Por primera vez, Joe estaba tomando mi mano, en este caso, mientras caminábamos en dirección hacia la cabaña. Y no en plan amistoso. Para nada.
Nuestros dedos entrelazados encajaban a la perfección y se sentía maravilloso: sus dedos grandes entre los míos pequeños y delgados, y ambas palmas pegadas. Su agarre era fuerte y firme, como si tuviera miedo de que yo huyera. Sin embargo eso no pasará, no ahora que estoy con él en un plan de más que amigos.
Estábamos en silencio, no uno incómodo. Aún así deseaba hablar, así que lo hice:
-Tengo una pregunta, Joe.
-¿Cuál es?- me respondió.
-¿De dónde diablos sacaste esta cabaña en el medio del bosque?- él me miró con el ceño algo fruncido y mi imaginación comenzó a maquinar- ¡No me digas que la robaste!- su ceño se frunció más- ¡Oh no!, ¿asesinaste a los dueños para quedarte con ella? O no, mejor, ¿cortaste unos árboles con tus cuernos y la construiste? ¡Espera! ¿cómo pudiste hacerla tú solo? no tiene sentido, así que me inclinaré más por la primera op…
-Es de mis padres- me interrumpió-. Me dijo que planearon vivir aquí cuando se casaron y mamá salió embarazada. Luego se divorciaron y a ella se le ocurrió la loca idea que entre más lejos estuviera de papá tendría menos probabilidades de convertirme en esta cosa.
-Ya todo está cobrando sentido.
-Sí. Cuando mamá se enteró de lo que pasaba, no dudó en darme las llaves para usarla como una guarida.
-Tu baticueva- él rió.
-Algo así.
-Bueno, en este caso sería tu mesocueva- él rió con más fuerza.
-Por lo menos estás encontrándole algo de humor a la situación.
-Mi tía Lola siempre dice “a mal tiempo buena cara”.
-Los latinos tienen buenas frases.
-Mi tía dice que eso es un refrán- él me miró confundido-. Me explicó que son frases que se dicen mucho y es como tradicional o algo así.
-Entiendo. Tu tío tuvo suerte al casarse con una persona tan buena como es Lola.
-Sí, pero mis tíos no son el asunto importante de ahora. Debemos ver el lado positivo de las cosas.
-Aunque todavía no lo encuentre, tus chistes aligeran la situación un poco- sonreí y me encogí de hombros.
Miré al frente, al hermoso paisaje que se creaba entre la cabaña, los pinos y arbustos, y detrás las grandes montañas. Era simplemente mágico.
-¿Estamos muy lejos de Juneau?- pregunté.
-Estamos cerca de la frontera con Canadá- yo lo miré asombrada.
-¿Tan rápido puedes correr?- el asintió- Joe, eres como súper man ¿También puedes volar? ¿Puedes lanzar rayos láser de tus ojos?- el rió con ganas. Estás quedando como estúpida.
-No, no puedo volar ni tampoco láser con mis ojos…- respondió a mi duda- Me gustas- dijo de la nada, deteniéndose y mirándome a los ojos.Yo sonreí.
-Tu también me gustas- le respondí.
Ambos ya sabíamos ese dato, pero decirlo una vez más no le hace daño a nadie. Es simple.
Yo volví a mirar al frente, a la casa, y vi algo moverse. Ese algo es Caleb, de quién no había recordado su existencia hasta ahora. Es primo de Joe, no sé sinceramente de qué lado de la familia, pero lo es. Entonces en mi mente surgió la duda…
-¿Caleb es meso?- pregunté de la nada. Joe miró al frente, a la cabaña, de donde salía un hermoso Caleb a mirar al horizonte, quizás a la espera de vernos salir desde detrás de algún arbusto. Joe asintió.
-Sí. Lo descubrió hace unos años- dijo-. Papá convenció a mamá de dejarlo venir a vivir un tiempo con nosotros para que me ayudara con esta situación.
-¿Y lo ha hecho?
-No te imaginas cuanto.
Y entonces, como si supiera que estábamos hablando de él, Caleb giró su cabeza y dirigió su mirada hacia nosotros. Y sonrió, mostrando su hermosa, perfecta y reluciente dentadura. Él es hermoso ¿cómo sería su versión meso? Tal vez algún día pueda verla.
Joe tiró de mi mano, instandome a avanzar hacia nuestro destino.
Caleb nos esperaba aún teniendo su cálida sonrisa. Al parecer es contagiosa, porque yo también sonreí.
-Hola tortolitos- nos dijo aún sonriendo. Perturbador.
-Deja de sonreír, pareces psicópata- le dijo Joe.
-No soy un psicópata. Sólo me gusta sonreír y mostrarle una buena cara a la cruel vida- respondió Caleb-. La vida es una sola, y, para colmo, es injusta.
-No veo alguna falla en lo que dices- dije esta vez yo.
-Por eso es que eres mi tortola favorita- me dijo. Joe a mi lado gruñó por lo bajo y rodó los ojos. Haló una vez más mi mano para que ambos subiéramos los pequeños escalones de la casa.- Supongo que desayunaron algo.