-Ya estoy lista- dije saliendo con una enorme sonrisa del armario, vistiendo con un suéter cuello alto beige, un cardigan azul claro, unos jeans negros y unos botines color marron.
Joe estaba sentado en mi cama mirando sus manos y cuando escuchó mi voz subió sus ojos hacia mí. En menos de un segundo ya lo tenía parado en frente tomando mi mentón entre sus dedos.
-No vuelvas a hacer lo que hiciste- dijo- o no me detendré.
-¿Qué hice?- pregunté haciéndome la desentendida.
-Tu bien sabes qué hiciste- entrecerró sus ojos hacia mí. De pronto soltó mi mentón y se alejó un paso. Yo sonreí- ¿Nos vamos?
-¿A dónde iremos?- dije tomando la mano que extendía hacia mí.
-Pues… a un lugar- dijo avanzando hacia la puerta de mi habitación.
-Ya estás chistosito- dije- ¿No te preocupa que mamá te vea?
-No creo que le moleste mucho- dijo encogiéndose de hombros- Me ama más a mí que a ti.
-Soy su hija, estoy por encima de tí cien veces- dije sonriendo mientras bajábamos las escaleras. Mamá sonaba en la cocina con música puesta. Seguro bailaba mientras cocinaba. Sonreí al saber que ella se encontraba feliz.
-A sinceridad, puedes estar encima de mí todo el tiempo que quieras- dijo cerca de mi oído. Yo lo miré con los ojos abiertos- O debajo, la verdad la posición no me importa.
Me reí con ganas mientras sentía que mi rostro se ponía caliente.
No creo que sea una buena jugada después de haberle enseñado las tetas, Jazmín.
Creí que sería prudente que fuéramos a la cocina a avisar a mamá de que íbamos a salir y de paso Joe la saludara. Así que hacia allá fuimos.
No pude evitar sonreír cuando encontramos a mamá meneando su trasero con la radio puesta mientras sonaba Living on a prayer y lavaba los platos.
-¿Mamá?- ella, sorprendida y a la vez feliz, se dio vuelta hacia mí, mostrándome su rostro lleno de espuma. Al ver a Joe a mi lado abrió los ojos como platos. Yo le hice señas que se retirara la espuma y así lo hizo con el dorso de su suéter.
-¡Joe!- le dedicó una hermosa sonrisa y abrió sus brazos hacia él, quien gustoso se acercó a ella.
-Hola señora Patterson- le dijo Joe dedicándole una sonrisa.
-Te conozco desde que estabas pequeño y aún no tienes la confianza de llamarme Clarice- dijo mamá tratando de parecer enojada.
-Mamá, no lo atosigues- dije.
-Solo estoy haciendo un comentario, Jazz- dijo mamá mirando interrogativamente a Joe- ¿Cuándo llegaste? No escuché el timbre.
-Hace un rato- hablé yo-. Él me escribió que estaba abajo y salí a abrirle la puerta.
-Ah- dijo mamá mirándome cómplice- ¿y por qué están de manos y no se han soltado?- miré nuestras manos unidas y rápidamente traté de soltarla, pero Joe no me lo permitía.
-Pues… Estamos juntos- a mamá le brillaron los ojos. Que no me haga pasar vergüenza, que no me haga pasar vergüenza.
-¡Sabía que esto pasaría algún día!- dijo juntandos sus manos- Desde que eran niños y ví la forma en que se miraban, supe que terminarían juntos-Yo sonreí agachando la cabeza.- ¡Bien! Yo debo terminar de limpiar y al parecer ustedes van a salir- dijo. Yo asentí.
-Prometo no traerla muy tarde- dijo Joe mientras me halaba hacia la salida de mi casa.
-Tienes permiso de llevártela hasta toda una semana si quieres…- dijo viéndome pícara.
-¡Mamá!- dije con gracia.
-Lo siento, lo siento- dijo. Joe me miró sonriendo y siguió tirando de mí hasta que llegamos a la salida.
Ya estábamos en el porche cuando le pregunté:
-¿A dónde vamos?- pregunté.
- A un lugar- me jalo la mano-. Ven vamos al patio trasero- lo detuve.
-¿En serio me hiciste salir, para algún lugar y ese lugar es el patio trasero de mi casa?- le dije y puse mis manos en mis caderas.
-Es que no me puedo transformar en el frente de tu casa, donde todo el mundo me vea- me respondió poniéndo los ojos en blanco.
-¿Y para donde vamos necesitas transformarte?
-Es algo lejos- me dijo y bajó las escaleras porche y yo lo seguí-. Ven vamos- me tomó una vez más de la mano y me llevó al patio trasero.
Se paró casi cerca del bosque, y se agachó cerca de unos arbustos para sacar la misma mochila que tenía la otra vez. Comenzó a desvestirse y yo a salivar. No podía quitar mi vista de él ¡Si es todo músculos tonificados!
Me pasó sus prendas, y, al darse cuenta de mi expresión facial entre fascinada y hambrienta, me dedicó una sonrisa matadora.