My dueño y señor

2

Narrador: Omnisciente


13 años antes...


    El mestizo huyó de la casa del Alfa Superlativo con una sonrisa de satisfacción en su rostro, ya que había logrado su objetivo. Cuando se plateó este plan creyó que sería muy difícil ejecutarlo, pero resultó ser todo lo contrario, gracias a la desobediencia de la princesa.


El plan perfecto —pensó antes de saltar por la ventana, sin percatarse de que Vladimir Vostok lo estaba observando desde el oscuro y tenebroso bosque.


    Esa noche el cielo estaba completamente nublado y varios rayos se podían vislumbrar a la distancia, lo que significaba que se acercaba una tormenta, y Vladimir sabía que debía aniquilar al híbrido antes de la lluvia borrará su rastro.


    Sin embargo al escuchar el grito de Victoria decidió que más importante era cerciorarse de que la niña estuviera bien, luego tendría la oportunidad de atrapar a ese híbrido.


    Se abrió paso entre la batalla, que se estaba llevando a cabo frente a la mansión, y cuando llegó a la recamara de Victoria la escena que presenció lo dejó paralizado; Anna, la Luna de la manada, estaba rodeada por un charco de sangre; Luis Miller, uno de los mates de ella, se encontraba en posición fetal, al lado de la puerta, retorciéndose por el mismo dolor que la estaba matando a ella; y la pequeña Victoria estaba, cubierta de sangre de pies a cabeza, llorando desconsoladamente cerca del cuerpo de su mamá.


    Por un instante pensó que la sangre era de la niña, pero luego de un momento se dio   cuenta que no le pertenecía  y centró su atención en Anna; cuya vida pendía de un hilo, puesto que sus signos vitales disminuían rápidamente. Sin perder más tiempo se acercó a ella.


    —Victoria, escúchame bien —dijo el vampiro para llamar la atención de la niña, pero ella seguía llorando por su mamá.


Esto es riesgoso, pero no me queda otra opción  —pensó, al recordar lo sucedido en el cumpleaños de la niña.

 

Vladimir cerró los ojos y sin más dejó de esconder su olor. Victoria al sentir el embriagante aroma de su mate, su pareja destinada, levantó la mirada y cuando sus ojos se posaron en él se tiñeron de dorado.


    —Ve con Daniela que yo cuidaré a tu mamá —le dijo. La niña soltó a su madre y corrió a los brazos del vampiro.


    En ese momento él quiso parar el tiempo para poder estrechar a la pequeña entre sus brazos para siempre. Había pasado tanto tiempo esperándola, añorándola, soñando cómo sería su vida junto a ella que lo menos que quería era soltarla, pero se obligó a hacerlo.


    —Por favor no permitas que mi mamá muera, que no me deje sola por favor —le pidió entre lágrimas la pequeña rubia.


    —Te lo prometo, damita —la niña asintió con la cabeza y depositó un inocente beso en la mejilla del vampiro, antes de tomar la mano de su tía y marcharse. —Luis, tienes que ser fuerte y ayudarme a llevar a Anna hasta la cascada de Naia —le comunicó el vampiro al hombre lobo cuando estuvieron solos.


    —Me... duele…  —tartamudeó él mientras se tocaba el cuello con una mano y con la otra el lugar donde estaba el corazón.


    —Sé que el dolor es insoportable pero debes hacer un esfuerzo por Anna, sino la llevamos a la cascada morirá.


    Luis con dificultad se puso de pie, ya que no podía dejarla morir. Ella había preferido quedarse con Adolfo, él no estaba de acuerdo con esa decisión, pero como su amor por ella era tan grande no podía imaginarse una vida sin verla, sin oír su risa o el brillo de sus ojos cuando observaba/hablaba de las cosas que le gustaban, y por eso se conformaba con solo ser su amigo o eso era lo que todos pensaban.


    — ¿Dónde está Adolfo? —preguntó Vladimir.


    —Debe estar luchando —logró susurrar.


    —Entonces tú te convertirás en el guardián —Luis hizo un ademán de no entender a qué se refería el vampiro, pero éste escogió permanecer callado.


    El vampiro tomó el cuerpo de la Luna Superlativa, con premura, y saltó por la ventana, seguido del lobo. El primero en llegar a la cascada fue Vladimir, porque a Luis lo inmovilizaba parcialmente el dolor. Colocó el cuerpo de Anna en la orilla y comenzó a recitar un mítico canto, que sólo podía realizar el emperador de los vampiros, para convocar a la Diosa Luna. A los minutos Luis llegó y el vampiro se detuvo.


    —Sumérgete en el agua con ella en brazos. —Le ordenó sin abrir los ojos. El lobo no discutió y cargó el cuerpo de su mate, pero al dar el primer paso casi se cae. Por fortuna mantuvo el equilibrio y siguió caminando hasta que el agua los cubrió completamente.


    Cuando ambos estaban bajo el agua Vladimir siguió con el ritual y el agua de la catarata adquirió el color de la plata líquida. De allí emergió una mujer de tez muy blanca que irradiaba un fulgor similar al sol, por lo que ese brillo le irritó los ojos por un momento.


    A simple vista se notaba lo extraordinariamente bella que era; sus rasgos finos y delicados y su cabellera blanca, como la luna, que le llegaba hasta los pies, le proporcionaba un aire místico y angelical pero a la vez audaz e imperial.


En lo que los orbes grises se toparon con la figura del vampiro frunció el ceño.


    —Príncipe Vladimir —pronunció con molestia. – ¿Cómo osa llamadme? Sólo vuestro padre, como emperador de los vampiros, está autorizado para hacerlo.


    A pesar de haber usado un tono de voz bajo y sereno Vladimir pudo notar la amenaza implícita en sus palabras.


    —Lamento molestarla —se disculpó e hizo una reverencia. —Pero vuestra hija necesita vuestra ayuda. —Naia, la diosa Luna, alzó una ceja.


    —Octavio se salió con la suya ¿no? —supuso rápidamente al ver la mancha roja en medio de la corriente de agua.




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