un fuerte sonido hizo que mis ojos se abrieran de golpe y yo me levantara de un salto. Me dolía mucho la cabeza, sentía como si me hubiera dado un intenso golpe en la parte de atrás y estuviera a punto de darme tortícolis. Era de mañana, y el sonido que anteriormente me había despertado, fue la alarma de mi celular, indicando que debía levantarme para ir a clases.
De repente, recordé todo: el drogadicto, la huída, la carrera que hice a través del bosque, y lo más fantástico: la Bestia. Pero ahora me pregunto: ¿fue todo un sueño? Por como lo sentía, no lo parecía, pero por lo que era, nadie me creería. Lo último que recuerdo es que él me trajo a gran velocidad hacia la parte del bosque más cercana de mi casa.
Pero, ¿cómo llegué hasta mi cuarto? Si yo no recuerdo haber caminado hasta mi casa, tampoco sé si podría haberlo hecho.
Aún pensando en lo que pudo haber ocurrido y no llegar a una conclusión lógica, me preparé para ir a la escuela.
Cuando bajé a la cocina por primera vez en años no encontré a mamá, simplemente encontré una nota pegada en el refrigerador que decía que iba a pasar la noche fuera y que me dirigiera en autobús a la escuela. Extraño.
Tomé una manzana del tazón en medio de la isla de la cocina y salí de mi casa. Todo esto con el ceño fruncido.
Me coloqué mis audífonos y reproduje mi música en forma aleatoria. De inmediato la hermosa voz de Calum Scott en You are the reason se abrió paso entre mis oídos.
Decir que estaba inquieta por lo que anoche había sucedido, era muy poco, aún si eso fue objeto de mi imaginación. De solo pensar en esa Bestia me hacía sentir una especie de paz. La inquietud se derivaba de la posibilidad de no volver a verla y de la forma tan extraña en que nos separamos.
Es cierto que en el mundo existen cientos de especies pertenecientes al reino animal, y que es posible que muchas el ser humano aún no las conozca. Tomando en cuenta la rareza y la belleza de la Bestia era sumamente increíble, de haber sido descubierta con anterioridad, ninguna persona en su sano juicio podría ignorarla, ya sea por admiración o por miedo.